UNA INFLUYENTE CARTA, SOBRE LA REFORMA PENAL

 

 

UNA INFLUYENTE CARTA, SOBRE LA REFORMA PENAL

Carlos Arce Macías

Para Miguel Valadéz, mi maestro

 Eugenio Zaffaroni, es un criminólogo y jurista, graduado en la Universidad de Buenos Aires, con estudios de posgrado en el Instituto Max Planck de Alemania, que fue Juez de la Suprema Corte de Argentina. Con una carrera académica y profesional brillantísima, como profesor universitario, consultor de instituciones internacionales como el Instituto Interamericano de Derechos Humanos y la ONU, profesor invitado de más de 10 universidades; cuenta con 29 doctorados honoris causa de centros universitarios latinoamericanos y españoles, y es actualmente juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Se trata de un jurista de primera línea.

Durante su encargo en la Suprema Corte argentina, cuando corría el año de 2014, el juez Zaffaroni, presidía la comisión encargada de reformar el código penal, que pretendía aumentar las penas de diversos delitos. Y en ese trance se encontraba, cuando recibió una importante carta, que contenía implacables reflexiones a la intención de volver más severos los castigos en la reforma en estudio.

En esta carta se señalaba: “En nuestras sociedades tendemos a pensar que los delitos se resuelven cuando se atrapa y condena al delincuente, pasando de largo ante los desafíos cometidos o sin prestar suficiente atención a la situación en que quedan las víctimas. Pero, sería un error identificar la reparación solo con el castigo, confundir la justicia con la venganza, lo que sólo contribuiría a incrementar la violencia, aunque esté institucionalizada. La experiencia nos dice que el aumento y endurecimiento de las penas con frecuencia no resuelve los problemas sociales ni logra disminuir los índices de delincuencia. Y, además, se pueden generar graves problemas para las sociedades, como son las cárceles superpobladas o los presos detenidos sin condena… En cuántas ocasiones se ha visto al reo expiar su pena objetivamente, cumpliendo la condena pero sin cambiar interiormente ni restablecerse de las heridas de su corazón”.

 Y continuaba la carta: “Si al delincuente no se le ayuda suficientemente, no se le ofrece una oportunidad para que pueda convertirse, termina siendo víctima del sistema. Es necesario hacer justicia, pero la verdadera justicia no se contenta con castigar simplemente al culpable. Hay que avanzar y hacer lo posible por corregir, mejorar y educar al hombre para que madure en todas sus vertientes, de modo que no se desaliente, haga frente al daño causado y logre replantear su vida sin quedar aplastado por el peso de sus miserias”.

 Luego remataba: “Qué bueno que se dieran los pasos necesarios para que el perdón no se quedará únicamente en la esfera privada, sino que alcanzara una verdadera dimensión política e institucional y así crear unas relaciones de convivencia armoniosa. Cuánto bien se obtendría si hubiera un cambio de mentalidad para evitar sufrimientos inútiles, sobre todo entre los más indefensos.

Queridos amigos, vayan adelante en este sentido, pues entiendo que aquí radica la diferencia entre una sociedad incluyente y otra excluyente, que no pone en el centro a la persona humana y prescinde de los restos que ya no Ie sirven”.

 Al final venía la rubrica del remitente: Papa Francisco

Zaffaroni, agradeció gentilmente al Papa su misiva y contestó: “Nuestra región sufre diferentes niveles de violencia que, sean bajos o altos, sólo parecen interesar como objeto de manipulación mediática, en pos de un fin único: agravar penas, inventar tipos penales nuevos frente a cada problema social y, en el fondo, consolidar la idolatría del poder punitivo, cuya ilusoria omnipotencia explotan los políticos inescrupulosos y rinde a los gobiernos, con el consiguiente peligro para las estructuras institucionales democráticas de los Estados”

 El eminente jurista, luchaba solo frente al oficialismo gubernamental.

Ahora que en Guanajuato los poderes del estado, en pleno, han decidido una reforma para acrecentar las penas, y tomando en cuenta que los bastos trabajos de investigación criminológica, a nivel mundial, son concluyentes respecto a la inefectividad de esa medida para controlar el aumento de la delincuencia, los señores legisladores deberían valorar seriamente la trascendencia del aumento de penas que pretenden imponer. Piénsenlo muy bien, ya que quizás el problema se encuentre en el alto grado de impunidad, más del 60% de los delitos, que en nuestro estado no se castigan. El problema no es la ley, sino la ineficacia de las instituciones.

Twitter: @carce55,

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TRAS LA TUMBA DE SAN PEDRO, LA NECRÓPOLIS VATICANA

SAN PEDRO

Carlos Arce Macías

 

A mi querido amigo Francisco Montiel

 

Durante estos días, visita México el Papa Francisco. La feligresía mexicana, fervorosa como pocas, colapsará la vida de la capital y varias ciudades del interior de la República. El catolicismo, religión mayoritaria en nuestro país, esta de plácemes. El heredero de San Pedro esta entre nosotros, y su presencia me lleva a recordar una interesante experiencia.

 

Hace algunos años, estuve en Ciudad del Vaticano, y tuve la oportunidad de visitar una parte reservada de la majestuosa Basílica de San Pedro, la más grande del mundo. Se trata de la Necrópolis Vaticana (Scavi Vaticani), ubicada en la profundidad de la Basílica, a once metros por debajo de las catacumbas que albergan las tumbas de los últimos papas a la que solo tienen acceso un número de visitantes muy reducido, 250 personas diarias.

 

La necrópolis fue descubierta en 1949, y Pio XII ordenó a los arqueólogos del Vaticano iniciar los trabajos necesarios para acceder al antiguo panteón que fue enterrado para construir sobre el, la primera Basílica de San Pedro, la de Constantino en el siglo IV.

 

El grupo de sepulcros descubiertos en las profundidades vaticanas, muestran cultos romanos como el de Dionisos y egipcios como Horus. Verdaderos tesoros de la antigüedad, correspondientes a los mausoleos de la Via Cornelia de los tiempos del emperador Nerón. Allí pues, en el corazón del catolicismo están las pequeñas capillas paganas, donde fueron enterrados muchos plebeyos ricos.

 

A lo largo del estrecho pasillo, por donde se van visitando los 22 mausoleos con acceso al público, se llega finalmente al llamado campo “P”. En esa zona se encuentra ubicada la que se supone es la tumba del apóstol Pedro, pero esta vacía. Se trata de una sepulcro que fue identificado como de alguien importante. A su lado se encuentra un muro, el Muro Rosso, donde fue localizada una urna en la que se ubicaron algunos vestigios óseos. Es ese el sitio que se identifica como la tumba de Pedro, situada directamente abajo del gran altar mayor diseñado por Bernini. Muchas personas, atizan su fe interna rezándole a la urna de plata que se encuentra directamente enfrente del altar, creyendo, equivocadamente, que se trata del arca que contiene los restos del primer Papa. Ahí solo se guarda el palio, especie de estola, del Papa en turno.

 

Algunos estudios que se han hecho sobre los huesos encontrados, indican ciertas posibilidades de que se traten de los restos del egregio apóstol, sin embargo, la Iglesia se ha negado a realizar el importante estudio de carbono 14, para poder fechar su edad exacta. Los creyentes católicos deberán conformarse con la explicación papal que formuló Paulo VI en 1968, al terminar los trabajos arqueológicos. Determinó que la tumba de Pedro había sido encontrada y que contiene restos que científicamente pudieran atribuírsele.

 

El viaje a las profundidades de la gran Basílica, es una inmersión de dos mil años, al inicio mismo de la religión cristiana, y su fincamiento en Roma, el eje del mundo antiguo. Recorrer sus estrechos pasajes, husmear el interior de cada mausoleo pagano, ver plasmadas las efigies de los dioses protectores de religiones desaparecidas, provocan una singular emoción, que tiene como término, la pequeña caja que guarda los supuestos restos del mártir sobre el cual se fundó la Iglesia Católica Romana. A las anteriores religiones, provenientes de oriente o constituidas por referentes helénicos, les cayó encima y sepultó el peso inmenso de una nueva religión, constructora de la cultura occidental. Una gran experiencia.

 

Para finalizar el recorrido, ahora los invito a trasladarnos a Tierra Santa, a una cueva del Monte de los Olivos, cerca de Jerusalén, en dónde fueron descubiertos en 1953, varios osarios del siglo I. Se trata de una parte del cementerio del convento llamado “Dominus Flevit”, a cargo de sacerdotes franciscanos. El monasterio esta situado en el lugar en el que según la Biblia, lloró Jesús la última noche antes de ser apresado. Algunas de las vasijas correspondían a los nombres de Lázaro, Marta y María, sus hermanas, coincidentes con las Escrituras. Pero lo que llamó poderosamente la atención, fue una urna que contenía la siguiente inscripción en arameo: “Simon Bar Jona”, que significa Simón, hijo de Jonás, que corresponde a la referencia bíblica de Mateo 16:17: ”Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás…”. Es el nombre original de Pedro, y al parecer ese es su osario (“Gli Scavi del Dominus Flevit”. 1958. P.B. Baggati y J.T. Milik, sacerdotes franciscanos; así como el reportaje de Paul Peterson sobre el tema: www.aloha.net/~mikesch/peters-jerusalem-tomb.htm). Quedamos, pues, ante un misterio por clarificar.

@carce55