LIBERTAD E IGUALDAD

Carlos Arce Macías

En su libro “Sapiens”, el escritor israelita Yuval Noha Harari toca un tema provocativo y trascendente: la contradicción entre la libertad y la igualdad. Traigo el caso a la mesa porque alcanzamos a detectar la desorientación de muchos gobiernos respecto a estos conceptos, que parecen descartarse mutuamente. El planteamiento responde a la siguiente ecuación: A más libertad más desigualdad, a menor desigualdad, menor libertad.

Uno de los libros más influyentes del siglo XXI

Pues bien, bajo esa referencia deben trabajar los gobiernos; y los ciudadanos deberían ser más conscientes de este dilema. Pero pongamos el problema en contexto. A una sociedad que privilegia las libertades, la veremos diseñando políticas públicas en donde fortalezcan las capacidades de los individuos para labrarse un destino mejor, por sí mismos. Esa es la base del capitalismo. Los avances de la civilización, a partir del siglo XVIII, se apoyan en esta premisa. Sus mecanismos son la ciencia, la tecnología y la innovación, así como la audacia empresarial y la imaginación financiera. Bajo esta circunstancia la mente del homo sapiens conforma procesos racionales cada vez más sofisticados, que requieren de múltiples conexiones neurológicas y libertad casi sin límites para continuar avanzando con rapidez.

Cuando una comunidad de sapiens es más sensible a las condiciones de igualdad que imperan en su organización, no tolera que grandes porciones sociales se rezaguen respecto a los punteros, provocando que se privilegien políticas públicas que fomenten la solidaridad social y la sensibilidad por los problemas de individuos con menores capacidades de adaptación y menos preparados para los retos del desarrollo. Esto ayuda a conformar una sociedad más justa. El cerebro humano, realiza conexiones entre su parte límbica con el neocórtex, transformando las emociones en sentimientos. Estos sentimientos solidarios se subliman y la igualdad se proclama sobre cualquier otra acción común.

El resultado de estas realidades sería combinar por partes iguales estas dos visiones. Pero es muy difícil cuantificar porcentajes y definir, en casos concretos, que perspectiva debe primar. Esa es la cuerda floja en la que se desarrolla un gobierno. Por eso es tan difícil gobernar.

La mejor fórmula que se ha encontrado es la que se basa en una verdad biológica incontrovertible: todos los individuos son únicos y diversos, por lo cual, la igualdad llana resulta imposible. Cada uno de nosotros respondemos a circunstancias de desarrollo y adaptación diferente. Cada persona es responsable de su destino. Cada quién vamos construyéndonos nuestro futuro paso a paso, unos en mejores circunstancias que otros (Ortega y Gasset).


El reconocimiento de esta realidad es muy importante porque desarma la creencia de que el Estado deba encargarse de dar a todos una condición uniforme, en la cual seamos utópicamente iguales. Estos experimentos sociales, terriblemente costosos para la humanidad, ya fracasaron (Unión Soviética, China,Camboya). Lo único que se logró fue aplastar las libertades y frenar el progreso.

¿Pero entonces como resolvemos los rezagos sociales y una realidad plagada de injusticias? La respuesta es compleja, pero apunta hacia el fomento de la libertad, para que los individuos y la humanidad en su conjunto avancen, siempre y cuando construyamos mecanismos gubernamentales que operen de manera eficiente y subsidiaria en favor de los sectores con mayores rezagos, para que estos puedan sostener el paso hacia el desarrollo.

Una condición para ello es la de garantizar un tipo de igualdad que si es posible obtener: la igualdad ante la ley para todos los ciudadanos. Esto nos conduce a eliminar privilegios de oligarcas que pueden hacer cosas que otros miembros de la sociedad no consiguen, basados en relaciones cómplices con la autoridad. Esta igualdad es un mecanismo que empareja a todos, conformando una sociedad mejor.

El otro componente es el de garantizar paz y seguridad para todos (cosa que nuestros gobiernos federal, estatal y municipales no hacen). Porque si un conglomerado social mantiene cierto ambiente de paz, al tiempo que otros extensos núcleos viven en un clima criminal y desolado, la desigualdad se profundizará y la sociedad naufragará.

Concluyo un poco atropelladamente, pero el espacio no da para más. Los apoyos sociales, los calentadores solares, los bonos Grandeza, etc. son instrumentos clientelares para condicionar a los ciudadanos a que voten por una opción política. Son acciones indignas de buenos gobernantes. Antes hay cosas más importantes créanlo, para combinar libertades con una desigualdad atemperada. Pero no lo hacen, viven en la exasperante distribución de espejitos y cuentas, olvidándose de la construcción de un buen sistema de justicia para todos, y de fiscalías y policías profesionales que garanticen la paz y la seguridad. Por eso hay que construir buenos gobiernos que cimientenuna sociedad menos desigual y más libre

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