Carlos Arce Macías
Después de su fusilamiento, el cadáver del general Miguel Miramón fue trasladado a la Ciudad de México. Sufragados los gastos por su hermano, Bernardo, y sin la presencia de ningún miembro del clero, por cuyos privilegios tanto guerreó, fue sepultado en el panteón de San Fernando. El general Santiago Blanco, se acercó a la viuda, Doña Concha Lombardo, para decirle:
– La muerte del general ha sido una gran pérdida para el Partido Conservador.
Con enojo y firmeza la viuda le respondió:
-Todos ustedes están enterrados en esta tumba.
(La Derrota de Dios, José Luis Trueba Lara pag.32 Ed. Suma de Letras)
El tema de los conservadores viene a cuento, porque el presidente de México, transformado en historiador matutino, insiste en construir molinos de viento para combatir contra ellos. En varias ocasiones sus aspas lo han atrapado y vapuleado. Cree saber de historia, cuando solo conoce y le interesan relatos ideologizados.
Inmerso en su mundillo provinciano, no cuenta con elementos de historia universal, que le aporten una perspectiva más amplia que el simplismo de relatos comunes. Esto lo lleva a equivocarse constantemente. Es como querer explicar las matemáticas, conociendo solo la resta.
El conservadurismo se perfila como una respuesta a la derrota de Napoleón durante el periodo denominado de la Restauración, en el que Rusia, Austria y Prusia procuran el rescate y conservación del viejo orden, basado en gobiernos de corte monárquico. Los intentos de preservación de las monarquías, cundieron por muchas regiones. Pero el frágil equilibrio europeo duró muy poco, pronto renacieron las revoluciones y movimientos políticos.
Nueva España no fue la excepción. Primero se evitó la independencia promovida por el propio virrey José de Iturrigaray, luego se liquidó la revuelta de Hidalgo y Morelos. Para 1820, cuando ya todo estaba bajo control, surge la amenaza de que la Constitución de Cádiz de 1812, entrara de nuevo en vigor, ante el triunfo de los liberales españoles encabezados por Rafael del Riego. Los grupos novohispanos dominantes, al mando de Agustín de Iturbide reaccionaron velozmente decretando la independencia, garantizando así sus intereses. Nace entonces, el primer Imperio Mexicano.
Los conservadores, luchaban por el mantenimiento del orden tradicional, basado en el predominio de los intereses de los peninsulares y criollos, del ejército, pero sobre todo, de la Iglesia Católica Novohispana. Su divisa: Religión y Fueros. Siempre encontraron durante esta época apoyos europeos, derivados de las monarquías más potentes. En toda ocasión su sostén fue Europa.
Mientras tanto, los liberales, organizados a través de las logias masónicas (yorkinas y del rito nacional mexicano), promovieron cambios estructurales basados en la desamortización de los bienes del clero y el reconocimiento pleno de la garantía de libertad religiosa, que conlleva la construcción de un Estado laico. Siempre fueron inspirados y respaldados por la nueva potencia hemisférica: Estados Unidos.
De esa manera el juego geopolítico se planteó entre los intereses europeos y norteamericanos, México siempre fue víctima de esta condición, ya que el triunfo de conservadores o liberales, significaba a su vez la victoria de europeos o estadunidenses, y por consecuencia, la consolidación de un poder hegemónico sobre el continente americano. Juárez por ejemplo, pudo sostener su lucha contra el Imperio de Maximiliano gracias a los apoyos de nuestros vecinos del norte, mientras los conservadores combatían apoyados por las bayonetas francesas.
No es recomendable recrear sangrientas guerras civiles, y tampoco asumirse como parte de un bando decimonónico, ya que, fuera de contexto histórico, se genera una cadena de incongruencias mayúsculas, que restan confianza y certidumbre al discurso presidencial. La congruencia es el punto neurálgico, ya que el ejecutivo federal se asume liberal, pero en muchas ocasiones acaba coincidiendo con posiciones conservadoras. Veamos.
El conservadurismo tuvo como línea de acción primigenia la reivindicación del cristianismo y López Obrador profesa en una de sus sectas. Por otra parte, los conservadores mexicanos, apostaron todo en defensa de otra rama del cristianismo: la Iglesia Católica. Ambos coinciden en la defensa de la religión, mientras para los liberales lo religioso queda en el ámbito interno de cada persona. Confundir pues, la tribuna presidencial con púlpito, resulta profundamente conservador.
Los conservadores siempre fueron seducidos por la monarquía, en tanto los liberales se decantaron por la república. Mientras el monarca concentra el poder, el liberal intenta su dispersión. A los primeros, el voluntarismo monárquico y el autoritarismo, no les incomodaba, así como nuestro tabasqueño presidente, no parece sentirse angustiado concentrando el poder. Alejarse del ánimo republicano, intentando imperar sobre el legislativo y judicial, no lo perturba; acomodándose a una práctica típicamente conservadora.
El fuero militar ha sido otro de los pilares del conservadurismo. Mientras que el control del uso de la fuerza, supeditándolo a la autoridad civil, fue la bandera de grandes liberales como Ignacio Vallarta; el camino recorrido hasta hoy por el nuevo presidente, es el de la entrega y empoderamiento ilimitado de las fuerzas armadas, como desde hace mucho no lo habíamos visto. Otra política totalmente conservadora.
El movimiento que encabeza Andrés Manuel, contiene grandes inconsistencias. Por un flanco sostiene líneas de compromiso con la libertad individual, materializadas, hoy en día, en el apoyo al matrimonio igualitario y el aborto, mientras pacta alianza con el Partido Encuentro Social, cuya ideología conservadora, que se origina en las creencias de agrupaciones cristianas, en torno a La Biblia. Su actitud resulta muy poco liberal.
Pero también se estrella en sus conferencias mañaneras, al atacar al Porfirismo, que es otra de sus fobias. Apunto: Porfirio Díaz, junto con Mariano Escobedo, fueron los sables liberales que derrotaron al Imperio de Maximiliano. Mientras Escobedo rendía Querétaro, Díaz conquistaba Puebla y recibía la rendición incondicional de la Ciudad de México. ¿Conservador Don Porfirio? Al fin de la guerra de intervención, fue el general liberal más famosos, aparte de pertenecer a una logia masónica del rito nacional, en grado 33 (Porfirio Díaz. Su vida y su tiempo I. Pag.151. Carlos Tello Díaz).
Para rematar, tranquilicemos el estridente ambiente en que vivimos ahora. El partido conservador fue sepultado con Miramón. Su viuda, Concepción Lombardo, dejó unas extraordinarias “Memorias”, en las que plasmó estas frases: “El Partido Conservador naturalmente inepto y desalentado, después del drama de Querétaro, fue acabando poco a poco, hasta que desapareció por completo” (Una mirada femenina: Porfirio Díaz visto por Concha Miramón. Patricia Montoya Rivero. UAM pag. 70).
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Por medio del discurso mañanero, López Obrador intenta resucitar a un muerto, para construir un mito, y sobre este, fincar una épica que terminará en caricatura. Así, cada madrugada, continuará girando enganchado en las aspas de sus molinos de viento. Preciado tiempo presidencial, irresponsablemente desperdiciado.