¿APUESTA POR LA CIENCIA?

Carlos Arce Macías

Corría el año 541, cuando en el Imperio Bizantino se expandía la plaga de Justiniano que mataría en Europa entre veinticinco y cincuenta millones de personas, en tanto los creyentes lanzaban alabanzas al Cristo Pantocrátor, con súplicas para ser salvados de la enfermedad.

Cristo Pantocrátor

Durante 1346, la peste negra, acarreada por los barcos mercantes genoveses, se extendía por el mundo occidental, eliminando durante siete años, a más de cincuenta millones de seres humanos, piadosos casi todos, que se adentraban en las grandes catedrales góticas elevando salmos al Señor, requiriendo de su omnipotencia, para ser amparados contra el mal bubónico que infestaba todo el viejo continente.

En 1545, ya asolados por la viruela, los pueblos primigenios de Mesoamérica eran devastados por el Cocoliztli, la salmonela, que acabó con más de la mitad de la población indígena del nuevo mundo, y no obstante las plegarias de los frailes que convertían a los aborígenes a la fe de Cristo, la epidemia devastó a la Nueva España. Las plegarias fueron desoídas.

Epidemia de Cocoliztli

A finales de la Primera Guerra Mundial, en 1918, se expandió rápidamente la Gripe Española, cuyo origen realmente se dio en Estados Unidos. El contagio finiquitó la vida de cerca de cincuenta millones de gente, en ambos lados del océano Atlántico. Las comunidades católicas y cristianas, continuaron sus alabanzas religiosas procurando la intervención divina para paliar la brutal calamidad, que durante dos años sembró la muerte por doquier. Dios no funcionó, permaneció impasible en su reino celestial.

Luego de una larga colección de enfermedades como el cólera, la gripe rusa, el sida y la influenza, desembocamos en 2020 en el ya famoso coronavirus. La gran pandemia surgida en la ciudad de Wuhan en China, se ha dispersado por el mundo. Las conexiones internacionales, especialmente las aéreas, hicieron que el virus migrara rápidamente a otros países. La información y el internet, mantienen a todo mundo a la expectativa, conociendo su manifestación en los países más remotos. Es algo único de nuestra época.

Pero encontramos diferencias con las legendarias pestes que arrasaron el mundo en otro tiempo, más allá de las inútiles invocaciones a diversas divinidades, implorando su intercesión para poner fin a la acelerada desolación, provocada por las enfermedades. La civilización ha transitado durante el siglos XVII y XVIII, por cambios substanciales para entender el mundo y nuestra realidad. En 1620 Francis Bacon dentro de su obra “Novum Organum”, estableció las reglas del método científico consistente en la observación, medición, experimentación e hipótesis. Luego vinieron Baruch Spinoza, René Descartes y Blas Pascal. La ciencia tomó de la mano al mundo y empezó una nueva época de la civilización que produjo el llamado Siglo de las Luces, descollando entre otros Voltaire, Rosseau, Hume, Smith, Beccaria y Jovellanos. El pensamiento sobrenatural fue frenado por la razón y el método científico comenzó a imponerse lentamente entre las élites de los países más avanzados.

Francis Bacon, Novum Organum

Al día de hoy, la ciencia impone condiciones. Poco a poco, en todos los campos, especialmente por medio del pensamiento de Isaac Newton y Charles Darwin, hemos podido entender a cabalidad nuestra realidad desde explicaciones racionales. Así la medicina transitó del vitalismo producido por “el alma” (Sthal) al mecanisismo (Hoffman), la fisiología (Haller), la anatomía (Morgagni) y la cirugía (Hunter), para devenir en la adopción de políticas públicas de salud, higiene y policía sanitaria (Frank).

Hoy la gran pandemia se encuentra con una ciencia médica avanzada, que en poco tiempo resolverá el reto que se presenta en estos momentos. Grupos científicos de vanguardia en todo el mundo, interconectados en densas redes especializadas, colaboran para compartir información experimental. La empresa privada, animada por las ganancias que se atisban, redobla esfuerzos para obtener vacunas y moléculas antivirales que desactiven el coronavirus. Los laboratorios son de fábula, los presupuestos multimillonarios, de corporaciones, centros de investigación nacionales y universidades, no tienen parangón histórico.

Sin embargo, llama la atención que en ciertos países, se continúe manipulando a la población, proponiendo la oración como medio de protección sanitaria. Peor aún, convoca a risa y pasmo, que nuestro presidente sugiera el uso de escapularios y estampitas para prevenir el contagio. Signo de ignorancia y estupidez supina, o bien de una malévola táctica de manipulación social.

Escapulario

En 1903, una expedición inglesa invadió el Tíbet. El decimotercer Lama, Agvan Dorjiyev ordenó a un improvisado ejército enfrentar a los batallones ingleses bien pertrechados y equipados con armamento moderno. Mientras, los soldados tibetanos fueron proveídos con amuletos de sus lamas, que prometían que su portación les brindaría protección mágica contra las balas. Más de 700 aguerridos tibetanos fueron masacrados por las ametralladoras inglesas, que dejaron de disparar aturdidos y desconcertados por la temeridad de los creyentes budistas que morían como moscas. Los “detentes” resultaron ineficaces frente a la velocidad de las balas.

Ineficacia de amuletos mágicos

Los escapularios y rezos no detendrán el coronavirus. Resulta mejor y más efectivo apostar por la ciencia y la técnica. Desgraciadamente en el caso mexicano, el nuevo gobernante, desarticuló el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), poniéndolo en manos de una ideologizada científica que apuesta por la ciencia ancestral y nacionalista. Los Institutos Nacionales de Salud, encargados de la investigación científica en materia de medicina, han sido irresponsablemente debilitados. La industria farmacéutica nacional y extrajera, mantiene una tensa relación con el Ejecutivo, siendo atacadas continuamente por el presidente. Es decepcionante que uno de los países más prometedores para lograr su desarrollo pleno, apueste por el fanatismo y la superchería.

Mientras otros países cuentan con medios de defensa frente al coronavirus, México se encuentra en el peor de los escenarios. Conducido por un audaz y mezquino demagogo, que desprecia a técnicos y científicos; su desapego por la ciencia y tecnología, nos desbarrancará en el precipicio. Su ignorancia y terquedad costará la vida a muchos mexicanos. Ha desplegado una conducta canalla.

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INGENIERÍA Y CIENCIAS ¿EL FEDERALISMO AL RESCATE?

Carlos Arce Macías

 

Luis Herrera Estrella es uno de los científicos más prominentes del país, especializado en las áreas de genética y biología molecular. Formado en el Centro de Investigaciones y Estudios Avanzados del Politécnico (CINVESTAV) y doctorado en la Universidad de Gante, fundó en 1986 en la unidad de Irapuato, el Laboratorio Nacional de Genómica (LANGEBIO). Es Premio Nacional de Ciencias y Artes 2002, Medalla de Oro al mejor inventor de la OMPI y es miembro de la Academia de Ciencias de Estados Unidos, entre muchas otras distinciones. Él y su equipo han generado 14 patentes. Entre los que conocen a profundidad el mundo de la investigación, saben que se trata de uno de los científicos mexicanos más cercanos al premio en ciencias más ambicionado a nivel mundial: el Nobel.

 

Pues bien, el doctor Herrera Estrella nos abandona. Deja Guanajuato, no sin el compromiso de seguir cercano, al ya famoso LANGEBIO de Irapuato. Parte a la Universidad de Texas Tech (TTU), en donde han conformado un gran laboratorio para el destacado científico mexicano: el Centro de Genómica Funcional del Estrés Abiótico. La construcción del Centro requirió de la disposición de un fondo de diez millones de dólares, compuesto por aportaciones de la TTU y de una bolsa del gobierno estatal llamada: Iniciativa de Investigación Universitaria del Gobernador de Texas (GURI). Esta agresiva política científica, implementada por el ejecutivo texano, pretende trasladar a ese estado, a los mejores investigadores del mundo en las áreas de ciencias, tecnologías, matemáticas, medicina e ingenierías. No se andan por las ramas, y están dispuestos a gastar lo necesario para mantenerse en las mejores posiciones mundiales en el ámbito de la ciencia, tecnología e innovación.

Herrera es una estrella en el campo de la biología, y dentro de ella, de los transgénicos. Su más reciente aportación ha sido el descifrado del genoma del aguacate tipo Hass. ¿Para que sirve esto? Sencillamente se trata de la generación de una “plataforma tecnológica”, que con base en el conocimiento del genoma del aguacate, podrá mejorare el cultivo de este producto de manera exponencial. Por ejemplo, se puede diseñar un árbol más resistente a las plagas, así como el mejoramiento de la calidad del fruto, haciéndolo más competitivo a nivel mundial. Las ventajas para nuestro país, con el desarrollo de esta tecnología, pintan un futuro promisorio.

 

El doctor Herrera es el modelo de científico que mas hace falta, no solo en México, sino en el mundo. Con sus patentes ha producido conocimiento, pero también valor agregado. En pocas palabras, ha generado riqueza.

Y hace bien el destacado académico en buscar la paz y libertad de un laboratorio avanzadísimo en Texas, en tanto pasa el feroz ataque del presidente de México en contra de los científicos y tecnólogos mexicanos. Mientras que en otras latitudes se apuesta por cuantiosas y constantes inversiones en ciencia y tecnología, nuestro presidente se extasía ante una vetusta prensa de madera (trapiche), accionada por la fuerza de una mula, para extraer el jugo de la caña, anunciando que ese es el tipo de esfuerzos que su gobierno apoyará, en tanto recorta presupuesto a las universidades y centros públicos de investigación.

Y mientras el tabasqueño acompaña a la mulita a dar vueltas al rechinante molino de madera, la directora del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) arremete contra los científicos, recorta programas y persigue a sus colegas expertos en transgénicos. Así lo hizo al defenestrar a la doctora Beatríz Xoconostle como directora del Centro de Investigaciones de Yucatán (CICY), por dedicarse a la biotecnología de transgénicos. También trae guerra declarada contra los miembros del Foro Consultivo Científico y Tecnológico, por su posición crítica en contra de una exótica iniciativa de Ley de Ciencia y Tecnología, impulsada desde el propio CONACYT. 

 

Para Álvarez Buyllá, científica ideologizada por un credo new age, que apuesta por los conocimientos ancestrales y la producción orgánica; el desarrollo de los organismos genéticamente modificados es pecado. En otro flanco, su aspiración es el desarrollo de una ciencia nacionalista, confinada a los esfuerzos internosdel país, que solo provocará la destrucción del sistema de ciencia y tecnología de México y su desvinculación con el exterior. La ciencia es global.

 

Ante tal desvarío, solo el federalismo mexicano, presenta una oportunidad de actuar, para rescatar parte de desarrollo científico de avanzada y la innovación. Así como el gobernante texano Gregory Abbott ha reaccionado al reto que nos plantea el futuro, en México, los gobernadores de los estados que han fincado su economía en el comercio internacional y la manufactura de punta, tienen una oportunidad de oro, para impulsar proyectos y atraer a los  científicos herejes de la ciencia oficialista, que, en la línea del doctor Herrera Estrella, produzcan valor agregado con sus investigaciones. 

 

Hoy en día, acumular capital científico es una de las mejores inversiones de un gobierno. Pero salir a festinar un cambio de modelo para pasar de la manufactura a la mentefactura, es una temeridad, en una sociedad que no reúna altas capacidades en ciencias e ingenierías. Desgraciadamente, hemos aprendido que solo la religión predica milagros; en el mundo real, las transformaciones de fondo, requieren largos procesos de capacitación y enseñanza, imposibles de realizar de la noche a la mañana. Hay que formar una élite de científicos e ingenieros que sostengan el cambio y la innovación que se pretende, o importarlos de otros países y permitir su adaptación, que no será rápida, a las condiciones de cada región.

 

Pongo un ejemplo: la industria automotriz. En los próximos cinco o diez años, el automóvil sufrirá grandes transformaciones. Pasará de ser una máquina de combustión, a transformarse en un motor eléctrico rodeado de software. Esto significa un cambio radicalen la producción de automotores. Las potencias tecnológicas mundiales nos llevan décadas de ventaja. ¿Cómo enfrentará esta transformación la región  Centro-Bajío-Occidente (Jalisco, Guanajuato, San Luis, Aguascalientes y Querétaro), sin el suficiente capital humano, que cuente con capacidades científicas y de ingeniería, para tomar el paso de las nuevas invenciones en el sector?

 

El problema resulta difícil de resolver. A nivel del gobierno central, poco habrá de rescatable, aparte de los trapiches tradicionales y las ceremonias a la madre tierra. Ellos tienen otros datos. Por su parte, los estados engarzados a la economía mundial, altamente exportadores, deberán invertir en generación de capital humano, que pueda solventar el reto, y fundar las bases de una emergente economía del conocimiento, asentada en sus territorios.

 

Greg Abbott , el gobernador texano, lo otea asertivamente desde Texas; no se si los mexicanos, especialmente los de la Alianza Centro-Bajío-Occidente, adviertan con claridad el reto y decidan intentar acrecentar los núcleos de ciencias e ingenierías en su región . Si quieren seguir haciendo lo mismo, desde gobiernos tradicionales, huraños y medrosos, concentrados en la obra pública habitual, y bajo la influencia anticientífica de un gobierno central autoritario y torpe, poco se avanzará. 

Por lo pronto, despidámonos, agradecidos, del doctor Herrera Estrella, deseándole que cultive muchos éxitos. Ojalá la apuesta por la ciencia, la tecnología y la innovación, fueran prioridad para nuestros gobiernos federal y estatales. Sin embargo el panorama es tenebroso y desesperanzador. Así estamos, hasta ahora, no hay valientes en el horizonte.