Carlos Arce Macías
Para Juan Manuel Rodríguez, digno sucesor de su padre,
Don Pepe, nuestro querido bibliotecario.
La ciudad de Guanajuato, entre sus callejuelas, plazas y vetustos edificios, guarda tesoros, que con buena suerte pueden ser descubiertos, para obtener una experiencia vital, verdaderamente enriquecedora. Ese fue el caso de la reciente visita que realicé a la “Biblioteca Armando Olivares”, de la Universidad de Guanajuato.
Se trata del acervo más importante de libros de nuestro estado, meticulosamente cuidado por nuestra universidad. Esta biblioteca, no es otra, sino la antigua colección, mejorada, del Colegio del Estado de Guanajuato. Armando Olivares, el mitológico rector de nuestra Casa de Estudios, en sus primeros años, se encargó de preservar y acondicionar el antiguo hospital de los betlemitas, para ubicar dignamente el basto compendio heredado. Por el esmero y apasionado cuidado por el tesoro adquirido por la nueva institución, la biblioteca fue bautizada con su nombre.
Ahí se resguardan colecciones, como las del padre jesuita Francisco Sáenz de Goya, que encargaba a Europa, a mediados del siglo XVIII, los textos más modernos de la época. La compilación del doctor José María Luis Mora, político liberal, masón, historiador y sacerdote, también se amparan en la biblioteca, así como las más preciadas ediciones del inventario de 17,000 libros que el abogado Manuel Cervantes, donó a la universidad.
Pero repasemos algunos de sus tesoros. Para empezar, la basta colección de libros en pergamino, del acervo conventual del estado de Guanajuato. Durante la Reforma, los libros que se mantenían en los conventos de la región, acabaron en esta biblioteca. Posiblemente, son sus joyas más preciadas.
Hay, al alcance de la vista, libros de gran belleza, impresos, en papel de algodón, en los siglos XVII y XVIII, como la “Biblia Poliglota”, en la que puede uno practicar su lectura, tanto en árabe, como en caldeo, sirio, samaritano, y latín. Curiosidad, el arameo, la lengua de Jesús no se incluyó.
Una maravilla resulta ser la edición príncipe (primera edición) de la “Poética” de Aristóteles, en su versión latina de 1563. Estamos ante un ejemplar que sirvió a la humanidad para sustentar uno de sus períodos filosóficos más destacados: la escolástica, en su intento de apoyar a la teología, con el profundo razonamiento de Aristóteles. También se expone la primera edición de “Ensayo Político sobre el Reyno de la Nueva España”, rubricado en 1811, en su versión francesa, de Alejandro de Humboldt, junto con interesantes obras de los físicos ingleses Robert Boyle y del padre de la ciencia moderna, Isaac Newton.
Poco a poco, el olor a libro, el clima controlado en temperatura y humedad del recinto, los anaqueles y secciones que poco a poco se iluminan a nuestro paso, van envolviendo al visitante y disponiéndolo emocionalmente para vivir la experiencia que produce esta gran biblioteca guanajuatense.
No tardamos en encontrarnos con la Inquisición. La parte obscura del orden católico hace presencia a través de libros expurgados. Así sucedió con el “Gran Diccionario Histórico o Mescla (sic) Curiosa de la Historia Sagrada y Profana” expurgado en 1763, esto es, cubierto con papel, para evitar su lectura, algunas de sus páginas donde se hablaba, por ejemplo, de Las Cruzadas.
Los miembros de la Iglesia, no se salvaban de la rigurosa censura eclesiástica, como en el caso del “Tesoro de la Ciencia Moral y Suplemento de las Sumas más Selectas y Modernas que Hasta Aaora (sic) Han Salido”. Cubriendo las partes inapropiadas del texto con tinta, la obra escrita en 1668 por el benedictino Fray Anselmo Gómez, fue expurgada en 1707. Lo curioso es que con el tiempo, la tinta que guarecía al lector de las ideas contrarias a la ortodoxia católica, se fue degradando, dejando a la vista, para ser leído, el texto completo del autor. No cabe duda, el tiempo y la oxidación, permiten el avance del hombre sobre los oscurantismos mas absurdos.
Para cerrar el capitulo de la prohibición de lecturas a los piadosos católicos, observamos un grueso tomo del “Librorum Prohibitorum et Expurgandorum Index”. Se trata del registro de 1640, que debía ser consultado, a fin de saber, si un libro no estaba prohibido. El Santo Oficio, vigilaba.
Pero llegó el momento de entrar a la zona de las tinieblas, al poner ante nuestra vista el “Diccionario Infernal” de Collin de Plancy , el famoso demonólogo francés que en 1818 escribió este diccionario en el que documenta temas de magia negra, seres demoniacos, adivinaciones, ciencias ocultas, supersticiones y misterios sobrenaturales. Si usted requiere un hechizo ad hoc, de pura magia negra de la mejor manufactura, puede consultar el diccionario en este espléndido claustro universitario. Suerte.
Advierto que no pude continuar escribiendo en la noche del viernes este relato, ya que las tinieblas nocturnas se habían cernido sobre mis espaldas y los espíritus chocarreros revoloteaban en mi cabeza. Belzebú estaba en guardia, los escalofríos provocados por su tridente estaban a flor de piel, por lo que reinicio esta escritura por la mañana, bajo la seguridad que brinda la luz del día.
El viaje, a través de los libros, no ha concluido. Ahora se nos presentan dos ejemplares: “Manogito (sic) de Flores, cuya fragancia descifra Los Mysterios de la Missa y Oficio Divino”, de Fray Juan Nieto, escrito en 1703, y ”Práctica de Exorcistas y Ministros de la Iglesia” de 1693, del presbítero Benito Remigio Noydens. Los posesos eran tratados bajo las indicaciones de estos manuales especializados para expulsar diversas categorías de demonios bajo la advocación de: ¡Apártete Satanás, que Dios es mi luz, Dios es mi sostén…! Al primer libro, en el capítulo de la oración, le faltan 2 páginas, que supuestamente, fueron colocadas en la boca del endemoniado, para forzar la salida de los espíritus malignos que en el habitaban.
Al final del impactante recorrido, del cual solo he narrado una parte, reservándome secretos, oraciones exorcizantes y fórmulas que solo podrán ser conocidas visitando la gran “Biblioteca Armando Olivares” , me quedo con una reflexión: Los libros de Aristóteles, Newton y Humbolt, son el verdadero exorcismo, sobre las supersticiones que anidan en nuestra mente. La ciencia acabará dispersando las oraciones contra los conjuros y sortilegios, por eso vale la pena ir de vez en cuando a la biblioteca.
@carce55
Artículo publicado el 12 de febrero de 2017, en AM LEÓN.