LA GENEROSIDAD DE ANAYA

Carlos Arce Macías

Según leemos en AM, el ingeniero Carlos Medina Plascencia, figura descollante del panismo y ex gobernador de Guanajuato, pide a Ricardo Anaya, ante su reciente reaparición, que: “regreses más maduro, más generoso, tratando de unir y construir con todos, y no de atropellar porque simplemente quiero cumplir mi proyecto, mi sueño, porque ese no es el escenario que enfrentará México”.

Que regreses más maduro

Medina reclama atributos de los cuales carece el político queretano. La angustia que domina a muchos mexicanos por el desempeño cada vez más locuaz, amenazante y peligroso del presidente de la República, incita a algunos a intentar agarrarse a un clavo ardiendo. Hay que tener cuidado, se puede errar el camino, y aunque no lo crean, acabar peor.

Hay que ser serios y encontrar el punto de quiebre de la problemática que nos agobia, entendiendo su génesis. La opción de cambio populista fue adoptada por un número muy importante de votantes, frente a un gobierno profundamente corrupto, liderado  por políticos antipáticos, petulantes y fatuos. Un ejemplo de ello es Ricardo Anaya. ¡Pero es del PAN! Sí, pero resulta que Anaya y su camarilla, construyeron una impensable simbiosis entre el gobierno peñista y la dirigencia azul. Con gran destreza, AMLO identifico el fenómeno y lo bautizó: PRIAN. 

En tanto se construían acuerdos políticos para obtener recursos (ramo 23) y así sostener campañas ganadoras en los sitios acordados con el priísmo gubernamental; Anaya se encargaba de demoler a su partido desde el interior. Primero corrompieron y neutralizaron a lo que debería ser un potente grupo parlamentario: la LXII Legislatura Federal, sumiéndola en el escándalo de los moches, luego apuntó en contra de sus posibles contendientes internos: Moreno Valle y Margarita Zavala. Al primero, de la misma madera de Anaya, lo alió con promesas, y a la segunda la combatió, cerrándole todos los caminos, hasta obligarla a salir del PAN. Traicionó a Calderón.

LXII Legislatura, los moches.

Acto seguido, el queretano se enfiló a construir una coalición amplia para vencer López Obrador. Fue un desastre y de poco sirvió. Pero también tuvo que pagar el precio interno por imponer esa alianza, lo que acabó debilitando más a Acción Nacional. La verdad es que poco le preocupó el costo que el panismo debiera saldar por su forzada candidatura. Hizo añicos todo, dejando al PAN con una dolorosísima derrota histórica. Lo inconcebible fue, que luego del rompedero de platos azules, uno de sus incondicionales, su dedo chiquito, hoy dirija el partido. ¡Increíble!

Anaya calculó su regreso. Aprecia un vacío combinado con una angustia atroz, que le permita acceder a una diputación, que con mayoría pueda reponer el esquema de distribución de dinero a través de legisladores, para construir así, una bolsa que le permita ser candidato en 2024. El fin justifica los medios.

Soy yo…

La decencia, la honorabilidad y la honradez, deben de ser atributos normales entre los ciudadanos, peroimprescindibles para los políticos, como recientemente manifestaba Fernando Gómez Mont, un tradicionalpolítico del blanquiazul. Eso hay que dejarlo muy claro. Para el PAN, la actuación de sus miembro bajos parámetros de probidad, se convierte en el mayor atributo de la marca, que tanto atesoró la gente que votaba por este partido, y que la generación de Anaya, vino a eliminar sin mortificación alguna.

Medina reclama generosidad, la virtud de dar, sin obtener nada a cambio. Allí no la habrá. Un narcisista como Anaya nunca la podrá ofrecer. Esa patología, equiparable a la del actual presidente, solo les permite, a quienes la padecen oír a su ego inmenso, inconmensurable. El “otro” no existe para ellos. Por eso es imperativo andar con calma. Como afirma Bravo Mena, no necesitamos más lobos esteparios, de esos que andan solos al acecho. ¡Cuidado! Podemos equivocarnos dos veces seguidas y acabar cambiando a Calígula por Nerón.

Caravaggio, Narciso extasiado en su imagen.
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ELECCIONES 2017, DESTRUYENDO CIUDADANÍA

Carlos Arce Macías
 

Uno de los grandes estadistas registrados por la historia, fue Winston Churchill. Es identificado como uno de los grandes políticos del siglo XX, por convocar a su pueblo a luchar contra el nazismo que se esparcía por Europa, y para ello les prometía unas cuantas cosas: sangre, sudor y lágrimas.

 Los estadistas trascendentes, desde Grecia, Roma, los diversos imperios, han sabido convocar a sus pueblos a luchar, a organizarse y a contribuir a la grandeza de su nación. La ciudadanía se construye a partir de la convocatoria al esfuerzo común, a la contribución desinteresada por la mejora de la comunidad. Requiere dejar a un lado el beneficio personal, para sumarse a la energía social y lograr un desarrollo más equilibrado y justo para todos.


 Se trata de confrontar esa lucha interna del ser humano, entre egoísmo y generosidad. Los estadistas, incentivan a los ciudadanos a ser generosos, con el fin de conformar sociedades mas organizadas y potentes, relegando el egoísmo como opción secundaria en la toma de decisiones. Así se explica, en esos entornos sociales, la solidaridad comunal y el combate a la corrupción. Esta no es otra cosa, mas que la decisión egoísta, de poner por delante el interés personalísimo e ilegal, en detrimento de toda la comunidad.

 No obstante toda la narrativa histórica que nos enseña los diversos caminos para formar una sociedad más justa y colaborativa, los partidos políticos mexicanos, muchos politólogos, así como la comentocracia, se han embobado por un maquiavelismo tercermundista, que se justifica como “natural a la política” y se asume como condición para ser exitoso en ella. De esta manera se ha sublimado al político traidor, egoísta y ambicioso, como el referente del éxito, contribuyendo de esta manera a la formación de una joven clase política más depredadora que la que le antecedió.

 El mejor ejemplo, lo vemos en la formación del sistema de partidos políticos acartelados, como se describen en el interesante estudio de los politólogos de Oxford y John Hopkins University, Peter Mair y Richard Katz, en “Organización Partidaria, Democracia Partidaria y la Emergencia del Partido Cártel” (Googleénlo). Siguiendo este texto académico escrito en l995, se corrobora el fenómeno mexicano. Partidos que no requieren de ciudadanía, porque los votos se compran, se condicionan o se logran por el temor; todo esto gracias a una exaltada mercadotecnia y a los recientes sistemas de Big Data, en dónde a través del análisis en las redes sociales, se puede capturar a los votantes, de la misma forma como se les condiciona a comprar un Smartphone, un producto milagro o una golosina cargada de azúcar.

 Esto lo permite el dinero, grandes cantidades de recursos ilegales, obtenidas de los mismos presupuestos públicos, con total descaro, y con base en el pacto de impunidad existente entre todas las fuerzas políticas… todas.


 Así las promesas de campaña en los comicios de Nayarit, Coahuila, Estado de México y Veracruz, solo aluden a compromisos para entregar beneficios a los ciudadanos. No hay acciones de concientización, no hay convocatoria al esfuerzo, nunca reclamos a la inacción ciudadana por permitir tanta corrupción o invitación a alcanzar un ideal.

 Prometer, prometer, prometer, dar, dar, dar; ha sido desde hace tiempo el eje de las campañas de todos los partidos. Es en resumen, una acción generalizada de compra y obtención de votos, a través de dádivas de toda clase: tarjetas bancarias, despensas, láminas, excusados, tinacos, camisetas, delantales, cachuchas, cemento, varilla, transporte público gratuito, etc..

 Analicemos los actos de campaña. Son circos itinerantes, que convocan a las masas, porque presentan un variado menú de espectáculos: box, lucha libre, conciertos y baile. Los ciudadanos no van a oír a los candidatos, van a divertirse con el programa de esparcimiento que les proponen los partidos políticos, a condición de soportar unos cuantos discursos aburridísimos. Luego, la distribución de tortas, jugos y refrescos. Probablemente habrá también sorteos de electrodomésticos y rifas de viajes. Para el votante, entregar la credencial para sufragar, o sus datos para aparecer en una lista de compra de voto, no resulta un mal negocio.


 Con estas desvergonzadas conductas se está destruyendo, a velocidad del rayo, el poquísimo avance en construcción de ciudadanía que presenta nuestro país. No hay concientización, no hay crítica seria y fundamentada, no hay ideales en juego, no hay sustentación democrática, no hay convocatoria a la educación cívica, solo promesas y dádivas al por mayor: chucherías, frijol, aceite y galletas de animalitos. Ciudadanos maiceados, inconscientes, sin amor a su patria. Así no se construye un país. Por eso, el precipicio está tan cerca.


Twitter: @carce55