Carlos Arce Macías
Que conste, el 6 de noviembre de 2016 publiqué una columna en este diario que titulé “La Clave esta en los Moches”. Desde allí denuncié la corrupción en que se había sumergido el PAN, permitiendo que sus diputados, senadores y funcionarios formaran una amplia red de corrupción. No solo no se sancionó a nadie, sino que el grupo involucrado en esas conductas ya se había apoderado de Acción Nacional y procedía a hacerlo de la candidatura a la Presidencia de la República.

A la fecha la situación sigue en el mismo estado que se advertía en ese entonces, sin cambio alguno, fungiendo como parte de la cobertura a una inusitada red de corrupción política que continúa funcionando, aunque acotada por la brutal derrota infringida en el 2018. Hoy, el PAN enfrenta un virulento embate del actual gobierno a raíz de las revelaciones del caso Oderbrecht y la captura del ex director de PEMEX, Emilio Lozoya. La defensa del partido más fuerte de oposición en estos momentos es deprimente: ustedes también roban, todos somos iguales, afirman.
En el lejano 2016 había advertido en aquél editorial: “Solo si el PAN investiga satisfactoriamente el caso (de los moches) y ofrece a la ciudadanía y a la Procuraduría los datos de sus investigaciones internas para que los culpables sean indiciados, este instituto político podrá plantear a los mexicanos, la conveniencia de darle su voto. La próxima elección presidencial (2018), basculará sobre la decisión de partidos y candidatos para combatir la corrupción. ¿Se atreverá el PAN?”. Ya vimos que no.
Ahora se encuentra en la misma trampa: la cómoda tolerancia a la corrupción que lo ha infectado e invadido. Constaten, no hay pensamiento crítico en sus estructuras, ni siquiera musita una respuesta coherente porque no hay argumentos validos para sustentar una respuesta válida a las denuncias a su corrupción galopante. Pero, lo más sorprendente es que su mejor estrategia consiste en buscar una “Gran Alianza”, para enfrentar al partido gubernamental (una especie de viejo PRI) uniéndose a los restos de los naufragios del Revolucionario Institucional y del partido de la Revolución Democrática. Ya por lo pronto Movimiento Ciudadano declinó la invitación. Pregunta: ¿con que cara se atreven a concitar el respaldo ciudadano frente a su inacción para limpiar su vida interna? Caras duras.
La dirigencia, por lo pronto, continúa inmutable ante el embate de la denuncia de aceptación de moches multimillonarios a diputados y senadores panistas. Ninguna acción para iniciar una investigación interna contundente, más allá del señalamiento de los achichincles de conspicuos diputados y senadores azules, que ahora, asumiendo que somos tontos, revelan que no tenían idea de los pagos ilegales que recogían sus secretarios. ¿Creen que la ciudadanía puede tragarse ese cuento?
Lo más trágico es que los ciudadanos no encuentren salida a la vista. Doble es la culpa del PAN, no solo por permitir la corrupción interna y negarse a combatirla, sino por colaborar, con su ruin omisión y lenidad al colapso del sistema de partidos, como sucedió con COPEI en Venezuela. Dramático, que el partido de Gómez Morín sea el responsable de que no exista por el momento, oposición funcional alguna con qué luchar, electoralmente, contra la marea de deshonestos, irresponsables e ineptos, que hoy gobiernan México. Mientras la dirigencia panista se encuentre a cargo de uno de los involucrados en estos vergonzosos actos de corrupción, no habrá forma de cambiar las cosas. Mal para los ciudadanos.
