Carlos Arce Macías
Los empresarios guanajuatenses, asentados en la capital del estado, debutan como asociación constituida bajo el influjo del Consejo Coordinador Empresarial, aliándose a los peores intereses que amagan a la capital de nuestro estado.

Herederos, quizás no lo saben, de los grandes personajes que durante los siglos XVIII y XIX fincaron la potencia económica del reino de la Nueva España y de la naciente economía de una república mexicana restaurada, luego de sangrientos conflictos; han decidido iniciar su incursión en la política local evidenciando inexperiencia, miopía y poco tacto.
A palos de ciego, solo identifican las más efímeras acciones para reactivar la economía local, relacionadas con las obras públicas y los contratos que estas generan, y que benefician al gobierno-botín anclado en Guanajuato capital desde hace varios trienios. Se trata, inicialmente, de construir un nuevo “Museo de las Momias” – el tercero -, el cuál, suponen, derramará sus beneficios sobre la red turística local, produciendo el milagro de reactivar la economía. ¿Por qué apostar por una nueva exposición de cadáveres cuando no existe un museo de la ciudad o de la minería? Entiendan, la magia está inmersa en una ciudad imposible, construida en la escarpada cañada, producto de una bonanza inimaginable, que inundó de plata al mundo, y que impactó a cuanto viajero la visitó, incluido el barón de Humboldt, el gran sabio de la época. No se entiende porqué no promover la variada oferta de museos de la ciudad, especialmente el regional de la Alhóndiga de Granaditas, en contraste con las clientelas que se solazan admirando en un cadáver expuesto, el último rictus de una persona, antes de morir. Puro morbo.
Y mientras se extravían en las callejuelas de la ciudad patrimonio de la humanidad, los ahora sucesores de los condes de Valenciana, Rul o Pérez Gálvez, o bien de Don Ramón Alcázar, el gran millonario porfiriano, junto con Ignacio Ibargüengoitia o Francisco de Paula, mineros visionarios y consumadores de una épica empresarial notable; sus sucesores no son capaces de encontrar la claridad sobre las acciones que los gobiernos deben realizar para promover e incrementar una economía local fructífera para todos.
Debieran saber que la clave esta en la reactivación de los mercados locales (minoristas, inmobiliario, artesanal, minero), mediante la depuración de las regulaciones que se han heredado, sin ser actualizadas bajo una visión de fomento a la competencia leal. Esto solo se logra mejorando las regulaciones con el fin de aceitar la economía. Finalmente, el gobierno no crea empleos ni riqueza, es la iniciativa de los privados quién tiene a cuestas esta función.
Urge una reglamentación que permita abrir, operar y cerrar fácilmente negocios en Guanajuato, desarrollar la actividad empresarial bajo una normatividad clara y cumplible para todos. Se debe diseñar un entorno que elimine privilegios de grupo, que estandarice las rutinas administrativas y excluya cargas burocráticas innecesarias, contando con tecnologías de punta, para realizar los trámites desde cualquier teléfono inteligente o computadora. Para esto se necesitan inversiones públicas muy menores que evitarían el innecesario endeudamiento del municipio por 70 millones de pesos.

Para incidir en el turismo, es más urgente perfilar una solución al transporte dentro de la ciudad, pletórica de sitios históricos, monumentos novohispanos y art nouveau, así como rutas de galerías de arte. Esta solución requiere un sistema moderno e innovador de transporte de última generación, que nos proyectaría como una ciudad visionaria y abierta al futuro.
En Guanajuato hay que saldar, dos asuntos torales: un vergonzoso basurero a cielo abierto que arroja lixiviados al río Guanajuato, y el necesario saneamiento de las aguas que contaminan la presa de La Purísima, que abastece de líquido a gran parte del municipio. La salud es primero.
Esperamos que el grupo de empresarios que conforma el naciente Consejo Coordinador Empresarial sofistique en un futuro sus análisis y propuestas, escuche otras voces, se capacite, acuda a sus colegas de ciudades vecinas en busca de consejo y se libere de influjos obscuros. Su apuesta debe de ser por proyectos serios, fundamentados en estudios sólidos y datos consistentes y no para entrar en contubernio con un gobierno deshonesto.
Comprar estadios de futbol o construir centros de exposición de cadáveres -eufemísticamente llamado museo-, endeudando a los ciudadanos, no es buen idea. Menos aún, cuando estamos inmersos en una crisis sanitaria de coronavirus que no cede y otra económica que acaba de sumir en la pobreza a más de tres millones de mexicanos. No se vale.
