Carlos Arce Macías
Este pasado 16 de septiembre, no solo se conmemoró un aniversario más de la independencia de nuestro país. También es la fecha en que el partido Acción Nacional, celebra un año más de su fundación. Un camino de 81 largos y sinuosos trayectos, casi todos escalando hasta la cima, pero desde hace un decenio, precipitándose rumbo al vacío de la política mexicana.

Acción Nacional fue fundado por Manuel Gómez Morín, un personaje de gran inteligencia, que aportó sus conocimientos, tratando de ayudar a superar las carencias intelectuales de los caudillos revolucionarios, más proclives a la camorra y al homicidio, que a la construcción de una nación moderna y pujante.
Gómez Morín, descollante estrella de la llamada generación de 1915, discípulo de José Vasconcelos, alto funcionario hacendario a muy temprana edad, luchador por la causa de la autonomía como rector de la Universidad Nacional de México; llega a la conclusión de la necesidad de constituir y diseñar el partido político que México requiere, para superar el atraso y destrucción que produjo la guerra fratricida iniciada en 1910.
De la obra gomezmoriniana se debe abrevar en dos documentos fundamentales: el ensayo denominado “1915”, que escribió en 1926, y su “Discurso a la Asamblea Constituyente de Acción Nacional” del 14 de septiembre de 1939, para redescubrir dos cuestiones trascendentes: el diagnóstico de la grave situación del país (tan similar a la que ahora vivimos), así como la receta que había cavilado durante muchos años para formar el partido encargado de darle vida democrática a México.
Advierte en “1915”, la necesidad de imponer la supremacía del pensamiento, frente a “la campaña antiintelectualista, la postulación del desinterés como esencia de la vida y de la intuición como forma del conocimiento”. Critica la “creencia religiosa en lo popular junto con la proclamación de la superioridad del genio y del caudillo”, así como la carencia de una labor crítica. Se queja también de la “obscuridad intelectual y desorientación política” que conducen a ”un terrible desenfreno y una grave corrupción moral”.

Todo esta reflexión se desarrolla en tanto el país se hunde en las venganzas, saqueos, peculados, homicidios, robos, violaciones, que desembocan en la corrupción moral de los gobernantes. Ante este deterioro generalizado surge el “caudillo ladino, impreparado que escamotea el afán democrático y diciéndose encarnación del pueblo, justifica sus necedades esgrimiendo en su defensa la noble y fundada convicción en el profundo acierto del instinto popular”. Todo este cúmulo de circunstancias, desembocan en la “consagración de verdades a medias, propaganda que no son sino frases; perentoria necesidad de afirmar sin reservas, de condenar sin límites”. “La causa de nuestros males es la carencia de definición”.
Para complementar el duro diagnóstico del país,durante la postrevolución, Manuel Gómez Morín propone en 1939 el diseño de una organización política moderna, que no este sujeta a “la extraviada pasión ni al apetito personal”, para que pueda hacer frente a un escenario de “apetitos desencadenados, propaganda siniestra, ideologías contradictorias y mentira sistemática”.
Por eso se debe de crear una organización que “renueve la vida pública de México, sustentada en una acción colectiva cimentada en la existencia de valores morales superiores, de la necesidad de normas y de autoridad, como condición del anhelo inagotable de libertad”. Esta acción colectiva es la acción de los ciudadanos organizados por una causa superior, bien definida: la construcción del bien común, del bien de todos y no de un grupito de oportunistas.

Todo esto, son reflexiones que hoy resultan más vigentes que nunca y que son trágicamente contradictorias al PAN que ahora dirige los destinos de los guanajuatenses. Ojalá y haya espacio para recapacitar, abandonar el gobierno de camarilla que han impuesto, y abrirse a la participación ciudadana, tal como lo proponía el fundador hace 81 años.
