Carlos Arce Macías
Una de las revelaciones que nos ha aportado el gobernador Javier Corral mediante el caso de César Duarte en Chihuahua, ha sido la manifestación de la corrupción, a partir de una organización en red. No se trata como el común de las personas piensan, de conductas antisociales aisladas, donde individualmente, empleados o funcionarios desleales, expolian presupuestos públicos. No, no es así.
La corrupción es un sistema bien estructurado, aceitado, con múltiples derivaciones, que requiere la comisión de varios delitos, y que termina con el lavado de dinero, a fin de blanquear sumas muy considerables del dinero público pillado por la organización. Claro, siempre hay cabecillas, que se encuentran guiando la comisión del serial de irregularidades y violaciones que se necesitan cometer, para que opere adecuadamente la red.
Así sucede con las actividades ilícitas que se ejecutan en los gobiernos municipales, estatales y federal. Pero también alcanzan otros ámbitos del entorno público, como son los partidos políticos. Estas organizaciones han sido parte esencial de la corrupción que ha colonizado a los gobiernos, y sufren el mismo proceso de expoliación, que las administraciones públicas. Hagamos un repaso.
De la misma manera en que una red de corrupción se incrusta en un gobierno y lo convierte en una víctima a la que se le extrae recursos constantemente, los partidos son instrumentos claves para implementar la red, controlando el acceso al poder, garantizando de esa manera a los corruptos, los cargos públicos y de representación que se necesiten para ser eficaces. Por ejemplo, controlar las auditorias de los congresos es muy importante para no propiciar amenazas sobre la operación extractiva de la red. Los diputados incondicionales, serán los miembros de la comisión encargada del análisis de las cuentas públicas. En el caso de los ayuntamientos, tendremos ahí a los síndicos y regidores que están integrados al sistema corruptivo.
Pero paradójicamente, las propias organizaciones partidistas, son las primeras víctimas de este agresivo cáncer social, siendo rápidamente capturadas por las bandas de depredadores políticos. La presa es apetitosa. Los partidos reciben en México, cantidades inmensas de dinero, que los colocan, por ingresos, en las mismas coordenadas que muchas de las grandes empresas del país, pero con una diferencia, las finanzas internas pueden ser utilizadas con gran discrecionalidad desde los puestos de mando partidario. Un botín suculento para un grupo de vividores de las arcas públicas.
Los partidos recibirán casi 5000 millones de pesos para 2019. A cada uno le serán entregados cientos de millones de pesos. Pero sus bancadas federales también obtendrán una millonada. Para tener una idea, la LXIII Legislatura de diputados recibió, aparte de sueldos, por concepto de “subvenciones”, 3500 millones de pesos. La coordinación de cada grupo parlamentario manejó con total discrecionalidad la distribución de esa millonaria partida. Luego tenemos al Senado con cantidades muy importantes, más las aportaciones estatales a los partidos, que varían dependiendo de cada entidad. Total, un montón de dinero, susceptible de ser privatizado.
Si a estas particularidades le agregamos la negociación por la aprobación de leyes, tanto a nivel estatal como federal, o bien reglamentos municipales, los negocios por autorizaciones y permisos, el tráfico de influencias y los sobornos, advierto que nos encontramos ante la presencia de un anchuroso sistema de redes de corrupción.
Una cosa importante: los políticos honestos, también tienen un papel importante en el sistema. Sirven de cobertura. Dan un halo de virtud y siembran un poco de confianza en los ciudadanos. Lo importante es que sean sumisos y se adapten al rol asignado. No nos sorprenda entonces ver allí, a algunos perfiles de políticos que alcanzan a conservar buena fama, estos son imprescindibles para camuflar las operaciones expoliatorias de la red. Se les siembra estratégicamente, se les conserva y se les da exposición mediática. Pero al final, solo son una careta, que mal cubre el desfigurado rostro de la corrupción rampante que acosa a los partidos.
Debemos tomar consciencia de esta cruda realidad, y del modus operandi del tejido corrupto dentro de los partidos políticos. Solo así podemos entender las fuertes y duras luchas internas, que importantes agrupamientos de militantes, cansados de tanto escarnio, han iniciado con motivo de las disputas internas por la dirigencia partidista, como es el caso del PAN. La denuncia reiterada de la corrupción y la reivindicación de los ideales y principios, no son gratuitos. Son el antídoto del pragmatismo, forma de hacer política, que ha permitido toda clase de negociaciones, así como la rendición de los principios que norman a la organización.
No por nada, lo que más incomoda a estas redes profesionales de la extracción ilegal de rentas desde los presupuestos públicos, son los miembros rebeldes que actúan dentro de los partidos. Más, si son estridentes e irreverentes y denuncian la comparsa de dirigentes y militantes entregados a los malos manejos y al enriquecimiento individual. Hay que sostener el grito sonoro. Que cale y duela para que los ciudadanos se abstengan de votar por corruptos.
Finalmente, en estas semanas, en las que los panistas deberán elegir nueva dirigencia, será importante que militantes y ciudadanía tomen nota de cómo funciona la operación de redes de corrupción dentro de los partidos políticos. Servirá para definir el voto y saber, al final de la contienda, si la red fue por fin derrotada. Estén atentos.