Carlos Arce Macías
En nuestro país nos enorgullecemos de ser bien machos, de no temerle a la muerte, de enfrentarla y retarla. La dibujamos con maestría de la mano de José Guadalupe Posadas, entregándonos una catrina. El día que se rememora a los muertos comemos y cenamos en los panteones, para suscribir nuestro valor frente a la huesuda. Somos unos valedores, no nos espanta la parca.

Pues así parece ser. Nos damos valor e inyectamos inconsciencia a nuestro talante. En ese desapego por la vida, esta empieza a mostrarnos una conducta enfermiza, cercana a la necrofilia. Especialmente durante 2020, la colección de difuntos ha crecido en cantidades tumultuarias. Nosotros tranquilos, nadie se agobia.
Como el gran escritor italiano Roberto Saviano lo plasma en el guion de la serie “Zero, Zero, Zero”, disponible en Prime de Amazon, o Guillermo Arriaga en su reciente novela “Salvar el Fuego”, el fenómeno de la delincuencia se nos cuela como la humedad, entre toda la sociedad, exacerbando la violencia y contaminando el ámbito de la política, hasta llegar a un ex secretario de la Defensa.
La salvajada con que se mata, se entierran cuerpos en grandes fosas y se publicitan los asesinatos de miembros de cárteles enemigos, decapitándolos y cortándolos en pedazos, resulta innombrable. No es digno de la especie humana. No corresponde a seres que piensan y poseen un cerebro inteligente.

Solo en Guanajuato ya llegamos a los 4,043 homicidios, con la mano en la cintura. El presidente fustiga al gobierno panista contando de mes a mes el número de víctimas, para que los guanajuatenses vayan tomando nota de la tenebrosa numeralia y se sepan mal gobernados. En contraste, a nivel nacional, la proyección de asesinatos para este año ronda los 40,000 superando con creces los sexenios anteriores, a los cuales tanto critica el actual ejecutivo federal. Vamos espeluznantemente mal.
En cuanto a COVID-19, las cifras resultan trágicas para el gobierno central, “se aplanó la curva” festinaba López Obrador, y nada había de cierto al respecto. Ya sobrepasamos los 100,000 decesos causados por la pandemia. Las alarmas médicas se prenden y los hospitales empiezan otra vez a contar la disponibilidad de camas. Guanajuato ha enterrado a casi 4,000 contagiados.

La muerte ronda por donde quiera. Comparemos, contra las grandes conflagraciones mundiales, la cifra de 140,000 fallecimientos anuales en que nos situamos en el año que transcurre. En la guerra de Vietnam, Estados Unidos perdió 58,000 combatientes en casi dos décadas de batallas. En la guerra de Afganistán, los norteamericanos han perdido 2419 soldados, mucho menos que las “bajas”guanajuatenses por homicidios en lo que va del actual año. En el conflicto con Irak, las pérdidas de soldados americanos, apenas compiten con los asesinatos guanajuatenses, 4497 soldados eliminados. Cifras impactantes, duras, que rasgan el alma.
Pero aún hay más noticias malas para México, hemos rebasado, juntando las muertes por COVID y los homicidios de 2020 (140,000), a las bajas de guerra que sufrieron los Estados Unidos durante durante la Primera Guerra Mundial: 117,000 combatientes, cuya vida se sesgó por las bombas y balas de los ejércitos del Eje.

Primera Guerra Mundial
Por ahora, nuestros gobernantes no sufren presiones extraordinarias por mantener al país con una cantidad inaudita de muertos durante el presente año. Somos muy machos, muy insensible, o muy imbéciles por tolerar y normalizar esta matazón. En México y en Guanajuato la vida no vale nada. ¡Viva la muerte!
