Carlos Arce Macías
Guanajuato es una ciudad muy especial por su herencia cultural y arquitectónica. Siendo una localidad única en el mundo, ha sido catalogada como “Patrimonio Cultural de la Humanidad”. Esto lo debería saber puntualmente el delegado del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) en Guanajuato, Arq. David Jiménez Guillén, porque de ello depende el buen desempeño de su cargo.
También debe de conocer el novel delegado, que en la ciudad de Guanajuato, nos quedamos bien acostumbrados, a presenciar desde la delegación del INAH, una furiosa defensa del patrimonio de Guanajuato y su entorno, especialmente en el cuidado y respeto por su arquitectura y por el tipo de construcciones que pueden erigirse en la ciudad y sus vecindarios. Don Sergio Tovar, el anterior delegado, fue un firme funcionario, que se resistió a permitir que los intereses particulares, primaran sobre los de la comunidad, proveyendo el cumplimiento estricto de la norma. Los guanajuatenses, que estamos siendo gobernados por un ayuntamiento sumamente débil, vimos con agrado como la autoridad federal, ponía freno al libertinaje de los abusivos, frente a la pasividad del gobierno local.
Estas reflexiones se suscitan por las recientes declaraciones en torno al conflicto con el Hotel Casa Colorada, que ha emitido el Arq. Jiménez Guillen, dejando entrever una sospechosa actitud, que hace temer lo peor, a los grupos ciudadanos dedicados a la protección de la ciudad. El hotel, contra toda norma, decidió edificar en el cerro de San Miguel, un largo y exuberante bloque de concreto que alojará 40 habitaciones, alterando la sensible imagen urbana de la ciudad patrimonio de la humanidad. La delegación del INAH fue implacable y suspendió la obra, ordenando la demolición de la ilegal construcción. Hasta ahí todo bueno.
Pero he aquí, que como acostumbramos en México, el agua turbia se mueve por las cañerías, tocando con su humedad las débiles voluntades burocráticas del funcionariato federal, al cual se le advierte una inusitada lenidad frente al problema de la indebida construcción hotelera. Nos advierte Jiménez Guillén que ahora, el agresivo y feo edificio, podrá ser “mitigado” mediante la siembra de arbolitos o con pintura que lo camuflagee con el cerro. Todo lo decidirán de común acuerdo, en México, con los dueños afectados, que violentando las normas que rigen la construcción en la ciudad, por sus pistolas, así nomás, construyeron lo que quisieron. Sus intereses primero, Guanajuato al final.
El asunto es muy delicado, porque es un caso simbólico para la capital del estado. Permitir una construcción ilegal, y pactar una “mitigación”, como es el caso, hará permisible el mismo criterio para comenzar a construir en las laderas del Cerro del Hormiguero y La Bufa. Si el emblemático cerro de San Miguel, vigilante de todo el casco urbano, y que hospeda la efigie del El Pípila, puede ser mancillado por promotores hoteleros foráneos, sin misericordia para con la egregia ciudad; con mayor razón podrá, a partir de este hecho, ser promovida la expansión de la mancha urbana sobre los mitológicos crestones del sur de la ciudad. La Bufa estará en peligro inminente.
Sépanlo Doña María Cristina García Cepeda y Don Diego Prieto, Secretaria de Cultura y director del INAH: el Festival Cervantino está muy cerca, y el enojo de los guanajuatenses puede manifestarse aprovechando el evento internacional, para hacer saber al mundo, que en materia de protección a Guanajuato, la impunidad impera sobre la aplicación de la ley, de ser el caso. El INAH debe asumir, a plenitud, su función protectora. No exigimos más.