Carlos Arce Macías
El mundo sigue pendiente de cada movimiento que hace, el hasta ahora presidente electo de los Estados Unidos. México, por razones más que justificadas, se asombra cada día de las decisiones que va tomando. Pero es momento de parar. Demasiadas especulaciones, que permiten vender nota a periódicos y medios electrónicos. En tanto no tome posesión, se den los nombramientos y las instituciones americanas empiecen a funcionar, casi todo está en el aire.
Por lo pronto, en cuestión interna, ha habido un hecho, que debe de tener serias consecuencias, no son dichos, sino hechos. El señor Trump, operó los mecanismos necesarios para evitar el éxodo de una compañía americana, de la que ha sido accionista, de Indiana a Nuevo León. Para evitar la mudanza se comprometieron apoyos económicos y deducciones de impuestos por 7 millones de dólares. La empresa, aceptó cortésmente las dádivas y anunció su decisión de quedarse en suelo norteamericano. Dándoles dinero a cada industria que amenace con trasladarse a Canadá o México, todos se quedarán ahí.
Este no es un asunto de nuestro país, es una cuestión interna del gobierno norteamericano para retener su planta manufacturera. Aunque no sea racional, tienen derecho a hacerlo… el problema es lo que fiscalmente les costará esa estrategia.
Esta primera decisión del magnate convertido en presidente, descarrila la delicada política de competencia, base de un capitalismo funcional, tan internalizado por la economía norteamericana. ¿Con que criterios se decidirá a quién apoyar y a quién no? ¿Qué repercusión en los mercados internos se producirá por adoptar estas disposiciones de forma tan ligera? No por nada, ya salió la primera crítica de la señora Sarah Palin, exgobernadora de Alaska y compañera de partido de Trump, insigne miembro del “Tea Party”: “eso es economía de compadres” sentenció sobre los apoyos a la empresa Carrier.
Pero también pueden darse otros tipos de consecuencias. Si se pretende vender el producto en otros países, se le puede denunciar por prácticas de comercio ilegales, al recibir subvenciones a sus empresas que conduzcan a precios ficticios. Los litigios comerciales internacionales pueden estar en puerta, para las industrias que se encuentren en estos casos.
Ante tal decisión, será muy difícil enderezar críticas a los países asiáticos, especialmente a China, por otorgar subsidios estatales a sus empresas. ¿Con qué cara podría Estados Unidos reclamar prácticas desleales de comercio a cualquier país? El orden comercial mundial, hasta ahora sujeto por alfileres, podría desgarrarse produciendo gravísimos daños económicos a nivel global.
Aparte de lacerar profundamente la libertad empresarial, establecer normas objetivas para propiciar la estancia de compañías en suelo estadounidense, será un reto endiablado. ¿Cuántas empresas pueden hacer la finta de trasladarse a nuestro país, con el solo objeto de volverse sujetos de subsidios gubernamentales para permanecer en su país de orígen?
El pleito que Trump está planteando, aún cuando lo dirige hacia su vecino, no es real. Los datos son contundentes: México es el gran socio de la sexta economía mundial, que es California y de la décima, Texas. Esa es el alma del TLCAN. Aporrear a México es lesionar gravemente las economías de California, Arizona, Nuevo México y Texas. De la dinámica comercial entre nosotros y los americanos, dependen la friolera de 565,000 empleos en California y 382,000 en Texas, 322,000 en Nueva York, 290,000 en Florida y 200,000 en Pensilvania, más los que se acumulen de otros estados de la Unión. Solo eso. Para concluir esta ráfaga de datos, en nuestro país están establecidas 26,600 empresas norteamericanas, a las que afectaría dramáticamente un cambio radical de política entre ambos socios comerciales. Esa es la realidad.
Por otra parte, forzar la negociación de un tratado comercial como el TLCAN, es abrir la caja de Pandora. Y probablemente el punto crítico, no sería la renegociación con México, sino el infierno interno desatado entre las empresas americanas beneficiarias del tratado, unas por mantener sus privilegios, y otras por ser incluidas en la nueva transacción. Dinamita pura, para los gobiernos, que involucra también a sus congresos. Política de presión pura y dura para todos.
Por eso debemos atemperarnos, hasta que las decisiones empiecen a llegar. Con frialdad y sin timidez, habrá que ir revisando las decisiones de Trump y su equipo. Si quiere levantar un muro, que lo haga, así sellará su país no solo frente a la inmigración ilegal, sino contra el narcotráfico. México podrá dejar de gastar en perseguir a los transportadores de la droga, que se estrellarán una y otra vez, contra el imponente muro. Será un alivio y un ahorro de dinero y de vidas. Buena noticia ¿no? En tanto, calma, be cool.
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