MARXISMO TROPICAL

Carlos Arce Macías

 

¿No encuentra la clave de cómo funciona el cerebro del nuevo presidente de los mexicanos? Hay que buscar, siguiendo a Ortega y Gasset, en su circunstancia, en sus vivencias. Consideramos, que como lo ha explicado Jorge Castañeda en su más reciente editorial, la formación marxista que se enseñó en la Universidad Autónoma de México en los años setentas del siglo pasado, fue determinante para la construcción de los patrones imaginarios, con que López Obrador intenta interpretar la realidad. Se trata de una combinación de priísmo setentero, con el marxismo que se enseñaba en las universidades en aquellas épocas. De ahí abrevó nuestro maestro mañanero.

 

Él es un líder social. Ha desarrollado talentos comunicacionales con las masas, con el pueblo, al cual alude, siempre que requiere apoyo. Conoce bien la ecuación del populismo: carisma, promesas fáciles de entender y la generación de apoyos incondicionales. Nada nuevo bajo el sol.

 

Como buen marxista, uno de sus métodos es la división fundamentada en la lucha de clases y la Teoría de la Explotación. Por eso todas las mañanas nos despertamos con una nueva malquerencia; se trata de dividir y separar a la sociedad entre buenos y malos. No hay medias tintas. Lacerar e insertar epítetos a sus antagonistas se ha convertido en el deporte favorito del presidente.

 

Sus convicciones respecto a PEMEX y la CFE, como empresas paraestatales (ya no lo son jurídicamente), solo encuentran acomodo en la tesis de los seguidores del prócer del comunismo. Se trata del principio de Apropiación de los Medios de Producción. La necesidad de controlar, por lo pronto, las mayores empresas de México, a fin de obtener el manejo de áreas substanciales de la economía del país.

 

Su pugna por manipular salarios con base en la llamada Teoría de Salarios, responde a un postulado ideológico fundamental, planteado por Marx. Se trata de la explicación sobre la explotación del proletariado y su de pauperización , por parte de la burguesía abominable (neo profiristas, neoliberales, mafia del poder y conservadores). Los grupos empresariales apoyaron la proposición inicial. Ahora están cercados por demandas laborales, especialmente en la frontera norte, y los sindicatos filo-morenistas están al acecho. Les abrieron la puerta.

 

Como bien lo comprobaron Lenin y Stalin, Andrés Manuel conoce la Ley de Hierro de la Oligarquía. Sabe que si su plan fructifica, acabará conformándose una clase burocrática privilegiada, conformada por funcionarios y comisarios incondicionales, que resistirán, por todos los medios, cualquier posibilidad de cambio de rumbo del gobierno. Si es necesario, a fin de hacer prevalecer las ideas que lo llevaron al poder, se combatirá al propio pueblo, si es necesario. La revolución exige sacrificios y purgas. Ahora lo vemos en Venezuela.

También habrá que tolerar a los ingenuos que se adhieren al Movimiento. Los partidos políticos son resabios burgueses. Habrá que utilizar aquellos liderazgos que de buena fe se han incorporado al programa de Morena. Existe una definición para ellos, propuesta por Lenin: tontos útiles. ¿Alguién ha ubicado últimamente a Poncho Romo? ¿Qué destino le espera a Tatiana Clouthier? ¿Cuánto trajín aguantará Doña Olga Sánchez Cordero?

 

La ruta está trazada. No entienden, los que se niegan a verlo. Las piezas embonan perfectamente. Su interpretación de la realidad transita por el modelo cubano. A la manera de Fidel, el pregonero del alba, urde largas peroratas para explicarle al pueblo que será de la nación, como la conducirá, y por qué el panorama económico se complica cada día frente al estoico heroísmo revolucionario. Desde diciembre del 2018, México opera bajo una ficción decimonónica, que ha comprobado su fracaso en cuanto experimento social se haya llevado a cabo: Rusia, China, Vietnam, Camboya, Corea del Norte, Venezuela y Cuba. No han dado una.

 

En México ya ha habido pruebas para imponer experiencias similares que han acabado en desastres monumentales. Comenzó con Lázaro Cárdenas, al cual el intento le costó una sucesión derechista y el abandono total del socialismo. El tesón izquierdista de Echeverría concluyó con una brutal crisis económica, mientras afirmaba: “La economía se maneja desde Los Pinos. En tanto, el voluntarismo de López Portillo significó el hundimiento de la nave nacional. La administración de la abundancia se esfumó, solo quedaron ruinas.

 

Hoy, este nuevo populismo amenazante debe de ser combatido con la razón. El marxismo no es capaz de explicar y solucionar los problemas del siglo XXI. Sus supuestos teóricos han sido rebatidos y descalificados por datos que comprueban sus errores conceptuales.

 

El Siglo de las Luces, como lo aconseja el psicólogo experimental y científico cognitivo de Harvard, Steven Pinker , es la respuesta de la humanidad a sus problemas, es la base del florecimiento de nuestra civilización. Es la apuesta por la razón y la ciencia. Es lo que ha deshecho a la izquierda fatalista y falaz, generadora de estupideces. Bajo el reinado de la razón y la ciencia, como lo afirma Pinker: combinamos ideas, nos hacemos más solidarios, se multiplican nuestras facultades racionales, obtenemos libertad para desatar nuestra curiosidad intelectual, establecemos métodos de debate abierto,  somos capaces de actuar con escepticismo frente a la autoridad y el dogma, asumiendo la necesidad de que se pruebe fehacientemente, que las ideas sustentadas realmente coincidan con la realidad, que no sean un timo, como en el caso del marxismo.

 

Es por eso, que frente a la irracionalidad de las ocurrencias de una mente conformada por ideas caducas, el ataque directo se hace en contra de los centros neurálgicos del pensamiento crítico: centros de investigación y universidades. En Camboya, por ejemplo, los violentos marxistas ordenaron romper los lentes de los ciudadanos para que no pudiesen leer. La razón, finalmente, mata las quimeras de los profetas, al exigirles probanza. Por eso el virulento ataque que se ha montado en contra del sistema de ciencia, tecnología e innovación del país. Es esta estrategia violenta, lo que explica la expulsión del gobierno de cuanto técnico se identifique en un puesto. Odian la estadística, los datos, los planes, las pruebas y el análisis. Apuestan solo por su anacrónica ideología.

 

Se pretende imponer así, la ficción y la charlatanería. Los marxistas supersticiosos creen que las condiciones de 1848, año de publicación del famoso Manifiesto Comunista de Marx y Engels, pueden ser replicadas en el México de 2018.

 

Vienen las primeras batallas de la razón frente a las fábulas mañaneras. Pero hay que guerrear inteligentemente, porque como lo afirmaba el agudo filósofo de la Ilustración, Francois Marie Arouet, mejor conocido como Voltaire: “Es peligroso tener la razón, cuando el gobierno está equivocado”.

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