DE REYES, CUENTOS MEDIEVALES, TRAICIONES Y TRAGEDIAS

DE REYES, CUENTOS MEDIEVALES, TRAICIONES Y TRAGEDIAS

Carlos Arce Macías

En una planicie llamada Runnymede, a orillas del río Támesis, en el camino entre Londres y el castillo de Windsor, una mañana del 15 de junio de 1215, el rey inglés, Juan I, llamado Sin Tierra, se vió obligado a firmar con los nobles rebeldes que habían tomado semanas antes Londres, un documento que tendría trascendencia histórica, a nivel global: la Carta Magna.

Así se redactaba uno de los instrumentos jurídicos más importante de la historia de la humanidad:

“Juan, Rey de Inglaterra por la gracia de Dios, Señor de Irlanda, Duque de Normandía y Aquitania y Conde de Anjoú, a sus arzobispos, obispos, abades, condes, barones, jueces, guardas, alguaciles, mayordomos, criados y a todos sus funcionarios y leales súbditos. Salud…”

De esa forma, iniciaba el pergamino que concretaba la sujeción del rey a la ley escrita, que garantizaba a los nobles ingleses su derecho frente a las arbitrariedades cometidas por un rey, al cual no le temblaba la mano para traicionar a quién fuese necesario. Poco a poco, durante su vida había establecido relaciones conflictivas con su madre, Leonor de Aquitania, sus hermanos, especialmente con el célebre Ricardo Corazón de León, y con su padre Enrique III.

En cuanto se hizo de la corona inglesa, su carácter impulsivo y necio, lo llevó a dictar impuestos ruinosos para sus señores feudales, con el fin de sostener las guerras con Francia, con el objeto de proteger sus heredades. Pero también trabó disputas por nombramientos eclesiásticos con Roma, ganándose, incluso la excomunión impuesta por el Papa Inocencio III. El conflicto terminó con la rendición del reino de Inglaterra a Dios, y a los santos Pedro y Pablo. Ofrecer al pueblo que se gobierna al Señor, siempre es una buena idea que los fervorosos creyentes agradecen.

Su reinado remató con el conflicto con los barones ingleses que lo obligaron a signar la Carta Magna. Al año siguiente murió, pero dejó sembrada en el pueblo de Inglaterra la simiente de que un gobernante debe de ser acotado por la ley, a fin de evitar que las imprevistas mudanzas de carácter del soberano, afecten los derechos de los vasallos.

Por eso los reinos requieren de instrumentos jurídicos que eviten abusos del gobernante. Esto se ejemplifica, por ejemplo, ante el uso de un enorme campo de discrecionalidad del gobernante, para entregar mercedes y privilegios a ciertas personas o empresas. El caso del la asignación directa de una concesión de infraestructura con valor de 2,234 millones de pesos, fundamentada en un articulo de ley, que otorga el poder discrecional absoluto al gobernador estatal para que, bajo la indicación de su índice flamígero, se indique quién es el suertudo ganador, bosqueja este fenómeno.

Los agraviados barones guanajuatenses, organizados en el Consejo Coordinador Empresarial, han sido duros en sus críticas, ante estos hechos. Exigieron explicaciones, sobre la actuación de Titular del Ejecutivo y el uso de su exagerado poder discrecional que se proyecta en dos sentidos: el puramente formal, establecido en la ley, que inconstitucionalmente le otorga una facultad omnímoda para asignar concesiones; y el material, que se concreta en el extenso poder político, que poco a poco, durante los cerca de cinco años y medio de gestión, ha ido concentrando el mandatario, de cuya voluntad depende casi todo el ámbito público guanajuatense. ¡Desmesurado!

Cuando se dan esta clase de concentraciones de poder, las posibilidades de perder piso se multiplican. La gestión, desde una posición autoritaria y sin contrapesos, convierten en algo muy peligrosa cualquier decisión, porque aparte de todo, el gobernador queda aislado de la realidad, encerrado en una torre de marfil, bien pertrechada por una corte muy mundana y expuesta a las ambiciones más procaces.

A la corte le encanta contarle cuentos al soberano, para mantener sus ánimos atemperados y acomodados al designio cortesano. Uno de estos cuentos, valga comentarlo, está por reventar la vida política de la capital guanajuatense. Es un cuento de intrigas y traiciones en el que se mezclan periodistas, pasteleros, un torvo embajador con olor a detergente, y un sinnúmero de funcionarios municipales y paramunicipales. El interés para el monarca provinciano, consiste en la obtención de un cúmulo de información delicada y mortal, que involucra a  su contendiente tricolor, y la cual garantizará la derrota de este. Pero esta denostativa investigación tiene un precio: el municipio de Guanajuato, la víctima propicia de siempre.

Y así, una corte bisoña, capaz de ser tripulada desde Sudamérica, cree que tiene todo bajo control, y que el paquete informativo puede ser ampliado a la obtención de información crítica contra algún periodista incómodo para el reino. La traición teje su telaraña y envuelve a toda la clase política, que ya camina desnuda por las callejuelas guanajuatenses, mostrándonos sus vergonzosos pactos y triquiñuelas, con tufo a corrupción.

Por lo pronto ya terminaron con los restos del partido Acción Nacional en Guanajuato Capital. Sus miembros, ni siquiera fueron capaces de acceder a posiciones en la planilla para conformar el ayuntamiento, a la que solo accedieron, vía imposición, cónyuges, cuñadas, amigas y cuates, cuyo único mérito, para aparecer en la boleta electoral, son las relaciones de parentesco, amistad y complicidad. De pena ajena.

Sin duda, uno de los más serios problemas de las monarquías y autoritarismos, son la falta de contrapesos en el poder y su ilimitada discrecionalidad para decidir. Igualmente temibles, son los chismes cortesanos y los cuentos engaña bobos, que acaban, ingenuamente, creyendo los autócratas. Mal para la ciudadanía. Se requiere, que el primero de julio, se imponga una Carta Magna guanajuatense, y demos fin a la tragedia, modernizando nuestro gobierno y eligiendo un nuevo gobernante decidido y comprometido con un cambio profundo. ¿Se podrá?

@carce55

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