Carlos Arce Macías
Esta semana tuve oportunidad de platicar con una persona experta en planeación policiaca, que ha vivido de cerca la construcción y operación de cuerpos de policía. Conoce también las experiencias internacionales más destacadas, como las de Estados Unidos (FBI), Inglaterra, Chile, España e Israel, entre otras. Sus opiniones me parecen importantes de compartir, aunque me reservo su nombre por el momento.
Durante la conversación, me comentó como había sido testigo de un interesante debate en el seno del Parlamento inglés, en la Cámara de los Comunes, en el que un diputado planteaba como meta futura para la policía inglesa, lograr que el mejor estudiante del país se integrara a dicho cuerpo. El argumento se basaba en el prestigio de la corporación, pero aún cuando este era evidente, requería de algunos pasos para llegar a la cima: que el más destacado de los jóvenes ingleses optara por el ámbito policiaco como destino.
Las policías deben de ser las instituciones más reconocidas y apreciadas de la sociedad. Son los encargados de velar porque la paz y armonía impere en nuestras comunidades. Poseyendo el monopolio legal de la violencia, su deber es cuidar, a tiempo completo, de cada uno de los miembros de una colectividad. Dos son las condiciones clave para integrar una buena policía: la selección de los candidatos y la formación de mandos.
Respecto a la primera, en Estados Unidos, cuando hay convocatorias para añadir a nuevos miembros a un cuerpo policiaco, la inscripción es masiva y solo accede a la corporación una mínima parte de los enlistados. Pertenecer a la policía significa la entrada a un selecto club social, que es reconocido por los ciudadanos, en general, como un ente privilegiado por su función social. Los miembros de la Policía Montada de Canadá, por ejemplo, tienen asignado un día nacional, en el cual son reconocidos y se les agradecen los esfuerzos realizados a favor de su congregación. Capacitarse en Depot, Regina la base de formación de esta fuerza, resulta un rango de honor, al que aspiran muchos jóvenes, hombres y mujeres, canadienses.
El reto para nuestro país, es enorme, porque la sociedad mexicana carece de un instrumento vital para solventar nuestro desarrollo social. Resulta paradójico que la policía este integrada por las personas que no fueron aceptadas en ningún otro puesto. Entregar la seguridad pública al estrato menos calificado para realizar un trabajo, motiva el resultado que ahora nos entregan estas corporaciones, cuya función se encuentra acosada por los grupos criminales.
Llamo la atención sobre la idea que existe en relación a los policías mexicanas, pero también, gracias a recientes estudios antropológicos desarrollados en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS), se conoce la percepción de nuestros policías, sobre la sociedad a la que atienden: creen que los mexicanos son despreciables, no aceptan autoridad, en cambio la denostan, agreden y banalizan.
La formación de mandos es escasa. Este es un tema vital para garantizar una operación eficiente y eficaz. El equipo de oficiales precisa más tiempo de entrenamiento que la tropa. Estamos ante una lenta, pero consistente carrera meritocrática muy bien planeada, cuidada y arropada desde la autoridad civil. Forjar buenos cuadros dirigentes es un proceso que necesitará de mucho tiempo y paciencia. Estamos a años luz de tenerlos. En fin, esa es nuestra realidad que irresponsablemente hemos creado al tolerar pésimos gobiernos, con sus correspondientes policías.
Hoy, en Guanajuato, como en muchas partes de México, los demagogos políticos, que conforman una de las categorías más despreciada por la ciudadanía, que supera a la policía en los índices de desconfianza ciudadana, van por calles, plazas y callejuelas, prometiendo a voz en cuello, la solución mágica a los problemas de seguridad pública que enfrenta su municipio, comenzando por aumentar el número de efectivos policiacos. ¡Mienten! Bien saben que solo acabarán comprando más patrullas y uniformes nuevos, lo de siempre. Reponer las vacantes policiacas, con personal idóneo (sic), es prácticamente imposible, más cuando los criminales están masacrando a mansalva a los elementos de algunas policías municipales.
Finalmente, la conformación de un cuerpo medianamente acoplado, necesita un sistema de seguros privilegiado. Por el riesgo de la actividad, estos deben de ser muy caros. El gobierno debe de pagarlos. El equipamiento precisa ser de nivel óptimo, tanto el de protección como el armamento. En este aspecto llama la atención la conducta de ciertas direcciones de policía que intentan constantemente tranzar con las compras de chalecos antibalas, manifestación de una galopante corrupción interna. El acceso a becas de estudio, apoyos académicos para sus hijos y una vivienda digna, acuerpan el listado de condiciones necesarias para atraer a jóvenes talentosos, de perfiles elevados y con proclividad a los estudios sociales y especialmente criminológicos, a incorporarse a este mecanismo, vital para el desarrollo de una comunidad. Es un reto de mediano y largo plazo, que no conoce de milagros.
Insisto en mi tesis: nuestros gobiernos, prefieren contratar, concesionar, inaugurar, repartir y regalar, en lugar de gobernar. Se resisten a hacerlo. Formar policías eficaces, requiere una decisión trascendente: elevar significativamente el impuesto predial y frenar el gasto social clientelar y electorero, para cubrir el enorme gasto que se requiere. Gobernar es hoy sinónimo de construir una policía seria y eficaz. Y eso no les gusta a nuestros politicastros. Intentarán engañarnos una vez más con promesas falsas y soluciones ingenuas. Sin cambios radicales y dolorosos, casi ningún ayuntamiento está en condiciones de enfrentar semejante reto. Ya verán.
@carce55