SEPULTAR LA INTELIGENCIA

Carlos Arce Macías

En recuerdo de Héctor Fix Fierro, gran jurista.

En México se trabajan horas extras para establecer un gobierno kakistocrático (el gobierno de los ineptos) liderado por un autócrata de la misma cepa. Una fórmula mortal para enfrentar grandes retos como puede ser una pandemia o una crisis económica de gran magnitud.

Nuestro país transita por momentos críticos, especialmente referidos a las decisiones, basadas en su ideología, que esta tomando el actual presidente. Por lo pronto decidió comenzar su revolución, que para afianzar su conducción e imponer su excéntrica interpretación de la realidad, requiere liquidar las zonas de pensamiento crítico que existen en México.

Estas acciones no son un nuevo descubrimiento, son comunes a la casta de los dictadores. Stalin prohibió la investigación “ideológicamente incorrecta” que no estuviera basada en el materialismo marxista. Hitler no pudo construir armas atómicas, porque sancionó a la física nuclear como una “física judía”, basada en la Teoría de la Relatividad. El dictador asiático Pol Pot, fue más radical: eliminó a todos los científicos y a aquello que usaran lentes (señal clara de que leían).

Por eso mató a mansalva

Otro que actuó en la misma línea de demolición de la ciencia fue Francisco Franco. Como refiere un interesante reportaje de El País de Manuel Ansede, la España pre franquista avanzaba de la mano del científico Santiago Ramón y Cajal, descubridor de las neuronas y premio Nobel 1906. Él conformó la Junta de Ampliación de Estudios (JAE) encargada de enviar a estudiantes españoles a capacitarse a las grandes universidades europeas y americanas. Ya para 1933, Albert Einstein estaba contratado para dirigir una cátedra en España. Luego del golpe, en 1937, Franco liquidó la JAE y creó una nueva institución para promover “la vida doctoral” bajo los auspicios de la Inmaculada Concepción de María. Cada cual su ideología, pero a todos los autócratas les incomoda y atacan la argumentación crítica y la duda cartesiana.

Ciencia ideologizada

Nuestro aspirante tropical empieza a transitar por ese camino. Ha destrozado el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) ubicando allí a una científica nacionalista-aislacionista (la ciencia es universal) y ahora apunta a liquidar el sistema de centros públicos de investigación, obligándolos a recortar ¡el 75% de sus gastos de operación!

El Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) es políticamente la proa del sistema de centros públicos del CONACYT, en cuanto a la interrelación de estos con el gobierno central. Eso lo convierte en un objetivo estratégico para lograr desmontar todo el sistema, con el fin de luego impregnarlo de postulados ideológicos.

A su vez, el escarceo que se vive en estos momentos para liquidar un centro de investigación dedicado a asuntos tan complejos como la historia, las políticas públicas, la administración y la economía, cuyo estudio y observación pondrán en ridículo las acciones del actual gobierno, tiene también una meta secundaria: ejercitar las tácticas para apoderarse de la principal presa: la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Van por ella

Otra acción que no se identifica con facilidad, es el debilitamiento del federalismo. Los centros de investigación están esparcidos en diversos estados de la República. Su magnetismo sobre la vida académica y científica de cada entidad federativa resulta trascendente. Golpear a estos centros, significa pauperizar las capacidades de atracción de inversiones en los estados, se pierde competitividad y se afecta su economía.

La fuerte vinculación de muchas sedes que mantienen áreas de vinculación con la industria y el entorno empresarial, con proyectos concretos que dotan de valor agregado a la producción, conlleva el deterioro de la productividad, cuando se genera ex profeso, un ataque a la investigación realizada en esos institutos. Los particulares también pierden, y mucho, con la política de destrucción de la capacidades científicas del país.

Mostrando su carácter dictatorial, nos encontramos en marcha una política para arrasar con casi todas las capacidades científicas del país. Esta culminará con la conquista de la UNAM. Pero la primera batalla, es desmantelar el CIDE. Nuestro presidente intenta sepultar la inteligencia.

Recorte del 75%
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CIENCIA

Carlos Arce Macías

 

El fin de la ciencia no es abrir la puerta al saber eterno, sino poner límite al error eterno”.

Galileo Galilei

 

El término “Ciencia, proviene de la etimología latina scientia que significa conocimiento. Pero no es cualquier conocimiento, sino se trata de aquel con ciertas cualidades: sistemáticamente estructurado, obtenido mediante la observación de patrones regulares, de razonamientos y de la experimentación. A partir de estas condiciones se construyen hipótesis, se deducen principios y se elaboran leyes generales y esquemas metódicamente organizados. Se trata de la operación del cerebro humano en su mejor nivel de funcionamiento. Es una tarea diferenciadora de la especie humana. Es el pensamiento sublimado.

 

Sin embargo hacer ciencia no ha sido fácil. Más allá de los referentes históricos de Babilonia, China y Egipto, los griegos desarrollaron como ninguna otra civilización el pensamiento científico. Solo el hachazo del cristianismo segó los avances logrados en la era clásica y postró a la civilización occidental en el obscurantismo. Hacer ciencia se convirtió en una peligrosísima actividad que podía terminar en la hoguera o por lo menos en alguna mazmorra o celda conventual. La utilización del método más sincronizado con el cerebro humano, desnudaba con singular crudeza muchos de los absurdos dogmas religiosos. De allí que la ciencia siempre termina contrapuesta a la creencia. La creencia busca la fe, la ciencia la evidencia y la razón.

 

La historia testimonia a un buen número de famosos perseguidos por sus observaciones, experimentos y teorías, como la célebre científica Hipatía de Alejandría, pero también Roger Bacon, Miguel Servet, Giordano Bruno, Nicolás Copérnico, Johannes Kepler y René Descartes. El fanatismo y la fe, no se llevan bien con la ciencia que exige como presupuesto la libertad de dudar de todo. La hoguera siempre había estado presente , hasta la consolidación de la revolución científica ya en los finales del siglo XVII mediante la creación en Inglaterra de la Royal Society, la asociación científica más antigua del mundo, con Isaac Newton a la cabeza, y su famoso lema: “Nullius in verba” (En palabras de nadie), que establece el desacato al  “principio de autoridad de los escolásticos”, como reto para comenzar a dudar de todo y pensar todo.

 

A partir de ese momento, las principales potencias mundiales fomentaron las ciencias, y con ello, el desarrollo acelerado de la civilización. Los países saben de la importancia de consolidar una masa crítica que entienda y practique la ciencia, conectando con otras zonas y regiones para compulsar observaciones e hipótesis, así como para compartir experimentos. La bonanza de los países depende de ello.

 

Hacer ciencia se convirtió, con el tiempo en política de Estado. Las conflagraciones bélicas de dos devastadoras guerras mundiales, y especialmente la guerra fría y los avances en el uso de la energía nuclear, accionaron grandes inversiones para formar científicos, construir laboratorios y apoyar proyectos en la industria y en las grandes universidades. 

 

Hoy el país que carece de capacidades científicas y tecnológicas está destinado a la medianía… si bien le va. Es por eso que sorprende la mezquindad e inquina con la que el gobierno de López Obrador ha actuado en contra de la comunidad científica, agrediéndola y acusándola de ser corrupta. Hay un tufo en el modito como el presidente se refiere a los científicos y goza los disparates de su nueva directora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), que agravia y hiere.

 

Nuestro nuevo presidente no es un hombre tocado por la luz de la ciencia, sino por el contrario, sujeto al pensamiento basado en creencias. Se advierte esto a todas horas en sus mensajes y en la forma como toma sus decisiones. Convertir en púlpito la tribuna presidencial, descubre su convicción en que la revelación, es la base de su acción. El antídoto, por desgracia para él, es la ciencia. De allí que desmembrar el aparato científico y tecnológico del país se convierte en una prioridad gubernamental, ya que desde esa posición se pueden controvertir “sus datos”.

 

Y es que en el encuentro con el pensamiento científico es desde donde se puede desmoronar su gustada frase:  “yo tengo otros datos”, que no podría sostenerse frente a académicos connotados que recomendarían: “pues revíselos porque están mal”; o bien ante la festiva afirmación de: “vamos requetebién”, porque se impondría la pesada ancla de la realidad, constatada científicamente y que le señalaría al Ejecutivo tajantemente: “se equivoca, vamos mal. Rectifique”. 

 

Ese es el drama de la ciencia frente al poder sin contrapesos, y el momento en que las hogueras se encienden en busca de nuevos condenados para tranquilizar a sus fanáticos. No por nada, el renacimiento democrático se dio luego de producirse la revolución científica. Desde allí se entendió la necesidad de acotar a los monarcas y dictadores. 

 

Pero si no es desde el ámbito científico, dónde se combata la sinrazón que comienza a campear en México, no será en ninguna otra parte, donde se luche frontalmente contra el fanatismo y las creencias absurdas, que subyace en el populismo mas ramplón. Salvaguardar la búsqueda de la verdad en un entorno de libertad, y hacerle frente al dogma, desde cualquier parte donde se quiera imponer, es deber académico irrenunciable. Con valentía, los científicos mexicanos deben de dar esta batalla. Nullius in verba.

 

 

 

 

 

CIENCIA A CONTRAPELO, UNA SALIDA

Carlos Arce Macías

 

Bajo angustia y presión, el Foro Consultivo, Científico y Tecnológico A.C., órgano autónomo de consulta del Poder Ejecutivo Federal, advierte al presidente de la República: Se verán afectadas por los recortes al gasto, las investigaciones llevadas a cabo por personal altamente calificado, como las relacionadas con la salud en general, las enfermedades infecciosas y crónicas, la diabetes, la obesidad; la salud mental y las adicciones; los derechos humanos, la migración y las presiones demográficas; los estudios de riesgo geológicos, sísmicos y meteorológicos; el cambio climático, su prevención y mitigación; la generación de energías limpias; la alimentación, el agua y la agricultura; la enseñanza y la educación; la preservación de nuestro patrimonio cultural, histórico y arqueológico; los materiales avanzados; la extracción mejorada y eficiente de hidrocarburos; el cómputo, la inteligencia artificial, las matemáticas, las telecomunicaciones y la aeronáutica, entre muchas otras.

 

El párrafo no tiene desperdicio. Alcanza a darnos una idea general del impacto que la toma de decisiones, torpes y desinformadas, del presidente de México, está produciendo en diversos rumbos de la administración. Recientemente, un especialista en temas científicos me revelaba:

Si hoy se pudiesen reparar las pésimas decisiones en materia de política científica y tecnológica, y se procediera a rescatar el CONACYT de las tinieblas que ahora lo acosan, bajo una pésima dirección,  la nueva directiva tardaría por lo menos dos años en recomponer los daños provocados. 

 Traducción: en menos de seis meses, en temas de ciencia, tecnología e innovación, ya nos retrasaron dos años. ¿Cómo acabaremos este dramático sexenio? ¿Con que rezago? Pero aparte, el nuevo gobierno contribuirá a hacer al país más dependiente de la ciencia y tecnología extranjeras. En pocas palabras, estará contribuyendo a lograr exactamente lo contrario a lo proclamado en el discurso oficial. La llamada ciencia “nacionalista” acentuará la necesidad de pedir y suplicar al exterior, ayuda para resolver nuestros problemas, en poco tiempo. Absurdo.

 

Inmersos en esta necedad, los dirigentes a cargo de la maltrecha nave científica, por ejemplo, han decidido que resulta innecesario que los científicos mexicanos viajen fuera del país. Bastante hemos tenido con que muchos de ellos hayan cursado maestrías y doctorados en el extranjero, en dónde solo han aprendido cosas malas y perversas, afirman. Ahora se requiere del permiso especial para viajar bajo los auspicios gubernamentales. Así acabarán con la participación en convenciones y reuniones de especialistas, en trabajos de investigación interdisciplinarios y en experimentación en diversos laboratorios con grupos de científicos internacionales. En fin, una locura.

 

Por lo pronto, los centros de investigación han sido duramente golpeados, al cancelar los contratos por honorarios (es imposible conseguir una plaza en el gobierno federal desde hace años), al retirarles los seguros de desempleo y de gastos médicos mayores y reducir los estímulos diversos, como los de publicaciones y libros.

 

Pero el ataque no para ahí. Por lo pronto la cuatroté, ya desmembró a la Universidad Autónoma Metropolitana, manteniéndola en una larga y letal huelga. Ahora, apoderarse de sus despojos será fácil. Pero también van por la UNAM. Es más que sabido en el medio, que ya cuentan hasta con prospectos para encumbrar a algún incondicional como rector confiable. Se trata de un objetivo estratégico, para su plan de control político y adoctrinamiento. Pronto asistiremos a esta desgastante lucha, de la que, difícilmente, la principal institución universitaria del país, saldrá bien librada. Mientras el área de ciencias y educación superior se pudre y carcome, las cien universidades patito del plan gubernamental, sin rigor académico alguno, se establecerán como clubes y centros de apoyo, reclutando a la juventud maleable.

 

Por lo pronto, los gobernadores que posean un poco de dignidad y valentía, deberían combatir por la sobrevivencia de sus centros de investigación, situados en cada uno de sus estados. Llamo especialmente la atención en el caso del centro del país, el Bajío y el occidente, por sus necesidades de investigación y desarrollo, vinculadas a la potente industria asentada en cada entidad. Para Guanajuato, Querétaro, Jalisco, Aguascalientes y San Luis Potosí, es vital la conservación de la infraestructura en investigación y conocimiento de punta.

 

Ante la revolución de la industria 4.0, que implica el uso de inteligencia artificial, y sumergidos en la economía del conocimiento, cada día se requiere mayor número de investigadores y científicos, pero también de ingenieros. Los ingenieros son la parte más sensible de la ecuación que resuelve el paso de la manufactura a lo que han dado en llamar mente-factura o innovación radical. En este punto hay malas noticias para México: no hay ingenieros que detonen esos procesos. 

 

Los ingenieros innovadores, que transforman radicalmente la realidad se forman en grandes centros de conocimiento, como es el caso de Harvard, Stanford, MIT y el Technion de Israel. Nuestros ingenieros no llegan a esos niveles. Doy un dato: el MIT tituló en 15 años cerca de 16,000 ingenieros, muy pocos. Pero estos formaron empresas innovadoras que sumado su valor, serían la economía número 17 del mundo. Ese es el poder de la innovación en su máxima expresión.

 

Entre tanto en México nos encontramos inmersos en un combate por la sobrevivencia de un delgado y titubeante sistema de centros de investigación, frente a la pseudociencia, el fanatismo ideológico y la ignorancia. Habría que encontrar santuarios para los investigadores de universidades y centros de investigación, que bien pueden ser las ciudades y los estados mas vanguardistas, en entidades sensibles a las necesidades de conservar competitividad internacional y proclividad por la innovación.

 

Para concluir, no estaría mal atreverse a iniciar un proyecto de largo plazo para la formación de ingenieros de altísima calidad, de élite, que contraste con la masificación y medianía académica que pretende la política de la cuatroté. Consiste en la formación de una institución regida por los más altos estándares de calidad educativa, con 1000 estudiantes de licenciatura y 250 de posgrado, 100 profesores, contratados, exclusivamente, en las 50 mejores universidades del mundo, con laboratorios de punta, salones de clase, conferencia y dormitorios. Áreas para viviendas de profesores y ubicado en las cercanías de algún centro urbano que garantice buena calidad de vida. No se trataría de un proyecto gubernamental, más que inicialmente; su viabilidad se cimentaría, como en el caso de grandes instituciones educativas, en la constitución de fondos patrimoniales, soportados por el gremio empresarial, verdaderamente comprometido con el progreso del país. Un proyecto que se convierta en el ejemplo de lo que México escapaz de realizar, aún con vientos en contra. Para iniciar no se requieren más de 100 millones de pesos y un terreno adecuado.

 

Debemos estar listos para entrar en acción, no confrontando ni peleando con rijosos, sino construyendo los arquetipos que el futuro nos reclama. Es una posición políticamente más inteligente, basada en la inteligencia y que plantea problemas que solo con inteligencia se resuelven, no con ideologías.Apostar por el imperio de la razón. Piénselo quien lo deba de pensar y pueda asumir un reto de esa magnitud.