Carlos Arce Macías
Inician las campañas por la dirigencia del partido Acción Nacional. Sus militantes deberán decidir entre dos alineaciones, la que encabeza Manuel Gómez Morín, el nieto del legendario sabio, fundador del PAN, y Marko Cortés, un dirigente michoacano miembro de la nomenclatura que actualmente dirige al blanquiazul.
El partido perdió gran parte de su potencia política, empeñado en una candidatura forzada y tocada por las imputaciones de corrupción vertidas sobre su aspirante, Ricardo Anaya. Sin miramientos fue acusado de lavado de dinero y no pudo sacudirse de encima dicha inculpación. Y hubiera sido sencillo desecharla, bastaba la contratación de un despacho internacional especializado en esos temas (Como lo es el de Gregory Baldwyn, por ejemplo), que analizara el expediente y los hechos que fundamentaban la acusación, para, a través de un dictamen exculpatorio se desactivara la amenaza de la PGR. Sospechosamente, esa vía nunca se intentó. ¿Algo había que esconder entonces?
El PAN, perdía credibilidad, más que por su encono interno, al forzar Anaya su postulación frente a Margarita Zavala, por el desdoro del escándalo de los moches, que no se atrevió a investigar, sancionando a los diputados que intervinieron en los sobornos a las administraciones municipales, a cambio de “bajarles” recursos. Coordinador de la LXII Legislatura de los diputados, Anaya estaba involucrado en esos hechos, por eso no se procedió a investigar el estridente caso, a través de la Comisión Anticorrupción del partido.
Esta concatenación de hechos, llevaron a la creación de un nuevo calificativo de desprestigio político, endilgado al partido: el PRIAN. Durante la campaña, fue imposible quitarse de encima el maldito epíteto. Automáticamente, a falta de investigación y sanciones ejemplares, las perversiones del priísmo fueron trasmutadas a Acción Nacional, quedando equiparado, en cuanto a corrupción, a la extendida fama de los políticos del PRI.
También muchos gobiernos panistas, nada hicieron para distinguirse, a través de atributos positivos, de los gobiernos de otros partidos. Casi todos han mantenido un comportamiento similar al PRI: opacos, ineficientes y con muchos síntomas de corrupción, especialmente en las áreas de contrataciones públicas. Los moches en todo su esplendor. Atrás quedaron las ejemplares, eficientes, e innovadoras administraciones de los municipios panistas, encabezados por personajes de la talla de Luis Álvarez, Francisco Villarreal, Pancho Barrio, Carlos Medina Plascencia, Gabriel Hinojosa, Eliseo Martínez y Héctor Osuna, entre otros. El impulso de cambio se acabó y resultó sustituido por administraciones anodinas, que se fueron pudriendo poco a poco. El impulso de cambio decreciente, de los gobiernos estatales, puede ser estudiado mediante el ejemplos de Baja California y Guanajuato, en donde se han ido degradando, desde las administraciones de Ruffo y Medina Plascencia, para rematar en los malos ejemplos del Kiko Vega y Miguel Márquez. El PRIAN, se ha estampado en el ánimo colectivo, con la ayuda de desleales gobernantes panistas.
No obstante la aplastante derrota sufrida en las últimas elecciones, los mexicanos no poseemos ninguna otra organización política que pueda reconstituirse como una oposición seria y funcional frente a la nueva hegemonía lópez obradorista. El PAN es el único que conserva cierta estructura para plantar cara al poderoso Morena. Pero resulta increíble que no se de cuenta que para hacerlo debe de desterrar las prácticas corruptas que lo mantienen secuestrado. Solo así puede constituirse en una opción digna de ser votada por los ciudadanos.
La única manera de lograrlo, es optando por un cambio radical en su dirigencia. La actual, configurada desde el anayismo, debería haberse ido tras el contundente descalabro electoral, con la cola entre las patas. Pero no, insiste en apoltronarse en el mando del partido. Ahora, ante la amenaza del gómez morinismo, dio un paso hacia el abismo: pactó la candidatura de Marko Cortés, el personero de Anaya, con los gobernadores que ya los habían traicionado, congraciándose con López Obrador unos días antes de los comicios. Les digo, hacen lo que sea, con tal de mantener una tajada de poder.
Pero los peligros no se acaban para el partido. El pacto con los gobernadores lleva su propia carga venenosa: el acuerdo consiste en que el PAN local quedará en sus manos y bajo su designio autoritario. Esto acarreará un peor desfiguro. La pulverización de Acción Nacional en una decena de feudos acomodados al gobernador en turno. Esto significará la renuncia a transformarse en una verdadera oposición, a cambio de la simplona negociación de beneficios presupuestales para los ejecutivos estatales. Por supuesto, ninguno podrá ser reconvenido por malas practicas o vicios en el desempeño de su gobierno, desde una debilitada dirigencia partidaria. El extravío se profundizará.
A los militantes panistas, muchos en busca de oportunidades de ascenso y participación política, les debe quedar claro, que si quieren mantenerse en el poder, o si desean conquistarlo, deben de entregarle a la ciudadanía hechos contundentes de enmienda de las malas prácticas adquiridas de los priístas. Un primer paso es el cambio de dirigencia por una nueva camada de panistas comprometidos con la erradicación de la corrupción, que hoy corroe las entrañas del partido.
Seamos claros. Al igual que Anaya, Marko Cortés está tocado por graves imputaciones. La primera consiste en las revelaciones del presidente de la Comisión de Ideología del PAN, Juan José Rodríguez Prats, que imputa a Cortés haber comentado que poseía, en 2011, 70 millones de pesos para su campaña a gobernador, obtenidos de empresarios a cambio de la promesa de negocios en su futura gubernatura. En aquél tiempo, Rodríguez Prats fungía como delegado del PAN en Michoacán. El asunto se discutió en el Comité Ejecutivo Nacional, existe (espero no lo hagan perdidizo) un reporte del propio delegado, y este documento fue la causa de que se le negara a Marko la candidatura michoacana.
Pero el asunto no queda ahí. Por el noticiero de Denise Mearker, mediante una investigación denominada “La Caja Negra”, de la periodista Fátima Monterroso, nos enteramos de extraños manejos financieros del coordinador parlamentario panista de la LXIII Legislatura. Se trata de la entrega de remesas por un desconocido concepto, denominado “subvenciones”, por la cantidad de ¡650 millones de pesos! Este monto, tuvo un manejo opaco y discrecional, y fue recibido a cambio de la aprobación de iniciativas (sic). El coordinador, Marko Cortés, repartió solo una parte, entre sus diputados incondicionales, a razón de entre 150 y 300 mil pesos al mes para cada uno, otros no recibieron nada. Ahora entendemos porque Cortés se ha desenvuelto como pez en el agua, dentro del estanque anayista.
En conclusión: la formación de una verdadera oposición requiere de honradez y valentía. La primera sirve para no ser capturado por su poderosa contraparte. La segunda, para encarar de frente, sin bajar la mirada, los enojos que provoquen los retos que se lancen contra el principal detentador del poder. El PAN solo cuenta en estos momentos con una alternativa: desechar la unidad artificial, en torno a la corrupción, que propone Marko Cortés; o decidirse por una verdadera unidad que no signifique impunidad. Al panismo le debe de quedar claro, o la bebe o la derrama.
@carce55