ESPIAR A LOS CIUDADANOS

Carlos Arce Macías

“La vigilancia no tiene que ver con la seguridad, tiene que ver con el poder”

Edward Snowden

Recordemos la laureada película “La vida de los otros”, del director alemán Florián Henckel, que en 2006 ganó el Oscar. Trata sobre la vigilancia que la policía secreta de Alemania Oriental (Stasi), llevaba a cabo sobre sus ciudadanos. Para controlar la lealtad al régimen comunista, la policía contaba con 100,000 agentes y 200,000 informantes para custodiar a un poco más de 16 millones de habitantes. Todas las máquinas de escribir debían ser registradas, se contaba con pertenencias de casi todos los ciudadanos para tener registro de su olor, así como grabaciones secretas de sus conversaciones telefónicas.

Espionaje

Los gobiernos dictatoriales no reconocen fronteras en eso de andar espiando a la gente. Mientras más se concentra el poder en manos de unos cuantos, el nervio se incrementa y el temor a ser defenestrados se apodera de su mente. Los excesos pueden llevarlos a la construcción de un estado de terror apabullante y opresor. Ha sido el caso de Bielorrusia y más cercano de Cuba y Venezuela, por ejemplo.

Y hay que decirlo fuerte y claro, no hay mayor amenaza contra la democracia, que andar espiando ciudadanos. Y más, cuando estos se dedican al periodismo de investigación, como el caso de Arnoldo Cuellar, director del Laboratorio de Periodismo y Opinión Pública (PopLab). Hoy en Guanajuato, no haya un director o subdirector de medios de comunicación que no se sienta vigilado. Lo mismo pasa con los políticos en activo, cuyas conversaciones y chats son intervenidos con equipos muy sofisticadosde alta tecnología, diseñados para detectar palabras claves de pláticas y diálogos que pudieran ser de interés del vigilante, para generar reportes a las áreas de inteligencia gubernamental.

Cuellar ha apuntado hacia el personaje más obscuro de la política guanajuatense actual: el fiscal general en funciones. Y muchos otros periodistas coinciden, algunos sin expresarlo públicamente, como él. Todos son acechados o susceptibles de serlo. Mal fario para Guanajuato, sumido en una decadencia política acelerada.

El fiscal

Pero en donde la paranoia se asienta, es en la clase política. Porque en este tipo de regímenes sustentados en el control ilegal de la actividad de las personas, desde agencias policiacas y persecutorias, acaba convirtiéndose en la serpiente que muerde su propia cola. Esto, porque resultaría ingenuo pensar que quien puede fisgonear a un periodista contando con la mejor tecnología del momento, no la utilice para tener bien fiscalizados a los más altos puestos políticos de la entidad. ¿Pueden estar vigilando al gobernador y a la secretaria de gobierno? Sin duda.

Uróboro

Y es entonces cuando el rompecabezas se completa. Un Fiscal, dueño de información privilegiada sobre la clase política de todo un estado, no puede ser despedido de su puesto. Sabe demasiado. A todos mantiene acogotados, aunque algunos se piensen sus socios, amigos o cómplices.

Hace algunos años, en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) se realizó un estudio sobre la autonomía de la fiscalía general de la República. Entre sus conclusiones se señaló el peligro de que, al no depender del presidente o institucionalizar su vigilancia, esa organización podría convertirse en un incontrolable espacio institucional, cargado de un enorme poder persecutor, sin límite alguno en su funcionamiento. Eso parece estar aconteciendo en Guanajuato. La fiscalía está fuera de control. Los diputados están capturados en la misma red que otros funcionarios, y el poder se concentra en el bunker de Puentecillas.

Y lo peor, es que todos estos recursos se utilicen en contra de los ciudadanos críticos al gobierno, en tanto los cárteles se extienden y asientan en la región, sin contención alguna. Nuestro estado se ahoga en sangre.

Si no hacemos algo ya, quizás en un futuro próximo, nuestra decadente Stasi provinciana, comience a contratar delatores y a coleccionar nuestros datos biométricos y ubicación en tiempo real por medio de GPS. Así vemos alejarse cada día la añorada democracia, que es el único camino descubierto por el hombre para vivir en libertad. Todos sobreviviremos con miedo y seremos celados y fichados… como Cuellar.

El espiado

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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UG, CASA DE LIBERTADES

Carlos Arce Macías

 

En el correr de la historia, las universidades han tenido grandes cambios. Desde la conducción religiosa basada en un eje teológico originado en el Imperio Carolingio, desarrollado con la escolástica y reafirmado durante los periodos absolutistas, hasta arribar a los movimientos independentistas y revolucionarios, para terminar en conmociones tan profundas como la de 1968, a nivel mundial, en dónde la libertad de cátedra, de investigación y de participación cívica plural, conformaron el carácter de la universidad moderna.

 

Ese claustro es un relicario de la libertad. Es un espacio libre para el pensamiento y la acción desde postulados críticos. Nunca una verdadera universidad compaginará con los gobernantes en turno, porque su misión educadora parte del análisis concienzudo de la realidad, evitando la injerencia del Estado en sus estudios y opiniones. Una universidad estará siempre abierta al mundo y las ideas que van surgiendo. Es un mecanismo de rompimiento de zonas de confort y de ambientes acomodaticios.

 

Aún recordamos los años universitarios, en que nuestra alma mater, se encontraba sitiada por el priísmo local. Hasta las mesas directivas estudiantiles, debían contar la bendición del gobierno. Así empezó por los años setenta una sorda lucha por vencer al PRI en los espacios universitarios, buscando la pluralidad y el cambio. 

 

Frente a las formaciones tricolores aparecía el oficialismo convenenciero que reinaba en aquélla época. Estudiantes hambrientos de oportunidades políticas, que sabían que sus carreras comenzaban en una posición en la mesa directiva estudiantil, para luego empezarle a cargar el portafolio a algún politiquillo local o pasar información a los jerarcas del tricolor, sobre los movimientos que pudieran darse en el seno universitario, eso era lo usual: espionaje ramplón y ocioso.

 

El modelo empezó a agonizar, cuando se dieron las primeras alianzas entre la izquierda y la derecha estudiantil, para vencer a los priístas. Las derrotas condujeron a excesos como apedrear la sede del partidazo en Guanajuato. El remate fue la aparición de un movimiento inesperado, denominado “Anarquía Feliz”, que clausuró en la Escuela de Derecho, las tradicionales mesas directivas, sustituyéndolas por un sencillo Consejo de Representantes, elegidos en cada grupo. Durante diez años, se cancelo la ridícula imitación de la realidad imperante, con un partido hegemónico que imponía sus designios en todas partes.

 

La modernización de la Universidad de Guanajuato, se produjo luego de la caída del PRI en el estado. Concretamente en 1994 con una de las reformas más profundas, para garantizar libertades y condiciones académicas de forma óptima, promoviendo del desarrollo de la dignidad humana y garantizando su autogobierno. 

 

 

A partir de ese punto, la universidad ha padecido la embestida de una sobre burocratización alarmante, en donde los empleados administrativos se han convertido en los modernos mandarines del campus universitario. Sin razón alguna, más que por ambiciones extravagantes, su comportamiento ha sido acomodaticio con el poder, escaseando la crítica y la propuesta. 

 

La universidad está dotada de una arquitectura institucional que le garantiza su autonomía. Pero ha sido incapaz de controlar internamente los abusos de su burocracia y personal académico, permitiendo atropellos que desembocan en injusticias, especialmente en cuestiones de género.

 

La UG, ha perdido brío. Ahora parece encaminarse a un espacio parecido al de los años setenta del siglo pasado, en dónde prevalecía la cercanía al poder y el juego político sincronizado con el gobierno en turno, a tal grado, que se ha conminado a algunos alumnos y empleados a no levantar olas, no ser excesivamente activos en acciones ciudadanas, a evitar participar en  protestas y reclamos y… a portarse bien. Tranquilitos para no tener problemas o ser despedidos. Se trata de una agresión a los derechos políticos de los estudiantes y trabajadores universitarios, intolerable en el ámbito de una institución como la UG.

 

¿Qué peligrosa aventura desean emprender? ¿En que rifa política quieren participar para preferir agraviar a los universitarios en lugar de garantizarles su dignidad y derechos? Que respondan rápido, antes que el asunto escale y acabe peor que los problemas de género que ahora agobian los días del rector. 

 

Del otro lado, desde el gobierno,  debemos conminar al panismo a recordar sus orígenes universitarios. Manuel Gómez Morín, fue el paladín de la lucha por la autonomía de la Universidad Nacional, en el lejano 1936. Esa confrontación descarnó la realidad de un gobierno autocrático. Solo nos falta que ahora se intente controlar políticamente la casa universitaria, imitando las más vergonzosas, torpes e ineficaces prácticas tricolores. Atemperen a sus personeros en ese ámbito. Alumnos y trabajadores poseen derechos a la participación política, que son sagrados. Las elecciones se deben ganar gobernando bien, no impidiendo el activismo ciudadano.