DE MALACATE A FUNICULAR

VARITA MÁGICA: DE MALACATE A FUNICULAR

Carlos Arce Macías

Guanajuato es una ciudad que se presta a la trama de novela. Así lo han demostrado escritores de la talla de Carlos Fuentes y Jorge Ibarüengoitia. Sus historias se convierten en leyendas, y con el realismo mágico, toman forma como en la bienvenida de un alcalde con acompañamiento de mariachi, para recibir a las momias (cuerpos áridos) extraviadas en gira artística. La ciudad, plagada de callejones, es la única del mundo donde sus vías públicas desaparecen, de un día a otro, invadidas por vecinos voraces que se apropian de los serpenteantes callejones. La última anécdota es el servicio de transporte entre el callejón de la Constancia y el monumento al Pípila, ubicado en la cúspide del cerro de San Miguel, en donde un malacate industrial, fue convertido en un funicular por obra y gracia del toque de la varita mágica de un Ayuntamiento en crisis, dividido,y desorientado; que sin inmutarse, pone en riesgo la seguridad y vida de los usuarios.

Como muchas historias del pueblo, esta tiene su origen en la visión de la cañada. Esa perspectiva que los guanajuatenses de la capital del estado no logramos sacudirnos, por causa del control político sobre la ciudad, que han constituido una gavilla de personajes deplorables, que se abrogan las opciones de hacer negocios para sí mismos, otorgándose toda clase de privilegios. Uno de ellos, es el dueño de la empresa que opera el “funicular”. Este irresponsable “empresario”, con total negligencia, permitió que el ingenio mecánico fuera desgastándose, al punto de que el 20 de junio de 2015, una de las cabinas se desplomara desde 50 metros de altura, produciendo múltiples fracturas a su única ocupante, una trabajadora de la empresa. Fue una suerte de que la góndola no hubiese llevado un grupo mayor de pasajeros, porque el peso y el vertiginoso descenso, hubiesen sido la combinación perfecta para un evento mortal.

A partir del accidente, el dueño, un político de bastante mala fama en la localidad, presionó a sus compañeros de partido que tienen puesto en el Ayuntamiento, para que le permitiesen volver a operar, lo más rápido posible. El Cabildo respaldado en un estudio de la Universidad de Guanajuato, condescendió para que recientemente el peligroso transporte volviera a funcionar.

El problema al que se enfrenta el gobierno municipal de Guanajuato, es que el permiso que dieron, es para un medio de transportación denominado “Funicular”, cuando en realidad, se trata de un malacate industrial, que indebidamente es usado para transporte de personas.

A nivel mundial existe toda una regulación para que estos mecanismos, de tracción a través de cables, sean usados como medios de transporte de personas. Para ello, deben de obtenerse certificaciones de seguridad basados en estándares (normas oficiales) establecidos para su operación segura.

El mecanismo utilizado para operar el peligroso “funicular” guanajuatense, es un cabrestante eléctrico (malacate), fabricado, en España por la empresa Zitron, ubicada en Gijón, según información del propietario. Dicha empresa se dedica a la manufactura de equipo para minería.

La ley de Metrología y Normalización, que no conocen los miembros del Cabildo capitalino, en su artículo 53 establece, que ante la inexistencia de normas oficiales mexicanas, como es el caso, se requerirá que los productos, en este tema el cabrestante español, cumplan con las normas del país de origen (España). En pocas palabras, el ingenio mecánico debe poseer certificaciones españolas para operar como funicular.

Hay certificaciones de seguridad de la entidad española de acreditación AENOR, que debieran estar cumplidas, ya que existen funiculares en funcionamiento en España, como el de Tibidabo, Montjuic y Vallvidrera en Cataluña, el de Blunes en Asturias y el de Archanda, en el País Vasco. En este caso, se trata de la norma española UNE-EN 12929-1. ¿Dónde están esos certificados para el caso guanajuatense? Silencio del Ayuntamiento.

La diferencia entre un malacate industrial y un funicular, son los sistemas de seguridad que hacen que el funcionamiento del transporte de personas tenga los menores riesgos para los pasajeros, como regulación de la velocidad, frenado, frenado de emergencia, tensión y guiado de los cables, funcionamiento automático, requisitos de seguridad, requisitos de los cables de acero, requisitos de cálculo y de evaluación de riesgos, entre otros. Por eso el costo es substancialmente diferente. Los propios sistemas de un funicular de verdad, hubieran impedido, que el accidente relatado, sucediera.

Y se presenta otro problema: se le da gato por liebre al usuario. No se le advierte al consumidor que esta viajando en un aparato de alto riesgo, casi como deporte extremo, que no ha acreditado las certificaciones de seguridad necesarias para su funcionamiento. El engaño al público, esta a la vista. Las autoridades hacen mutis.

Remate final para constatar la indebida autorización para operar sin certificados de seguridad: sabemos que se pretende construir un teleférico que irá del Parque Bicentenario al monumento de Cristo Rey; pregunta: ¿se le exigirá a la empresa constructora las certificaciones internacionales de seguridad? ¿O se estará a lo que el Ayuntamiento de Silao establezca, a criterio de sus integrantes, para garantizar la salud y vida de los miles de pasajeros que lo usarán? Si se le exige al teleférico certificaciones internacionales, estaremos en un caso claro de asimetría regulatoria e incongruencia, ya que siendo ambos sistemas, medios de transporte movidos por cable, al de Silao si se le requerirán altas especificaciones de seguridad, mientras que al malacate de Guanajuato, por obra y gracia del amiguismo más ramplón, solapador e insensato, se le dejará funcionar sin ellas. Vaya lío.

Twitter: @carce55

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