Carlos Arce Macías
De pronto, León se ha convertido en un punto crítico para la política guanajuatense. El último hecho ha sido la realización de una feria local, con los efectos pandémicos que acarreará, y junto con ella el descontrol y desorden en un evento masivo, en el que el público tumbó enrejados y vallas para introducirse al local en el que se presentaba el famoso rapero Santa Fe Klan. Aquí apuntaríamos dos temas: la comprensión del fenómeno artístico y la gestión del espectáculo.

Este artista oriundo de Guanajuato Capital ha logrado una gran popularidad entre los jóvenes. A los asiduos a este tipo de composiciones, los ha impactado con su música y las letras de sus tonadas. Cuando las autoridades de la feria de León comentan que ni idea tenían del arrastre del cantante, queda clara su ineptitud administrativa, que les impidió conocer de antemano el tipo de manifestación social a la cual estaban convocando. Ya en noviembre del año pasado, el alcalde Guanajuato había organizado una “tocada” con el Klan. La entrada a la ciudad se colapsó por la cantidad de jóvenes que se congregaron en Los Pastitos para escuchar rolas como “Mi Guanajuato”. El COVID, le valió al irresponsable munícipe.
Y es que Santa Fe Klan es la expresión cultural de la gestión del fiscal Carlos Zamarripa y su inseparable socio Alvar Cabeza de Vaca. Después de 12 años de ejercicio, en el cual Guanajuato se ha ensangrentado y los cárteles han impuesto su ley, depauperando la economía y violentando especialmente a los más pobres; el resultado son los raps expresados por Ángel Quesada, el nombre real de Santa Fe Klan. Sus letras desgarran: “Están calientes las calles de mi Guanajuato/ La gente alerta va corriendo el dato/El peligro se siente, por aquí todo el rato/ La vida no vale nada, a la muerte le firmé un contrato.

Por otra parte, el incidente en la Feria se debió al descuido de los organizadores, encabezados por el presidente del patronato ferial, Juan Carlos Muñoz, un personaje de pésimos antecedentes en el desempeño de cargos públicos. Es tiempo de que el gobierno estatal y municipal recapaciten en emplearlo, luego de analizar el historial del personaje.
Recapitulemos. Muñoz Márquez, presidió el Fideicomiso de la Expo Bicentenario, elefante blanco, que carga sobre sí el presupuesto del estado. Sus planes para reconvertir la ostentosa zona de exposiciones en un parque tecnológico y de innovación, acabó en fracaso; pero coronó su encargo con la compra, en 39 millones de pesos, de un angelote monumental de 14 metros de altura.
Posteriormente fue colocado como diputado en la oprobiosa LXII Legislatura Federal en donde participó de la amistad, confianza y enseñanza de ínclitos panistas como los hermanos Luis Alberto y Ricardo Villarreal, Jorge Villalobos y Ricardo Anaya. Todo aquello acabó en moches, corrupción, escándalos y la enseñanza a muchos de los integrantes de ese grupo, de que los puestos públicos son para beneficiarse personalmente del uso y abuso del poder.
Luego llegó al Congreso del Estado, a la LXIII Legislatura. Habiendo sido presidente de la Cámara del Transporte, no encontró mejor acomodo que ser presidente de la Comisión de Movilidad, encargada de diseñar la nueva Ley de Movilidad para el estado de Guanajuato, que planifica regula y gestiona el desplazamiento de personas, bienes y mercancías en el territorio estatal. No obstante el evidente conflicto de interés, por ser propietario de una empresa involucrada en ese sector, diseñó una aberración jurídica que en su momento combatimos: configuró un Instituto de Movilidad como un órgano unipersonal, tipo comisario soviético, sujeto a la corrupción. El modelo tuvo que ser, por inviable, sustituido en 2018 por una secretaría. Lo que ocurriría, lo advertimos desde abril de 2016, pero como es costumbre a nadie escuchó. Prevalecieron los intereses gremiales. ¡Fue un desastre total!
No obstante los resultados de su pésimo trabajo legislativo, se le premió a Muñoz con una nueva diputación federal, asignada en un momento político crítico. Había que ayudar a construir una oposición sólida y funcional. Pero acostumbrado a las mieles y algodones de la LXII Legislatura, una diputación austera, con pocos privilegios y sin fondos que repartir entre posibles electores, no le gustó. Acabó pidiendo licencia, para incorporarse al Patronato de la Feria de León, bajo el calculo de que este puesto lo catapultaría a la alcaldía. Se le atravesó el COVID, y sus planes fracasaron. Hoy administra, incómodo y de mala gana,una verbena conflictiva, cargada de eventos multitudinarios y que acabarán convirtiéndose en el principal nodo de contagio de ómicron, a nivel regional. Santa Fe Klan fue demasiado, para tan poco talento.
