REPORTE DE GUERRA

Carlos Arce Macías

“Estamos en un punto de inflexión entre democracia y autocracia”

Joseph Biden

La primera guerra formal del siglo XXI estalló con la invasión de Rusia a Ucrania, con el fin de evitar su asimilación a occidente y el abandono de la influencia rusa. Los ucranianos quieren ser parte de Europa y ser democráticos, y no depender de Rusia y su autócrata en el poder. La reacción resultó brutal: la incursión del ejército ruso sobre su vecino sureño, utilizando todo su poder bélico.

Invadiendo al vecino

Pero el dictador, Vládimir Putin, se equivocó al creer que la “Madre Rusia” sería bienvenida por los ucranianos, que han estado unidos a ese país desde hace siglos. Pero no fue así. Lo que sucede es que se ha creado un nacionalismo en esa región, como resultado de la independencia producida a partir de la caída de la Unión Soviética. En 1991, toda la zona occidental del país, al rededor de diez millones de habitantes, comenzaron a compartir su interés por convertirse en parte de Europa. Ese fue el factor aglutinante del resto de los ucranianos que querían apostar por las libertades occidentales, emancipándose de la tutela rusa y su sistema dictatorial. La revuelta de 2014, llamada “Euromaidan”, perfiló la decisión de apostar por Europa (Netflix: “Winter on Fire”, documental).

Poco a poco fue socializándose la europeización, pero empezó a encontrar resistencias en la zona más oriental de Ucrania llamada Donbáss, especialmente en las ciudades de Donestk y Lugansk, las cuales aglutinan a cerca de siete millones de personas dedicadas a la industria del hierro y el acero. Ahí ha habido un movimiento separatista pro-ruso, apoyado por Putin, que llegó a declarar a estas provincias como República Popular de Donestk y Lugansk. En esa parte oriental de Ucrania, es donde se vive la más alta tensión con los rusos, los cuales pretenden anexionarse estos territorios.

Para lograr la adhesión, Putin decidió invadir a su vecino sureño, confiado que en pocos días conquistaría las principales ciudades ucranianas, incluida Kiev, su capital. Pero todo falló, cuando empezó a manifestarse una fuerte resistencia al ejército ruso en todos los nodos urbanos atacados. Las modernas tácticas bélicas se probaron en esta conflagración: la guerra multidominio y mosaico, ideadas desde el Pentágono para combatir eficazmente una teórica invasión del ejército ruso sobre Europa, se puso en marcha. Se trata de enfrentamientos limitados, preponderantemente ofensivos con municiones inteligentes, uso de drones de diversas características, sensores de campo y armas de corto alcance, pero de gran efectividad en tierra y aire. (Guerra Multidominio y Mosaico,Guillermo Pulido, Instituto de Investigación en Estudios Norteamericanos, Universidad de Alcalá de Henares, 2021).

Y luego vino el reto más formidable: conquistar ciudades, que es el mayor problema para los estrategas militares. Los tanques, principal arma de conquista territorial, pierden su efectividad al adentrarse en espacios reducidos y con posiciones de tiro elevadas. Los rusos lo saben bien, ellos mismos derrotaron así, a los nazis en Stalingrado, y luego fueron vencidos en Grozni, Chechenia. Y es que derruir edificios es construir barreras infranqueables y trincheras naturales. Un ejemplo: la toma de Berlín durante la Segunda Guerra costó ochenta mil muertos y 250,000 heridos, y requirió de un ejército soviético conformado por un millón y medio de soldados. Tomar ciudades es complicadísimo, la única solución práctica es borrarlas del mapa (Hiroshima y Nagasaki) o desaparecerlas, como lo hizo el emperador Tito con Jerusalén en el año 70, o la propia Rusia en Siria, devastando Alepo en 2016.

Daño a civiles y niños

Ahora, Putin sabe que tiene perdida la guerra en casi todo el territorio ucraniano, por eso se refugia en el Donbass, en donde las ciudades podrían estar a favor de Rusia, tornándose en un esfuerzo enorme su conquista por el ejército de Ucrania, al ser defendidas por las topas rusas y sus simpatizantes.

¿Cuál será el futuro de esta contienda? Es probable que el ejército ruso, una mole metálica de costosísimos tanques y vehículos blindados, deba sostener el asedio ucraniano durante mucho tiempo. El precio será incalculable para Rusia, en tanto Ucrania, contará con armas letales, muy baratas de nueva generación, que harán insostenible, en el tiempo, la invasión. Pero todo está por verse en esta peligrosa contienda, entre las democracias y el autoritarismo, que marcará nuestro futuro.

Armas de última generación

 

Invasión

 

 

 

 

 

 

 

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¿OTRA VEZ UN MUNDO BIPOLAR?

Carlos Arce Macías

Quienes hemos acumulado mas de seis décadas de vida, podemos recordar parte del mundo bipolar que existió durante 44 años, a partir del final de la Segunda Guerra Mundial hasta la caída de Muro de Berlín en 1989, hecho que marco la disolución de la Unión Soviética. Desde los años sesenta del siglo XX, atestiguamos las confrontaciones entre Occidente y Oriente, en diversas regiones del mundo. Todo respondiendo a la visión geoestratégica de pretensiones hegemónicas de las dos potencias que resultaron victoriosas de la guerra mundial: Estados Unidos y la Unión Soviética.

Dos súper potencias

Y no parábamos, durante la segunda mitad del siglo pasado, de ver encontronazos regionales entre estas potencias. Primero la Guerra de Corea, la Revolución Cubana, la Guerra de Vietnam, la Guerra de los Seis Días y del Yom Kipur en Israel, el Genocidio Camboyano, la Revolución Islámica en Irán, la Guerra de Afganistán, la Guerra Irán-Irak, un montón de conflagraciones en África (Somalia, Eritrea, Congo Uganda y Angola) y por supuesto, la Revolución Sandinista y la Guerra Civil del Salvador en nuestro continente.

En muchos puntos neurálgicos, padecimos la formación de guerrillas patrocinadas por el bloque soviético en América. La tensión siempre presente por la antipatía y repudio entre dos superpotencias conllevaba acciones de baja intensidad bélica, pero mortales para muchos ciudadanos de países ajenos a los intereses directos de la Guerra Fría.

Si bien las guerras no pararon con la caída del mundo soviético, la distensión fue evidente, y la paz con limitaciones, floreció en diversas zonas del mundo. Muchos de nuestros hijos, no recuerdan una guerra, salvo la de Irak, asombrosamente trasmitida por TV en tiempo real.

La invasión de Rusia contra su vecina Ucrania, apunta al renacimiento de la bipolaridad. Si bien, no en los niveles anteriores, si bajo el peligro de dos países, Estados Unidos y la República Rusa, que poseen inmensas capacidades bélicas, y misiles balísticos intercontinentales, capaces de destruir a nuestra civilización, como la hemos conocido hasta ahora.

Ya llegamos…

Y las consecuencias del retorno a una Guerra Fría, tensarían un montón de puntos en el mundo, para empezar en el Caribe, con la tradicional filiación pro rusa de Cuba. Los países latinoamericanos volveríamos a lidiar con el fomento de guerrillas, ahora involucradas con el narco, por si algo nos faltara en estos momentos. Las naciones influenciadas por el llamado Pacto de Sao Paulo, especialmente Venezuela buscarían apoyos militares directos con los rusos, provocando las reacciones obvias de los norteamericanos. Un empeoramiento generalizado, sin duda.

Fuimos testigos de que, en este tipo de pugna, la radicalización es el tono. Y esto abre la posibilidad para desatar la violencia en cualquier parte del globo terráqueo, en donde se le haga daño al odiado adversario. Esa es la lógica del combate.

Y en este esquema, encontraríamos a los dictadores bananeros, que pululan por el mundo, en la capacidad de ser respaldados por cualquier superpotencia, con tal de agraviar a su enemigo. Menos paz, más guerra, mucha violencia.

Para nuestro país, la situación sería crítica. El patio trasero de los americanos es estratégico para ellos, pero también para sus enemigos. Cabe recordar, que uno de los centros de espionaje más importantes de la Guerra Fría, fue la embajada soviética ubicada en la Ciudad de México. La frontera norte, de alta porosidad, sería importantísima en este juego peligroso.

Un gobierno veleidoso e insensato a los intereses del vecino, provocaría acciones temerarias y duras de los norteamericanos; pero un autócrata títere, envilecido y manipulable a contentillo, podría ser un dulce obsequio para el vecino. No resulta una coincidencia, que mientras se mantuvo la rivalidad mundial, México fue gobernado por una dictadura “perfecta” alineada a los intereses fundamentales de nuestros vecinos. No fue sino a partir de mediados de los años noventa, cuando inició la transición a la democracia tierna y joven que veníamos experimentando y que hoy parece pausada. Por ello hay que impedir, a cualquier precio, el retorno a la autocracia, que, combinada con un mundo polarizado, sería una tragedia para México.

Dictadores bananeros