GUANAJUATO ESTACIONADO
Carlos Arce Macías
El viernes de Dolores, es una madrugada con olor a flores y copal. La ciudad de Guanajuato, esa que aún ostenta el título de ser “Patrimonio de la Humanidad”, ha pasado una noche difícil. Cerca de las 4 a.m., en sus principales calles se encuentran jóvenes de ambos sexos, materialmente ahogados en alcohol o “cruzados” con alguna droga. La policía no hace nada, la jornada de reventón, ha convertido a la vibrante ciudad en una enorme y estridente cantina. Las celebraciones tradicionales: Viernes de Dolores, Semana Santa, Festival Cervantino o algún puente largo durante el año, no son sino pretexto para acudir a esta especie de paraíso del desmadre. El destino cultural acabó en el fondo de una botella de licor.
Luego de que horas antes los jóvenes dormían la mona tirados sobre cualquier banqueta, que lo mismo servía como cama o sanitario; después de la salida del sol, la clase política comenzaba a hacer su aparición en el Jardín de la Unión. Bañaditos, acicalados, como personajes extraídos de la imaginación de Jorge Ibargüengoitia, comenzaban a pulular por el lugar, para exhibirse ante los ciudadanos, con la intención de que estos se percaten de su amabilidad, sencillez y cortesía, al entregar galantemente flores, a diestra y siniestra. Se congregan en rondines alrededor del minúsculo jardín, panistas, priístas, perredistas, morenistas y verdes. De todo como en botica.
Las dos realidades, quedan atrapadas en la cañada guanajuatense. Un pueblo, acompañado de hordas de turistas, que entienden la ciudad como un condominio de antros, bares y cantinas, propicio para caer rendidos en cualquier esquina bajo los efectos de Baco y otras substancias. En eso ha acabado el abigarrado conjunto de casonas señoriales, iglesias, callejuelas serpenteantes, callejones y plazoletas, único a nivel mundial. Y por otro lado, solo se trata de un tumultuoso jardín, que convoca a un ramillete de políticos, que se saludan cortésmente, tranquilos y orgullosos del supuesto buen gobierno, que su gestión esparce sobre la ciudadanía, produciendo, a mansalva, bien común.
El drama se cuenta solo. Una ciudad desgobernada, capital estatal, en total descuido por las autoridades del estado, cedida por acuerdos políticos inconfesables a un grupo de oligarcas pueblerinos, ansiosos de hacer toda clase de negocios desde el gobierno local. No existe autoridad en el municipio, y la administración es un mal chiste. Igual gastan los paupérrimos presupuestos en extravagantes ciclo pistas que conducen a la nada; que se les ocurre endeudar a los guanajuatenses con la construcción de un nuevo estacionamiento, solo para recabar comisiones por la asignación del proyecto ejecutivo de la obra y de la construcción de esta, a manera de bono de marcha. Lo más sorprendente, es que todo esto sucede en las narices del gobernador del estado, que displicentemente otorga el aval, que bajo consigna será autorizado por el Congreso, para que un puñado de vivales sigan enriqueciéndose a costa de los guanajuatenses. Si tan bueno fuera el proyecto, muchos audaces empresarios estarían tocando las puertas del municipio, pidiendo la concesión de la construcción del estacionamiento en cuestión. El resultado está cantado, la comuna perderá dinero, pero unos cuantos se llenarán los bolsillos. Hay que pararlos.
En tanto el esplendoroso núcleo histórico-cultural, se desintegra poco a poco, bajo el influjo de aviesos empresarios fomentadores de una juventud desmesurada, depredadora y sin control, en donde la ausencia de gobierno permite todo tipo de trasgresiones, violaciones y faltas a los reglamentos. Así las cosas, el turismo de alto rango, que produce fuertes derramas económicas, seguirá prefiriendo a San Miguel de Allende, no obstante la monumentalidad de Guanajuato.
Redimensionar Guanajuato Capital, requiere de un cambio radical en el modelo de gobierno local. Hay que poner orden antes que nada para frenar los excesos, acotar el caos y limpiar el basurero en el que han convertido a la ciudad. El ayuntamiento
, que como lo hemos descrito en otros editoriales, concibe al gobierno como un botín, debe de ser puesto bajo lupa ciudadana. Un buen comienzo, para abrir boca y para que pongan sus barbas a remojar los sórdidos políticos, sería frenar la ocurrencia del estacionamiento-botín. Que midan a una sociedad indignada.
Pero la acción más profunda, consistiría en llevar a cabo una reforma estructural a la organización municipal, para engendrar un nuevo esquema administrativo, a través de la inclusión de un par de órganos dotados de atribuciones amplias para administrar ciudad, cuyos titulares serían seleccionados por medio de un concurso, conducido por un jurado externo a los intereses que han capturado al municipio, y así contratar a un par de “Administradores Municipales”, que se encargarían del correcto funcionamiento del casco antiguo, uno, y de la nueva zona urbana del sur, el otro. Así intentaríamos habilitar a dos administradores públicos profesionales, con las atribuciones de prestación de servicios y fiscalización, necesarias para el establecer el orden, en substitución del enredijo en el que se ha visto inmerso el Cabildo, incapaz de sacar un perro de una milpa.
Los guanajuatenses capitalinos debemos empujar cambios radicales en el modelo de gobierno local. No merecemos padecer el desgobierno actual, que cancel toda posibilidad de mejora para una comunidad urgida de planeación, orden y eficacia. Solo tenemos una pequeña oportunidad durante la próxima elección, y debemos aprovecharla. Mientras tanto, pongamos alto a las ocurrencias del actual ayuntamiento, convalidadas por un gobierno estatal cómplice de la irresponsabilidad.
@carce55