Carlos Arce Macías
Escribo esto a la conclusión de una interesante charla, en el Observatorio Ciudadano de Guanajuato (OCDG), con el doctor Éctor Jaime Ramírez Barba, secretario de la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados. Con su conocida pulcritud en el manejo de datos y un profundo conocimiento de la administración de servicios de salud pública, nos ha presentado, no solo la problemática que enfrentamos ante la pandemia de Coronavirus, sino en general el obscuro panorama de la salud en México. Compartiré algunas reflexiones y datos del galeno.

La llamada emergencia nacional, sigue manejándose como algo vigente. Éctor Jaime reclama: emergencia en el ámbito de salud, se asume como una temporalidad, una condición que se da en un momento determinado, pero que no puede mantenerse indefinidamente. De esta forma, no podemos considerar como emergencia y luego de tantos meses, al coronavirus. Ha pasado a ser una circunstancia sanitaria, si bien muy peligrosa, que debe de ser atendida con las herramientas de administración pertinentes: planeación, organización, control y monitoreo, necesarias para ser eficientes y eficaces.
Pues bien, con una lluvia de datos avasalladora, el diputado Ramírez Barba, nos revela que el gobierno federal, prácticamente no se ha hecho cargo del flagelo de coronavirus que nos hiere día a día. Nuestro gobierno nacional no tiene siquiera, asegurados los contratos para las vacunas, salvo Pfizer (17 millones de dosis dobles), y menos la organización requerida para administrarlas. El reto es complejo, pues se trata de inmunizar a una extensa población de 130 millones de habitantes. La logística es complicada, se precisan redes de refrigeración para conservar el producto, en el caso de Pfizer, de –equipos que garanticen -70 grados de congelación. Desde que se contrató con la empresa americana, se supo de esta delicada cuestión; pero el gasto de 6000 millones para refrigeradores nunca se presupuestó. Aparte, no solo hay que aplicar una dosis, sino que debe de ser reforzada con una segunda inoculación en un tiempo prefijado, lo que dificulta el logro de su plena eficacia.

La adquisición de vacunas ha sido toda una saga. Los gobiernos de Estados Unidos, Unión Europea e India, desde junio de 2020 compraron vacunas. México lo hizo hasta el 2 de diciembre. Siempre llegando tarde. Al desaparecer los fideicomisos públicos, por capricho presidencial, eliminaron el dedicado a la obtención de vacunas, que guardaba 68,000 millones de pesos (mdp), pero esa cantidad no fue traspasada al presupuesto 2021, solo se suprimió. Pero al Fondo de Gastos Catastróficos, también le redujeron 30,000 mdp, aduciendo la necesidad de compra de sueros inmunizadores, dinero que se vaporó y no aparece en el actual presupuesto. Total, que solo hay considerados 8,000 mdp, correspondientes a las compras ordinarias de otras vacunas como las de la tuberculosis e influenza.
El sistema de salud, desde que entró el nuevo gobierno, ha sido castigado, disminuyendo sus presupuestos cada año. Por si no fuera suficiente la incapacidad de los actuales administradores, ha provocado un subejercicio en 2020 de ¡12,000 mdp! Inexplicable que habiendo dinero, siga sin haber medicamentos quimioterápicos para el tratamiento de niños con cáncer. Ojo con esto, el Instituto de Salud para el Bienestar (INSABI), es dirigido, irresponsablemente, por un amigo del presidente, ex director de la zona arqueológica de Palenque. Un administrador formado en la Universidad Olmeca de Tabasco, sin el menor conocimiento en políticas públicas de salud. Así estamos.

La consolidación de compras de medicinas en la Secretaría de Hacienda, resultó desastrosa. Acabaron pidiéndole ayuda a la ONU. Por lo pronto, las contrataciones para 2021 deberían darse en este mes, y ya fueron aplazadas para febrero. Si no sucede otro retraso, eso significa que hasta agosto estará surtiéndose los medicamentos que se demandan con urgencia. El desabasto, especialmente de medicina para enfermos crónicos, está a la vista.
Demoler partes de la administración federal, encargados de temas como energía, comunicaciones o telecomunicaciones, produce graves impactos en la economía. Pero dedicarse a devastar la organización de los servicios públicos de salud, y más en tiempos de una plaga mortal, significa decenas de miles de muertes, que pudieran ser evitadas. Al presidente no le importan. Le interesa más el estadio de beis bol de Palenque o solazarse viendo caricaturas infantiles . Es insensato y mezquino.
