LA PEÑA EN EL ZAPATO

Carlos Arce Macías

 Al inicio de la transición democrática era utilizada una explicación sobre la segmentación ciudadana. La población se dividía entre unos pertenecientes al círculo rojo y otros al círculo verde. En el círculo rojo se incluían a los más activos, a participantes dentro de las organizaciones civiles, los influyentes empresarios, los políticos y líderes ciudadanos, dueños de un pensamiento crítico, que expresan, sin temores, sus puntos de vista. Nada los detiene para criticar a las autoridades, ni al mismo presidente. Por otra parte están los pertenecientes al círculo verde. Se trata de la población en general, cuyos afanes son el trabajo y la sobrevivencia en una sociedad que muestra enormes desigualdades. Ensimismados en su problemática, los quehaceres de la política les son generalmente ajenos y distantes. Solo las decisiones gubernamentales que les afectan de manera directa, les hacen reaccionar.

 

Durante los albores de este nuevo gobierno, el círculo rojo, que puede representar hasta al 20% de la sociedad, se encuentra enojado, agraviado, sulfurado por la cauda de decisiones y acciones destructivas que ha decidido  llevar al cabo el presidente López Obrador. Especialmente en redes sociales se puede seguir el debate diario entre chairos (con un alto número de bots oficialistas) y fifís. El agravio y la división están a flor de piel, acicateados por los descalificativos y acusaciones soeces que se lanzan desde los ejércitos electrónicos gobiernistas. Se va perfilando en esta violenta dicotomía, un país profundamente dividido y enconado, que se expresa especialmente en el twitter.

 

La rabia generada por la suspensión del nuevo aeropuerto y el irresponsable tiradero de dinero ordenado por el Ejecutivo Federal, fue solo el inicio. La escasez de gasolina, provocada por la ineptitud de los nuevos funcionarios de PEMEX alteró muchos ánimos, especialmente en la zona centro-occidente del país. A ello han seguido la suspensión del programa de estancias infantiles, de mujeres victimas de violencia, el desabasto de medicamentos en los hospitales, la suspensión del Seguro Popular… en fin. Un importante segmento de ese circulo rojo, abomina al presidente, mientras este se burla y se regocija endilgando adjetivos a sus críticos todas las mañanas, atizando, cada vez más, el hiviente caldero. Malo para México, el círculo rojo es un sector muy activo, dentro del cual se mueve una gran parte de la economía del país y la pertenencia de México, a un sofisticado y dinámico mundo globalizado.

 

Y en ese ambiente de confrontación, menosprecio e insulto, la memoria se pierde y los acuerdos inconfesables encuentran buen refugio. El ex presidente Enrique Peña Nieto y su pandilla duermen tranquilos luego de haber devastado al país. Seguro hasta tiempo tendrán para tomarse una buena siesta.

 

Peña Nieto, ha sido el presidente más corrupto de México. No todos sus colaboradores, pero sí su círculo más cercano de funcionarios selectos, se dedicaron al saqueo y la pillería con un descaro inusitado. El grupo de Atlacomulco, cuya labor ha sido el asalto a los presupuesto gubernamentales, regresó al poder, en 2012, con una consigna: reponerse de 12 años de abstinencia. La rapacería, adjetivo favorito de AMLO, fue su insignia y no dejaron títere con cabeza.

 

Por donde se revise, se encontrará el desvalijamiento al que fue sujeta la hacienda estatal. Y en eso, la supuesta oposición, fue su cómplice y seguramente, una parte de ella, partícipe en la expoliación. Los gobernadores, convertidos en modernos sátrapas, tomaron dineros del crimen organizado, lo ayudaron a lavar su dinero, asignaron obras sin licitación, contratos fantasmas, compras multimillonarias a consorcios farmacéuticos a precios estratosféricos. Entre la clase política, imperó el pacto de impunidad. Bajo el lema de “todos lo hacen”, imperó el dinero sucio en las elecciones, y con ello, la sustracción, a nivel industrial, de los dineros públicos. Muchos legisladores se batieron en la zahúrda del moche, eufóricos por “bajar recursos” para sus distritos, mientras el voto se compraba descaradamente a billetazos entre los sufragantes. ¡Un fiestón de corruptelas!

 

Y mientras eso sucedía frente a nuestras narices, desde los mecanismos del Estado para contener el pillaje, no solamente nada sucedía, sino que la inacción y modorra se esparcía a las auditorías y procuradurías estatales. Silencio y ceguera criminal. 

 

La corrupción ha desgastado a tal grado a la democracia mexicana, que la ha puesto en condición de anoréxica. El descontrol en el funcionamiento republicano ha sido inconmensurable, liderado por el PRI y Peña Nieto. Para enfrentar las elecciones presidenciales de 2018, seguramente la bolsa mal habida de recursos estaba atiborrada de efectivo. Al percatarse de la nula posibilidad de triunfo, decidieron abandonar a su candidato y repartirse los dineros entre la gavilla de incondicionales, en tanto se pactaba con el posible ganador.

 

El círculo rojo ha olvidado a Enrique Peña Nieto, en una especie de perdón anticipado. Obrador esta frenando al país con decisiones necias, pero el peñismo, fue la causa eficiente de la consolidación de López en la presidencia. El hartazgo ciudadano es la reacción al saqueo impune que realizó el ex presidente bajo la consigna de que la corrupción era natura mexicana. Ese hartazgo produjo la victoria morenista, porque todos los demás participantes estaban enfangados por la ladronería peñista.

 

Tristemente López Obrador asumió a plenitud las condiciones que le estableció Peña, pactando su exoneración a priori, a través de su canciller Videgaray. Así se entregó México, a cambio de impunidad para el presidente saliente y sus corifeos. El pacto de impunidad se revitalizó.

 

Con el fin de encubrir al ex presidente, se ha elaborado una narrativa tramposa, en la que la corrupción de otras gestiones presidenciales  se equipara al desbordamiento generalizado del último sexenio. Todo para encubrir las tropelías de Peña y su banda. A estos no se les molesta ni agrede cada mañana, solo comentarios marginales se les dedican. Es el nuevo pacto de impunidad.

 

Ahora la Secretaría de la Función Pública y la Unidad de Investigación Financiera (UIF), con furia inusitada,  investigan al titular de la CRE, motivada por una opinión que enojó al presidente. La furia se desato contra el funcionario. Mientras Peña Nieto, viaja, estrena novia y juega golf. Él feliz.

 

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MARXISMO TROPICAL

Carlos Arce Macías

 

¿No encuentra la clave de cómo funciona el cerebro del nuevo presidente de los mexicanos? Hay que buscar, siguiendo a Ortega y Gasset, en su circunstancia, en sus vivencias. Consideramos, que como lo ha explicado Jorge Castañeda en su más reciente editorial, la formación marxista que se enseñó en la Universidad Autónoma de México en los años setentas del siglo pasado, fue determinante para la construcción de los patrones imaginarios, con que López Obrador intenta interpretar la realidad. Se trata de una combinación de priísmo setentero, con el marxismo que se enseñaba en las universidades en aquellas épocas. De ahí abrevó nuestro maestro mañanero.

 

Él es un líder social. Ha desarrollado talentos comunicacionales con las masas, con el pueblo, al cual alude, siempre que requiere apoyo. Conoce bien la ecuación del populismo: carisma, promesas fáciles de entender y la generación de apoyos incondicionales. Nada nuevo bajo el sol.

 

Como buen marxista, uno de sus métodos es la división fundamentada en la lucha de clases y la Teoría de la Explotación. Por eso todas las mañanas nos despertamos con una nueva malquerencia; se trata de dividir y separar a la sociedad entre buenos y malos. No hay medias tintas. Lacerar e insertar epítetos a sus antagonistas se ha convertido en el deporte favorito del presidente.

 

Sus convicciones respecto a PEMEX y la CFE, como empresas paraestatales (ya no lo son jurídicamente), solo encuentran acomodo en la tesis de los seguidores del prócer del comunismo. Se trata del principio de Apropiación de los Medios de Producción. La necesidad de controlar, por lo pronto, las mayores empresas de México, a fin de obtener el manejo de áreas substanciales de la economía del país.

 

Su pugna por manipular salarios con base en la llamada Teoría de Salarios, responde a un postulado ideológico fundamental, planteado por Marx. Se trata de la explicación sobre la explotación del proletariado y su de pauperización , por parte de la burguesía abominable (neo profiristas, neoliberales, mafia del poder y conservadores). Los grupos empresariales apoyaron la proposición inicial. Ahora están cercados por demandas laborales, especialmente en la frontera norte, y los sindicatos filo-morenistas están al acecho. Les abrieron la puerta.

 

Como bien lo comprobaron Lenin y Stalin, Andrés Manuel conoce la Ley de Hierro de la Oligarquía. Sabe que si su plan fructifica, acabará conformándose una clase burocrática privilegiada, conformada por funcionarios y comisarios incondicionales, que resistirán, por todos los medios, cualquier posibilidad de cambio de rumbo del gobierno. Si es necesario, a fin de hacer prevalecer las ideas que lo llevaron al poder, se combatirá al propio pueblo, si es necesario. La revolución exige sacrificios y purgas. Ahora lo vemos en Venezuela.

También habrá que tolerar a los ingenuos que se adhieren al Movimiento. Los partidos políticos son resabios burgueses. Habrá que utilizar aquellos liderazgos que de buena fe se han incorporado al programa de Morena. Existe una definición para ellos, propuesta por Lenin: tontos útiles. ¿Alguién ha ubicado últimamente a Poncho Romo? ¿Qué destino le espera a Tatiana Clouthier? ¿Cuánto trajín aguantará Doña Olga Sánchez Cordero?

 

La ruta está trazada. No entienden, los que se niegan a verlo. Las piezas embonan perfectamente. Su interpretación de la realidad transita por el modelo cubano. A la manera de Fidel, el pregonero del alba, urde largas peroratas para explicarle al pueblo que será de la nación, como la conducirá, y por qué el panorama económico se complica cada día frente al estoico heroísmo revolucionario. Desde diciembre del 2018, México opera bajo una ficción decimonónica, que ha comprobado su fracaso en cuanto experimento social se haya llevado a cabo: Rusia, China, Vietnam, Camboya, Corea del Norte, Venezuela y Cuba. No han dado una.

 

En México ya ha habido pruebas para imponer experiencias similares que han acabado en desastres monumentales. Comenzó con Lázaro Cárdenas, al cual el intento le costó una sucesión derechista y el abandono total del socialismo. El tesón izquierdista de Echeverría concluyó con una brutal crisis económica, mientras afirmaba: “La economía se maneja desde Los Pinos. En tanto, el voluntarismo de López Portillo significó el hundimiento de la nave nacional. La administración de la abundancia se esfumó, solo quedaron ruinas.

 

Hoy, este nuevo populismo amenazante debe de ser combatido con la razón. El marxismo no es capaz de explicar y solucionar los problemas del siglo XXI. Sus supuestos teóricos han sido rebatidos y descalificados por datos que comprueban sus errores conceptuales.

 

El Siglo de las Luces, como lo aconseja el psicólogo experimental y científico cognitivo de Harvard, Steven Pinker , es la respuesta de la humanidad a sus problemas, es la base del florecimiento de nuestra civilización. Es la apuesta por la razón y la ciencia. Es lo que ha deshecho a la izquierda fatalista y falaz, generadora de estupideces. Bajo el reinado de la razón y la ciencia, como lo afirma Pinker: combinamos ideas, nos hacemos más solidarios, se multiplican nuestras facultades racionales, obtenemos libertad para desatar nuestra curiosidad intelectual, establecemos métodos de debate abierto,  somos capaces de actuar con escepticismo frente a la autoridad y el dogma, asumiendo la necesidad de que se pruebe fehacientemente, que las ideas sustentadas realmente coincidan con la realidad, que no sean un timo, como en el caso del marxismo.

 

Es por eso, que frente a la irracionalidad de las ocurrencias de una mente conformada por ideas caducas, el ataque directo se hace en contra de los centros neurálgicos del pensamiento crítico: centros de investigación y universidades. En Camboya, por ejemplo, los violentos marxistas ordenaron romper los lentes de los ciudadanos para que no pudiesen leer. La razón, finalmente, mata las quimeras de los profetas, al exigirles probanza. Por eso el virulento ataque que se ha montado en contra del sistema de ciencia, tecnología e innovación del país. Es esta estrategia violenta, lo que explica la expulsión del gobierno de cuanto técnico se identifique en un puesto. Odian la estadística, los datos, los planes, las pruebas y el análisis. Apuestan solo por su anacrónica ideología.

 

Se pretende imponer así, la ficción y la charlatanería. Los marxistas supersticiosos creen que las condiciones de 1848, año de publicación del famoso Manifiesto Comunista de Marx y Engels, pueden ser replicadas en el México de 2018.

 

Vienen las primeras batallas de la razón frente a las fábulas mañaneras. Pero hay que guerrear inteligentemente, porque como lo afirmaba el agudo filósofo de la Ilustración, Francois Marie Arouet, mejor conocido como Voltaire: “Es peligroso tener la razón, cuando el gobierno está equivocado”.

IMAGINEMOS

Carlos Arce Macías

 

 Si el gobernador de Guanajuato, Diego Sinhué Rodríguez Vallejo persiste en su afán de entronizar a Carlos Zamarripa como Fiscal General del estado, habrá acabado anticipadamente con su gobierno y con el PAN como primera fuerza estatal. Llamo a sus consejeros áulicos a intervenir para evitar esa torpeza monumental, y aconsejarle que desista de la suicida empresa.

 

El nombramiento de Zamarripa es hoy, la pieza clave de la política estatal. Innecesariamente, el joven gobernador, transitó despreocupadamente hacia un callejón sin salida. Ensoberbecido, quizás, por la victoria, sabiéndose al igual que López Obrador, dueño de una mayoría parlamentaria, decidió cumplir las promesas de designación. Me refiero claro, no a la promesas de campaña, sino a las que se comprometió con su solitario elector. Recordemos que no hubo proceso de selección interno y todo quedó decidido a dedo.

 

Ahora el Ejecutivo está sitiado, y con él su partido, sus alcaldes y sus diputados. Nada más angustiante en estos momentos, salvo quien tenga piel muy gruesa y sea presa del descaro total, que ser diputado estatal del PAN, y tener que votar por consigna una designación aberrante. Los compadezco, especialmente a algunas parlamentarias que me parecen juiciosas e inteligentes, y que serían merecedoras de mejor destino.

 

Acción Nacional se ha quedado solo. Los partidos políticos que pudieran ser sus aliados, saben del enorme costo que acarreará el próximo nombramiento en términos electorales. Los grupos empresariales, tanto CCE como COPARMEX, han descalificado, de plano, al candidato a  fiscal. Hay alcaldes de importantes ciudades, claramente molestos con la designación. Los medios estatales más influyentes entienden lo que se juega en esta mano, y no respaldan la voluntad gubernamental. Diego está solo.

 

Supongamos que ya se hubiese realizado la nominación. La lectura del hecho sería avasalladora: Sinhué no gobierna Guanajuato, el estado se ha convertido en una suerte de maximato al estilo de Plutarco Elías Calles. Recordemos el sonoro verso de aquella época: “Aquí vive el presidente, pero el que manda vive enfrente”. Esto, en las condiciones políticas actuales, significa la entrega del estado a Morena en la próxima elección. Así de claro. Porque ya no habrá un verdadero gobernador.

 

Profundicemos más. Si Zamarripa es el hombre del ex gobernador, si va a ser autónomo, si su periodo rebasará la gestión de Rodríguez Vallejo, si este gastó todo su magro capital político en posicionarlo como Fiscal, luego: ¿quién será el hombre fuerte de Guanajuato? La respuesta es obvia: el de enfrente, y su personero el Fiscal. El gobernador quedará en el tercer nivel jerárquico.

 

Ataquemos ahora el historial que deja tras de sí Zamarripa. Aceptando el apoderamiento por las bandas huachicoleras, de las zonas y ciudades  estratégicas del robo de combustible, en las narices del actual procurador, debemos también enlistar los sucesos de violación de derechos humanos e intento de encubrimientos de policías, que ha enumerado minuciosamente el periodista Arnoldo Cuéllar, en un video que ha causado estupor entre muchos guanajuatenses, para rematar en la improcedencia absoluta del nombramiento. 

 

Pero también enfrentamos un problema de tipo político muy grave. Al carecer de un verdadero fiscal autónomo decidido a combatir la corrupción, el gobierno de Guanajuato no se modernizará, continuará con sus viejas corruptelas, permitiendo el desvío de recursos públicos para intentar ganar elecciones. Exactamente lo que los mexicanos han reprobado en la última elección, en lo que se ha denominado peyorativamente como el PRIAN. Para funcionar dentro de ese esquema fueron muy eficaces los últimos dos ex gobernadores, resaltando el obsecuente trato que durante el último sexenio se le otorgó al corrupto de Enrique Peña Nieto. En ese gobierno federal, el último ex gobernador encontró su zona de confort, mientras un gallo irapuatense cantaba su potente quiquiriquí.

 

Una fiscalía que sirva, es una pieza fundamental para lograr la evolución de la administración pública estatal, porque la condiciona a cambiar, innovarse y a actuar con honestidad. Solo así se rompe el pacto de impunidad, que es el mecanismo perverso que nos ha conducido al populismo ramplón. Si los corruptos acaban encarcelados, el gobierno mejorará sin necesidad de transitar por las brechas populistas que hoy amargan nuestras mañanas.

 

Piensen, si este procurador guanajuatense, hoy futuro fiscal, hubiese actuado con probidad y celo profesional en enero de 2012, hubiera cambiado el rumbo de la historia para el PAN y quizás para México. Como un perro de caza en busca de delincuentes, al escuchar el audio presentado por el periódico AM, en el que el ingenuo alcalde celayense consultaba con parte de su cabildo sobre el “moche” que deberían de entregar a los conspicuos diputados federales que les habían “bajado recursos” (ya sabemos de quién se trataba), debería haber abierto, de inmediato,  una investigación sobre esos hechos, que habría descubierto los trafiques que desde la LXII Legislatura Federal se llevaban a cabo en todo el territorio nacional, pero especialmente con los municipios de Guanajuato. Los dirigentes panistas y priístas hubieran quedado al desnudo, y el PRIAN no se habría consolidado. Anaya estaría liquidado y San Miguel de Allende tendría otro alcalde que no intentara hacer negocio con los parquímetros. ¿Ven por qué es importante un buen fiscal y el cambio que significaría para la salud del gobierno?

 

Pero demos un vuelco al editorial. Imaginemos lo bonito que sería, que de pronto, el gobernador dejara atrás las acechanzas y temores que lo acosan, y decidiera gobernar el estado y retirar la postulación de Zamarripa, para entregar el puesto de fiscal a un hombre justo y competente. Todo a solicitud de sus propios diputados, que se resistieran, como dilectos representantes de los guanajuatenses, a procesar el requerimiento del Ejecutivo. Imaginemos entonces como, de un plumazo, tendríamos un Congreso digno y un gobernador acotado, dispuesto a ceñirse a las disposiciones constitucionales. Los principios republicanos, comenzarían a funcionar.

 

También soñemos con que el nuevo fiscal recibiera regularmente denuncias basadas en los resultados de auditorías técnicamente sustentadas, que evitarían los gobiernos-botín que sangran, impunemente,  a los municipios. Los primeros miembros del ayuntamiento sujetos a proceso, servirán de ejemplo para evitar la rapiña de los malos servidores públicos. 

 

Imaginemos un Poder Judicial que procesa, sin importar el rango político, a los acusados de peculado, tráfico de influencias y abuso de autoridad, pulverizando el “pacto de impunidad”. Veríamos gobiernos que retomen sus más nobles ideales y principios, convirtiendo en una realidad el bien común. Atrevámonos a imaginar un gobierno que hace las cosas bien.

 

Ojalá Diego sea valiente y lo intente. Tic, tac…

@carce55

 

 

CREER O PENSAR

 Carlos Arce Macías

 

Tomemos conciencia de cómo, cuando nos expresamos, normalmente utilizamos el verbo creer, en lugar de la palabra pensar. Creer es, según el Diccionario de la Lengua Española: tener algo por cierto sin conocerlo de manera directa o sin que esté comprobado o demostrado. Por su parte, pensar significa: formar o combinar ideas o juicios en la mente.

 

Nuestras sociedades latinoamericanas, surgieron desde la época colonial, bajo la influencia de la contra reforma. Expliquémoslo, se trata del momento histórico en el que España y sus colonias reaccionan en contra de la Reforma, iniciada por Martín Lutero, que finalmente tendría consecuencias extraordinarias para el avance de la civilización. Se trata de un “up grade” al catolicismo tradicional, diluido por la corrupción clerical, los intereses imperiales y la monetización de la religión con base en la pasmosa venta de indulgencias. Una parte muy importante de los países sajones, se adhirieron a esta nueva forma de vivir el cristianismo, afiliándose al movimiento reformista, durante los siglos XVI y XVII. A partir de la aceptación de la relación directa con Dios a través de la lectura de las Escrituras, se logra introducir la libertad de pensamiento, que luego condujo al pensamiento científico y a la utilización de su metodología. 

 

A esos cambios radicales de forma de vivir y creer entre los europeos, España respondió afianzando las creencias dogmáticas del catolicismo tradicional, repensadas desde el Concilio de Trento. Surge así un brazo religioso muy potente, con la creación de La Compañía de Jesús, los famosos jesuitas, con la misión de defender a toda costa su religión. El dogma poseyó, desde entonces, a los católicos, mientras que, en contraste, la libertad de pensamiento se fincó entre los protestantes.

 

La Reforma fue el fermento de la resistencia y los ataques al absolutismo con que se conducían muchas monarquías de esa época. Comenzó con la “Revolución Gloriosa” en Inglaterra en 1688, derrocando a Jacobo II, en tanto en Francia y España el absolutismo equiparaba al rey con el sol, aliados siempre con el papado, que terminó decretándose, modestamente, infalible.

 

La Nueva España se consolidó como un virreinato hermético a cualquier idea extravagante que no sintonizara con el catolicismo contra reformista. La inquisición llevó a cabo su función con esmero y eficiencia. La Iglesia se convirtió así en el cimiento de la sociedad novohispana, y posteriormente, luego de la independencia, de México. Su base religiosa y social ha sido el guadalupanismo, que nos ha guiado a sustentar la nacionalidad de todo un pueblo en una leyenda que se cree cierta. Este es el mejor ejemplo de la interiorización de la contra reforma, en la vida mexicana.

 

Por eso el latinoamericano común y más el mexicano,  cree, repito, cree en milagros inverosímiles, desde una mente troquelada para creer. No ha aprendido a desarrollar el método cartesiano de la duda, ni el pensamiento científico de Galileo Galilei , Johannes Kepler y Baruch Spinoza. La contra reforma resultó profundísima y la práctica de la doctrina y sujeción al dogma, cumplieron a plenitud su función de instaurar la creencia como principio básico de nuestra sociedad.

 

Así fue como los mexicanos acabamos creyendo a pie juntillas lo que se nos instruía disciplinadamente en el catecismo obligatorio; entre tanto las sociedades sajonas, construidas en los moldes de la Reforma, aprendían obligatoriamente a leer, para poder revisar directamente La Biblia. Mientras la sociedad hispanoamericana escuchaba la vida de los santos, los protestantes buscaban la lectura de los científicos y filósofos del Siglo de las Luces, como David Hume, Emmanuel Kant, Isaac Newton, Jean Jaques Rousseau y los sarcásticos escritos de Voltaire.

 

Dentro de la cultura occidental, los sajones pensaban, mientras que los latinos continuaban inmersos en la creencia. De allí viene la diferencia cultural entre las sociedades del pensar, en oposición con las del creer. Estos factores también contribuyen a explicar la diferencia entre el desarrollo de una y otra sociedad, unos se internaron apasionadamente en la Edad de la Razón (Thomas Paine 1794), en tanto que los otros continuaron uncidos a las creencias institucionalizadas durante el Siglo III por Constantino. Una pequeña diferencia de 1700 años terminó separándolas.

 

Luego de este rápido repaso histórico, que espero se excuse su generalización, y por lo tanto la abreviación de detalles y matices; cedamos el paso a los argumentos que nos den la pauta para comprender a plenitud el trayecto histórico y el arribo al espacio político que deseamos analizar: la preeminencia de la creencia sobre el pensamiento. 

 

Entendiendo que los mexicanos creemos más que pensamos, no nos disturbe pues, que el populismo haya penetrado a nuestra sociedad como cuchillo en mantequilla. No estamos acostumbrados a dudar. Nos han habituado a creer, incluso, en las más disparatadas aberraciones. Nuestro pueblo está domesticado para aceptar promesas seductoras como ciertas, sin estar demostradas. Basta el carisma personal de un político tozudo y audaz para vender esperanzas al mayoreo, que conduzcan mansamente al pueblo, a las garras populistas.

 

Solo así se explica que un político pueda prometer la transformación de toda una sociedad a la honestidad plena, al día siguiente de tomar posesión, y que el pueblo lo crea, votando ciegamente por él. Entendámoslo, no se trata solo de una promesa, es la certidumbre en los milagros, que ha sido cultivada por cientos de años entre nuestra sociedad. Es la aparición mesiánica y milagrosa de un personaje que transformará todo el entorno nacional. Es la certidumbre en una milagrería milenaria, que obnubila la mente, destierra la duda y elimina el hambre por la verdad.

 

Propongo un sencillo ejercicio para erradicar la carencia de certeza en las largas peroratas de nuestros políticos. Tomen nota, hay una trampa semántica muy perniciosa en todo esto. Identifíquenla. Traten, cuando digan “yo creo” en sustituir por “yo pienso” la idea que se intenta argumentar. Verán que el cerebro comenzará a responder, combinando ideas y juicios. El cerebro se verá obligado a activar la zona del neo córtex y sus conexiones neuronales más avanzadas, para confeccionar juicios y razones que conduzcan a la verdad. 

Un país que piensa, no puede ser engañado fácilmente. Un pueblo que impone a su cerebro la práctica de pensar, antes que creer, encontrará nuevos caminos de desarrollo y la construcción de mejores gobiernos. La verdad es el antídoto del populismo. Solo así dejaremos de creerles a los mentirosos.