UG, LA VERDAD OS HARÁ LIBRES
Carlos Arce Macias
Las universidades, más allá de centros de saber, deben ser ejemplos para la sociedad en donde están incrustadas. Difícilmente encontraremos un espacio más adecuado para pilotear políticas públicas innovadoras, que no sea el ámbito universitario.
El viejo Colegio de la Santísima Trinidad, habilitado en 1732 por la Corona española para que los jesuitas impartieran clases, transformado en 1828 en Colegio de la Purísima Concepción, luego convertido en Colegio Nacional de Guanajuato en 1867, y en 1870, tras la Reforma triunfante, con Don Manuel Doblado a la cabeza en Colegio del Estado, son los antecedentes de nuestra máximo centro educativo.
En 1945, la institución se convierte en Universidad de Guanajuato (UG), mi universidad, que ha sido el recinto de la formación profesional de miles de guanajuatenses provenientes de todas las zonas de la entidad federativa. En los años setentas, de la pasada centuria, ahí convivimos igual los hijos de ricos empresarios leoneses, que de humildes agricultores del sur, artesanos del norte o hacendados del rico Bajío. Guanajuato era el crisol de una sociedad en donde las clases sociales se nulificaban en las aulas universitarias, aprendiendo a convivir, bajo la mirada de egregios profesores, alumnos de todas las clases sociales.
De la dictadura de un rector omnipotente, nombrado por el gobernador en turno, con mayor fortuna que pena, hay que reconocerlo, pues de ahí descollaron grandes personalidades como Don Euquerio Guerrero, Don Eugenio Trueba y el Dr. Hernández Ornelas, entro otros destacadísimos académicos de esa época; inició, tras el impulso del gobernador Carlos Medina Plascencia y del rector Romero Hicks, la autonomía del centro académico, a partir de 1994.
La Universidad ha seguido su marcha, modificando sus rutinas y estableciendo nuevas formas internas de gobierno, especialmente luego de una radical transformación, mediante la expedición de una nueva Ley Orgánica de la Universidad de Guanajuato en el año 2007.
Ahora vayamos al ámbito internacional. A partir de los años sesenta del pasado siglo, las universidades más importantes del mundo han cambiado radicalmente, ante las políticas de transparencia que se han desarrollado desde que la Freedom Information Act, norteamericana entró en vigor en 1967. Las universidades, acicateadas por la necesidad de evidenciar su desempeño, sus condiciones internas de gobierno y resultado de sus programas, se convirtieron en caja de cristal. La transparencia anidó en ellas.
Y es que solo a través de imponer un acceso pleno a toda la información institucional, centros de conocimiento como Harvard, MIT, Stanford, las Ivy League (grupo de las principales universidades de Norteamérica), pueden acceder a los enormes fondos de apoyo filantrópico de diversas fundaciones y donadores privados de los Estados Unidos y del mundo entero. Así captan cientos de millones de dólares por año.
Hoy, las principales universidades venden confianza, confianza en sus programas, resultados y buen uso de los recursos que les son suministrados. El gran desempeño olímpico de nuestro vecino del norte, por ejemplo, esta basado en los proyectos de alto rendimiento de las universidades. Son exitosos.
Pero pasemos a México y analicemos la transparencia universitaria. Aquí nadie se salva, porque se desempeñan en la opacidad y no rinden cuentas, no solo las públicas sino también las privadas. Tec, Ibero y Anáhuac, por ejemplo, son cajas negras para el ojo extraño, en contraste con lo que sucede en las universidades privadas americanas, ansiosas de recabar fondos privados. La UNAM y la UDLA, presentan pequeñísimos avances en ese ámbito, mostrando apenas atisbos de transparencia en su gestión.
Pero lo que más indigna, es el grado de opacidad que muestra mi universidad, la Universidad de Guanajuato. No cumple ni siquiera con las obligaciones de transparencia de oficio que impone la normatividad en la materia. Si se trata de acceder a los datos más comunes, como sueldos, no están publicados, sino que la página de transparencia de su portal, nos conduce a una solicitud de información. Es vergonzoso lo que sucede en el seno universitario guanajuatense. Urge un acondicionamiento radical de su política de información pública de oficio y de rendición de cuentas, así como la intervención inmediata del Instituto de Acceso a la Información Pública de Guanajuato (IACIP) como órgano garante del tema.
Probablemente en la obscuridad de su información, se encuentre el origen del deterioro que se evidencia en diversos sectores de nuestra universidad, en donde obscuros directivos usan los recursos de la institución para comprar voluntades de maestros y alumnos en beneficio de futuras candidaturas. Urge encontrar la verdad liberadora, pregonada por la Universidad estatal, para saber que pasa en esas aulas, corredores y oficinas, y como se utilizan los inmensos recursos públicos de que dispone. La verdad os hará libres, pero primero hay que conocerla.
Twitter: @carce55
Editorial publicado el 21 de agosto de 2016 en AM León.