NUESTROS CANDIDATOS, ¿LOS MERECEMOS?

Carlos Arce Macías

El filósofo francés Joseph de Meistre, ante la bataola provocada por las turbas durante la Revolución Francesa (1786), emitió la famosa sentencia: “Los pueblos tienen los gobiernos que merecen”. Hay que extraer la conseja del cajón de la historia, para preguntarnos si las postulaciones a cargos de elección popular que nos están recetando los partidos políticos, todos, responden a la convalidación de la famosa frase.

Joseph de Meistre

Deplorable debe de ser la condición existencial de los guanajuatenses y mexicanos, para ser maltratados de violenta manera, para endilgarnos la postulación a los cargos públicos que los diversos institutos políticos han anunciado. No hay consideración alguna hacia los ciudadanos; muy pocos candidatos pasan la prueba inicial, que sería un filtro ético, para corroborar, su honorabilidad y buena fama.

Y hay que decirlo sin rodeos, nos encontramos ante una clase política depredadora de los puestos públicos, que mantiene capturados la totalidad de las posiciones en disputa. Ni en la desesperación provocada por la emergencia nacional que estamos viviendo, acosados por una brutal epidemia, una violencia desbocada y una crisis económica fustigada por un gobierno nacional deplorable, los partidos políticos son capaces de ofrecer perfiles de nuevos personajes ciudadanos, que nos procuren la posibilidad de cambiar nuestro cruel entorno. 

Los partidos solo reciclan a su camarilla, manifestación del sistema de “cartelización” dentro del cual actúa nuestro sistema político. Las posiciones de gobierno son acaparadas siempre por los mismos. La democracia interna ha sido desterrada, hasta de la organización que la proclamaba como estandarte: Acción Nacional. Ahora se rige a punta de dedazos, negando su historia y ensombreciendo su conducta bajo el nubarrón de la incongruencia y la negación de sus principios de doctrina.

Los principios, por los suelos

Una señal clara de un partido cártel es su acendrada partidocracia. Porque este tipo de partidos, estudiados a partir de 1995 por los profesores Richard Katz y Peter Maier(“Democracy and the Cartelization of Political Parties”, Oxford Press), ha tomado carta de naturalización en México, en donde el fenómeno de la cartelización se da en diversos ámbitos, algunos muy lóbregos y tenebrosos.

Hay que asumirlo para entender el tiempo que vivimos: nuestros partidos no necesitan a los ciudadanos. Solo se bastan con su dirigencia y camarilla de leales escuderos, hambrientos de alguna migaja que les esparzan los amos. Y es que el diseño esta manufacturado para que cada institución tenga tal cantidad de dinero a través de subvenciones públicas y de recursos ilegales tolerados mediante el “Pacto de Impunidad”, que se dedican a hacer costosísimas campañas electorales en donde los ingredientes primordiales son la compra de voto y la clientelización de los ciudadanos más vulnerables.

Eso explica que no les interese la participación de los electores libres. Mientras menos participen, menos votos se necesitan comprar para ganar una elección… y más dinero acabará en las alforjas particulares de los políticos. No piensan en convencer con ideas y propuestas, esas son antiguallas. Dinero contante y sonante para ofrecer a los pobres, quinientos pesitos por su voto, laminas, calentadores solares, cemento, despensas, o una beca para el abuelito o el nini. Indignos todos.

Comprando el voto, desterrando la libertad de los ciudadanos

Y para ilustrar como se materializan estos infaustos fenómenos, pronto escribiré sobre un ejemplo real, relativo a uno de los politicastros más impresentables de la región, cuyo partido no le vio inconveniente alguno para lanzarlo como candidato, no obstante el caudal de agresiones, estafas y desgobierno que haya provocado con su actuación deshonesta, ya convertida en leyenda local.

Pero nuestros partidos continúan en lo mismo, arrojando bazofia. Parecen pensar que nos la merecemos, cuando lo único que exigimos es la construcción de buenos gobiernos, que produzcan buenas policías, acomedidos servicios de emergencia y un plan de reactivación económica medianamente factible. Por lo pronto, la mayoría de los candidatos, no los que merecemos y necesitamos, no nos sirven para gobernarnos bien.

No los merecemos.
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