Carlos Arce Macías
Hay que defender a las instituciones académicas del embate que sufren al tratar de ideologizar la enseñanza que se sustenta en la libertad de cátedra, unida por supuesto, a la libertad de pensamiento, que permite el libre flujo de las ideas. Hay que evitar que la obscuridad monacal se apodere de los centros de saber, como el Centro de Investigaciones y Docencia Económicas (CIDE), imponiendo una visión estrecha y obtusa, cancelando los contactos con todo tipo de pensamiento, bajo parámetros de rigor científico y técnico. Se impone apoyarlo en estas horas aciagas.

Cuando hay la oportunidad de recibir nueva información, aplicar novedosos esquemas para procesar problemas y descubrir otros campos de conocimiento social, se da la oportunidad de encontrar soluciones vanguardistas a problemas complejos. Eso sucede, por ejemplo, cuando se produce la experiencia de acercamiento con el área de Derechos Sexuales y Reproductivos del CIDE, en donde se estudian cuestiones como el embarazo adolecente, la violencia sexual contra niños y niñas, la discriminación contra jóvenes LGBT, el derecho a la educación sexual, despenalización del aborto y matrimonio entre personas del mismo sexo, con una perspectiva oxigenada, fuera de los tabúes sociales y religiosos que se nos han impuesto. Hay que ponerle alas al pensamiento.
El Congreso del Estado, colonizado por un oficialismo de viejo cuño, imbuido de un temperamento parroquial y pueblerino, seguidor hasta ahora, de una derecha recalcitrante, está a punto de entrar a una trampa sin salida. Y es que la cámara de diputados estatal pronto deberá atender las modificaciones para el matrimonio de personas del mismo sexo, bajo los criterios dictados por la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Igual pasará con la despenalización del aborto, sobre la cual ya dictó su resolución el alto tribunal de la nación.
Pues resulta que los diputados de la mayoría caminan impetuosos a la defensa de sus creencias religiosas, haciendo a un lado la laicidad a la que están obligados por la Constitución. Cuando este es el fundamento para su rijosidad, ese tipo de resistencia fracasará ante el pluralismo de formas de pensar que empieza a prevalecer en Guanajuato. Es insostenible argumentar que el aborto antes de las doce semanas es un homicidio contra una persona humana. Si esto fuera así, el castigo que debería decretarse sería el más extremo que prevenga el sistema penal. Así a quienes aborten, se les deberá recluir de por vida en una cárcel.
Como la condena sería brutal, el tipo penal no prevé castigos tan duros para las mujeres ubicadas en estas circunstancias (3 años), rompiéndose la congruencia entre la conducta delictiva y su penalidad. Algo torcido pasa ahí entonces.
Por otra parte, los radicalismos feministas pueden complicar más la situación, al buscar la libertad para abortar un feto, impidiendo posicionarse en el punto medio que adoptó la Suprema Corte de Justicia, consistente en aceptar la despenalización solo cuando esta se de antes de la décima segunda semana de embarazo. Después de este período comienza el desarrollo neuronal y se construye el cerebro del embrión. Las características de la persona se establecen plenamente, y esta debe de ser protegida.
Este tema divide profundamente a algunos sectores de la sociedad. Y resulta muy oportuno, a un gobierno federal como el que padecemos, que el enfrentamiento dentro de una comunidad la divida y encone. Para evitarlo, resulta indispensable buscar puntos de encuentro, y es la misma Corte la que nos brinda, luego de reflexiones muy profundas, la fórmula menos lesiva para evitar confrontaciones.
Por eso el PAN, aunque sea internamente muy difícil, debería dejar atrás una posición radical, para moderarla, aceptando no el aborto, sino tan solo su despenalización. La decisión de abortar es tan grave para cualquier persona, que resulta excesivo imponerle una pena privativa de su libertad. Con la conciencia tiene para mortificarse en demasía.
Generar un punto de encuentro entre posiciones antagónicas como pro-vidas y abortistas, permite la recuperación de un centro político que resultaría muy valioso para el PAN. De otra forma, solo abonaría a la confrontación social, apoyando el divisionismo fomentado desde la presidencia de la República.
Así mismo, se mandaría un mensaje de tolerancia y flexibilidad que lo ubicaría estratégicamente en el centro de la geografía política, el cual es el lugar más propicio para encontrar la paz entre la diversidad social que se gobierna, convocando genuinamente a la unidad. Si no lo hacen así, Acción Nacional será señalado como un partido radical, yunquista, de ultraderecha, gemelo de Vox, en rebeldía con la Suprema Corte, alejado de los jóvenes y las mujeres, provocador de confrontaciones basadas en la militancia religiosa. Es mejor buscar el centro y no caer en las trampas de la fe.
