Carlos Arce Macías
No voy a utilizar este valioso espacio para defenderme de los recientes ataques “ad homine” que me hizo el nefasto alcalde guanajuatense en días pasados. Los lectores no lo merecen y el personaje es indigno de una respuesta directa.
Lo que sí voy a hacer es narrar la historia de la insurgencia ciudadana que se está formando frente a los atropellos de un viejo estilo de entender la política, como forma de enriquecimiento individual y de camarilla. Guanajuato Capital no aguanta más.

Trienio tras trienio, la clase política local ha ido degradándose hasta recalar en la actual administración, a la cual hemos bautizado como “Gobierno-Botín” (Spoil system). No es una gracejada, sino una categorización académica. El gobierno-botín asume como propio toda la estructura gubernamental que se conquista electoralmente, y la cual se distribuye entre los incondicionales de los triunfadores. Este fenómeno, sin los contrapesos e instituciones necesarios, como una contraloría funcional, se convierte en el instrumento más eficiente para el enriquecimiento personal a costa del presupuesto público.
El gobierno-botín es el sótano de la clasificación de calidad de los gobiernos, y eso enfrentamos ahora. En el ámbito local, estos gobiernos se construyen en el ayuntamiento, con la concurrencia de políticos de varios partidos, lo que propicia una negociación de ámbitos de influencia y negocios entre los componentes del cabildo. Si estábamos mal, el asunto se empeoró. Se constituye un nodo de trafico de influencias para trámites de negocios, licencias, permisos, concesiones, desde donde se segmenta a la población. Solo los amigos y aliados pueden “cumplir la ley”, en tanto que los detractores y gente normal, quedan fuera de los mercados, especialmente el inmobiliario y turístico. Todavía peor: el cumplimiento de la ley se negocia. Duro con los enemigos, amable y tolerante con los cuates y con los que se “mochan”.
En Guanajuato Capital, está ocurriendo lo que debería suceder en el resto del estado. Se ha conformado una resistencia ciudadana decidida a combatir las arbitrariedades de una alcalde atrabiliario y carente de luces. Su lucha se expresa en la imagen de una cactácea sembrada en el centro de un arañazo urbano, que hiere una zona de conservación ecológica en las inmediaciones de la ciudad, pretendiéndose urbanizar el área, ¡a un costado del Congreso del Estado!

Las manos que recuperaron un órgano (Pachycereus marginatus) devastado por la maquinaria encargada de abrir la calle ilegal, para luego sembrarlo en el medio del camino; se convierten en el motivo de esta contienda, porque la política tiene causas (algo que han perdido de vista los actuales gobernantes). Son las manos de los grupos ecologistas del municipio, que agraviados, decidieron intervenir la zona arrasada para que, con minucioso cuidado, se reponga no solo la especie a su hábitat, sino a la naturaleza, toda, en el lugar que le corresponde de acuerdo al Plan de Ordenamiento Territorial vigente.
Mucho le debemos a las organizaciones ecologistas que en estos días aciagos de agresión gubernamental, indignados, pero llenos de entusiasmo fraterno, decidieron reivindicar la inteligencia sobre la torva torpeza del actual gobierno, sostenido por el pacto mercantil entre el alcalde y una oligarquía urbana muy pequeña, especialmente de espíritu.

A partir de estos hechos, se inicia un esfuerzo ciudadano para recuperar Guanajuato de una clase política depredadora y voraz, dedicada a imponer su voluntad y a privilegiar a sus interesados patrocinadores.
Hoy los ciudadanos cuentan. No necesitan ser grupos multitudinarios, basta con que estén bien organizados y sus acciones sean comunicadas en las redes sociales, para hacer valer sus razones. De eso deben de tomar consciencia todos los partidos políticos. Un cactus, sembrado en medio de un camino que propiciará una urbanización, resulta ser una imagen poderosa. Se ha superado el miedo, hay músculo ciudadano.
