PROMESAS DE CAMPAÑA

Carlos Arce Macías

Los políticos andan desatados prometiendo a la gente cuanta ocurrencia sea necesaria con tal de ganar la elección. Gran parte de los compromisos están amparados por una larga práctica de clientelización, sustentada con programas públicos, especialmente en el caso de los funcionarios y representantes con ánimos de reelección.

Vale la pena reflexionar, en este punto, en la diferencia que hay entre gobernar y prometer entrega de diversos bienes y obras hechas con los presupuestos públicos. 

Gobernar se define como dirigir una comunidad, el municipio para ser precisos, en el caso que nos ocupa. Las funciones van encaminadas a planificar, organizar, coordinar y controlar una entidad. Todo esto hay que hacerlo bajo una condición indispensable en estos aciagos momentos que vivimos: llevarla a cabo con honestidad.

Hasta ahora ha sido casi imposible, aunque hay como siempre raras excepciones, hacer entender a alcaldes, síndicos y regidores, que está prohibido hacer negocios desde los puestos públicos. No se vale, pero muchos no quieren ceñirse a patrones de integridad, porque conciben la política como un negocio, que arroja a través del tráfico de influencia y sobreprecios de contratos, porcentajes muy superiores de ganancia a cualquier otro negocio (entre el 10 y 50%). Para ellos, un funcionario honesto, es un imbécil que desaprovecha la ocasión para enriquecerse aceleradamente.

Seguramente por este crudo e indignante racionamiento, los diversos candidatos prometen de todo, menos garantizar a los ciudadanos la constitución de un gobierno comprometido con la honestidad, cuyos funcionarios y representantes no se enriquezcan a costa de los dineros públicos y el uso del poder.

Una propuesta de gobierno vinculada con la integridad debería tomar en consideración acciones muy concretas y llanas. La primera sería el compromiso de establecer el Servicio Público Profesional, para sustentar a la administración en personal capacitado y acreditado en sus labores, sujeto a una normatividad precisa, que les brinde seguridad de permanecer indeterminadamente dentro del gobierno. Sin esta pieza, no hay gobierno moderno ni eficiente.

Una misión, sin transparencia, sin conciencia de que los dueños de la información, y por lo tanto de los archivos del gobierno, son los ciudadanos, naufragará en el océano de la deshonestidad. ¿Cuántos candidatos prometen transparencia? ¿Qué hace el Instituto de la Transparencia (IACIP) al respecto de los municipios? Los avances no han calado hondo hasta ahora.

La mejora regulatoria no es sino la revisión profesional y constante de los procesos, tanto internos, como de interrelación con los ciudadanos, para hacerles fácil la vida en sociedad. Nos referimos a los trámites gubernamentales, que deben de ser sujetos a examen constantemente. El derecho humano de cuarta generación, al trámite digital, debería ser un compromiso profundo de los buenos candidatos, para evitar toda la corrupción de ventanilla y la generada por las amplias facultades de muchos funcionarios para decidir sobre cada caso en particular (discrecionalidad). Su manifestación más obvia aparece en la regulación urbana que administra las fronteras entre las zonas de conservación ecológica y la voracidad de los urbanizadores audaces. Amplísima zona de corrupción, como la que padecemos en Guanajuato Capital, bajo la administración de Alejandro Navarro y su impresentable director de Desarrollo Urbano. El trámite digital, democratiza el acceso a diversos mercados a los ciudadanos, impidiendo la concentración de ingresos en unos cuantos incondicionales, combatiendo la desigualdad y la especulación.

Finalmente ¿quién se obliga a rendir cuentas, monitorearse y evaluarse periódicamente? El mantenimiento de una fiscalización profesional y meticulosa avala la apropiada dirección de un gobierno comprometido con la honestidad. Para variar, en Guanajuato Capital llevamos meses sin contralor. Las arcas están abiertas y saqueadas, y los responsables de ello aspiran a reelegirse. Ya andan en campaña chacotera.

Por lo pronto, hartas cachuchas, camisetas, promesas de pavimentación, canchas, parquecitos, tinacos, calentadores solares, computadoras, tabletas, zapatos escolares, etc. En cuanto a honestidad y buen gobierno… ¡nada!

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CORRUPTOS HONESTOS

Carlos Arce Macías

Esta semana ha sido muy enriquecedor en el debate político sobre la realidad de nuestro país. En diversos programas y en el mensaje al alba, que nos receta diario el presidente, se develó la realidad de la política mexicana. Con crudeza se ha descrito la condición de nuestra casta gubernamental, que en los diversos ámbitos gobierna el país. Como siempre, habrá algunas excepciones.

En pocas palabras: para ser político habrá que ser corrupto. La única forma de acceder a los puestos públicos y de permanecer en ellos, es transigiendo y aceptando la deshonra. La cantidad inmensa de dinero que se demanda para sostener campañas electorales (María Amparo Casar afirma que el gasto es veinticinco veces mayor al reportado ante el INE en cada campaña), condiciona a los políticos a robar dinero a los contribuyentes, saqueando las arcas públicas. Todo esto para atesorar fardos de dinero en efectivo, difícil de rastrear, que serán utilizados para la compra de votos y clientelización de los ciudadanos. Así la principal función de nuestros políticos consiste en sumergir a las personas en la indignidad.

De todos los colores.

La forma de extraer el dinero, presenta dos caminos: el primero, mediante los famosísimos moches, en donde se alteran precios de obras públicas y concesiones, o bien se condicionan permisos y licencias, o se otorgan privilegios para transgredir la normatividad a cambio de dinero; y segundo, a través de contratos ficticios con empresas fantasmas, en donde se pagan grandes cantidades por servicios que no se cumplen o por productos cuyo precio es inflado de manera escandalosa, para luego transferir las ganancias a los políticos patrocinadores del negocito (como la Operación Zafiro ).

El remate del método criminal es el lavado de dinero, industria muy en boga durante los últimos tiempos. Descubrimos cómo se “pitufean” recursos ( pequeños depósitos a cuentas para no provocar alertas bancarias), redes de transferencias internacionales de fondos, depósitos desde paraísos fiscales ( como Andorra e islas Cayman, a donde viajaba el hermano de nuestro presidente) y compra de inmuebles pactadas con lavadores profesionales, como bodegas industriales y centros comerciales ( como el caso de un excandidato presidencial).

Como todos están inmersos en estas maniobras, y casi nadie se salva, se estableció lo que se ha denominado como el “Pacto de Impunidad”, consistente en un acuerdo mafioso para no descobijarse entre delincuentes políticos, independientemente de colores partidistas. Allí entran todos (lo vimos con Ricardo Monreal cuando se le descubrió dinero en efectivo al subirse a un avión en Chiapas, evitando la consignación a la Fiscalía.).

Pero el asunto va más allá, gracias a una excepción, la del gobernador de Chihuahua Javier Corral, que en su búsqueda de “Justicia para Chihuahua”, ha podido mapear con precisión la operación de estas intrincadas redes de corrupción política. Se trata de una red interna, en el gobierno, manejada muchas veces desde la propia Secretaría de la Función Pública o desde los espacios hacendarios (Luis Videgaray, por ejemplo). Pero luego se crea una amplia red secundaria, de cobertura, para que ninguna filtración o error trascienda. En ella están incorporados periodistas, políticos de la oposición, empresarios privilegiados e incluso altos miembros de las iglesias. Un día Corral comentaba: “estamos peleando contra el mundo”, al descubrir la enorme extensión de la red criminal.

Operación Zafiro

Pero ahora, todo se publicita y aclara, cuando el propio presidente explica que los dineros sustraídos para su movimiento, de las arcas del pútrido gobierno chiapaneco que encabezó Manuel Velazco, no era dinero robado, sino simples “aportaciones”. Porque cuando la causa lo justifica, todo se purifica. 

Por supuesto, el argumento presidencial desemboca en el patético refrán de que “el fin justifica los medios”. Así, si el agobiado pueblo requiere la conducción redentora de un alcalde, diputado, senador, gobernador o presidente de la República, corromperse está permitido por usos y costumbres, así lo hacen todos y entre todos se protegen. Ser ladrones está bendecido.

“Solo son aportaciones…”

Pero lo más grave, es que aunque sean corruptos, se asuman como honestos. Son pillos y rateros, pues, traidores al pueblo. Por eso hay que identificarlos y señalarlos, porque van encarrerados rumbo al 2021.

DIME CON QUIÉN ANDAS..

Carlos Arce Macías

Sin duda el partido Acción Nacional, se encuentra en una etapa crítica. La mezcla de viejos militantes, con una generación de jóvenes acostumbrados a desplegar carreras cómodas dentro de la política, casi exentas de riesgos, a diferencia de las viejas épocas, ha prefigurado un coctel partidista poco armonioso.

En el centro de esta realidad esta un tema fundamental para México, Guanajuato, el PAN y la próxima elección de 2018: la corrupción. Y el problema que enfrenta el partido que ha gobernado esta entidad por más de 25 años es este: ¿cómo podrá convencer a los electores, de que realmente es un partido con una profunda convicción de combate en contra de la corrupción? ¿Cómo evidenciar una internalización plena, respecto a que la corrupción es el problema más grave que en estos momentos enfrenta nuestra sociedad? ¿Cómo persuadir a los ciudadanos de que cuenta con los perfiles adecuados para encabezar esta lucha anticorrupción?

El reto es extraordinariamente complejo, porque se afronta el deterioro político, que se produce por los largos años en el gobierno y por el abandono de prácticas democráticas, que en aras de la retención del poder a toda costa, se han ido perdiendo paulatinamente.

La única forma de enfrentar con éxito la próxima elección, a fin de que gane, no un grupo de apoyadores incondicionales a un candidato, sino la ciudadanía guanajuatense en su totalidad, es revitalizar, sin recato alguno, los mecanismos democráticos tradicionales del PAN, y con esto, la reconstrucción de un gobierno republicano, de contrapesos, en dónde la labor de la oposición se haga sentir y el combate en contra de la corrupción sea el objetivo principal.

Para ello el camino no resulta sencillo, se requiere de la convicción colectiva de los militantes para transformar en organización democrática, una formación partidista que ha perdido bríos frente a la ciudadanía, por su apuesta por un corporativismo, que ahora, solo beneficia a oligarquías que operan en el seno partidista.

La forma inicial, de enfrentar tan ominosa realidad, es establecer, publicitar e introspectar en sus militantes una aversión, radical y sincera, a la corrupción y sus diversas manifestaciones. Ese sería el comienzo.

Esta aversión inicia, con algo muy sencillo y claro: no juntarse con corruptos, no aceptarlos, y si es posible, escindirlos de la organización partidista. Eso es lo que entienden los ciudadanos, y lo que deberán tomar en cuenta para emitir su voto, ante la reelección de muchas autoridades que se dará en 2018.

Bajo esta reflexión, vale alertar sobre la inexplicable tolerancia con miembros del partido que se han visto involucrados en actos reprobables, y que no obstante la evidencia de estos hechos, el organismo no haya tomado medidas para frenar su encumbramiento político. Ante la irresponsable omisión, no extraña que un grupo numeroso de militantes se proclamen corifeos de tan indignos personajes.

Siguiendo la línea de razonamiento planteada, ubicarse en la cercanía a Luis Alberto Villarreal, debería ser motivo de preocupación para cualquier panista que tenga en alto su nombre y honra. Los guanajuatenses conocemos, por diversos reportajes, las andanzas del político sanmiguelense y su involucramiento en el caso de los famosos moches. Mantenerlo en el blanquiazul y darle la posibilidad de ser consejero nacional, a través de un pacto con el supuesto delfín del gobernador, es una de las más significativas pifias del PAN. La ferviente apuesta por el combate a la corrupción de la dirigencia panista, ha quedado desmentida en los hechos, ante la nominación de Luis Alberto al órgano que se define como la conciencia del panismo, en su más pura acepción.

Pero para algunos panistas, exhibirse en las redes sociales, al lado del “señor de los moches”, resulta inexplicablemente motivo de orgullo y certeza de actuar bajo los más caros valores y principios panistas. No es esta la mejor forma de manifestar públicamente un compromiso por la honestidad y la rectitud.

Desgraciadamente, nos encontramos ante un problema que padecen muchos militantes en busca de escalar posiciones en la política. No ha anidado en ellos la aversión a la corrupción, y con ella, a interactuar con los corruptos. El silencio partidista y la falta de denuncia pública, han permitido que avancen sus afanes por obtener el poder a cualquier precio, pensando pragmáticamente, que el fin justifica los medios.

Habrá que invitar, con comedimiento, a todo el panismo guanajuatense y nacional, a realizar un profundo examen de conciencia para rescatar sus valores originales y ponerlos en práctica. Deben de enmendarse muchas conductas, y discernir que las malas amistades no son propicias para lograr una carrera política, basada en el ejercicio de las virtudes cívicas.

Remato recordándoles, el viejo refrán: “Dime con quién andas y te diré quién eres”. En política, hay que tenerlo siempre presente.

Twitter: @carce55

Publicado en el periódico AM LEÓN, el 18 de diciembre de 2016