Carlos Arce Macías
En las semanas recientes, nos hemos asombrado frente a la extensión y profundidad social y criminal, que ha tomado el fenómeno del huachicoleo. El estado de Puebla, y Guanajuato en segundo término, presentan datos alarmantes de robo de combustible de los ductos de PEMEX. La práctica delictiva engloba características de crimen organizado, en el que se conjuntan delincuentes, policías y políticos, para llevar a cabo la expoliación de los recursos petroleros.
Pero el asunto viene de lejos. Ya en 2005, la Procuraduría Federal del Consumidor (PROFECO) conocía de la existencia de cantidades importantes de combustible robado, en el mercado de hidrocarburos. Algún gasolinero se atrevió a describir el modus operandi de los delincuentes involucrados en este saqueo: se presentaban ante el dueño de una estación de servicio un par de tipos bien vestidos, muy serios y circunspectos, para plantear un interesante negocio. Por lo delicado del tema, y para evitar grabaciones, los proponentes advertían que no hablarían una sola palabra, que por favor se mirara con atención el power point que se había preparado, y que al final, indicaran si aceptaban o no el negocio, con un sí o un no, escueto. En la presentación digital, se planteaban los tipos de gasolina, las cantidades de litros a proveer por semana, el precio que era el 50% menos del normal, y la forma de pago, siempre en efectivo. Esto significaba para el dueño de una estación de servicio, una ganancia garantizada cercana al 70% mensual, tomando en consideración también los litros incompletos y las mezclas de gasolina (revolver Magna con Premium y venderla al precio de esta última). Si a esto se acumulaba la venta de facturas apócrifas de compra de gasolina a particulares, acción muy recurrente en esa época; así como la adulteración del combustible con otros hidrocarburos de baja calidad, los rendimientos de una gasolinera, podían llegar a ser de más del 150% de los costos. ¡Negociazo!
Por esos años, fue detectado un centro de ordeña de ductos, en un lugar muy cercano a la refinería de Tula. En el entorno, la gente creía que se trataba de una instalación de la propia refinería. En su interior había tres grandes tanques de 100,000 litros de capacidad cada uno, que se llenaban diariamente de Magna, Premium y Diesel. El día del asalto del ejército y policía, fueron encontrados en los patios del almacén, más de 15 pipas de transporte. Al llegar la autoridad, el lugar estaba desierto, alguien había dado el pitazo.
Ya desde entonces, las pérdidas multimillonarias de la paraestatal, eran de escándalo: 37 millones de pesos al día, por robo de gasolina. El 6% de la producción diaria. Las mermas a PEMEX, rondaban los 13,000 millones de pesos al año… y parecía no importarle.
Parte de la estrategia de combate a este virus que crecía con rapidez, pasaba por el mayor control de las estaciones de servicio, y para ello, el necesario cambio de directivos encargados de la comercialización de hidrocarburos en PEMEX. Otra importante acción, sería la adición a las naftas, de trazadores químicos para poder rastrear la gasolina robada. Ninguna de las dos propuestas tuvo final feliz. No obstante las indicaciones para el cambio de funcionarios, ordenado por autoridades de altísimo nivel, el Consejo de PEMEX Refinación, controlado por el sindicato petrolero, bloqueó la remoción de los nefastos empleados. Estos mismos, entramparon y evitaron la compra de trazadores químicos. De esa forma, el robo continuó y se convirtió en fuente de sustento del crimen organizado. Muchas gasolineras, fueron adquiridas por representantes de los cárteles más poderosos en el norte del país, produciendo, finalmente, el descontrol actual de la situación.
Cuando no se toman las medidas necesarias para fiscalizar pequeños actos ilegales, como puede ser el despacho de litros incompletos de combustible, esto da pie a que se escale la acción criminal, para pasar a la mezcla de gasolinas, su adulteración y luego a la compra de producto robado. Así el fraude hormiga al consumidor, acaba convirtiéndose en mejor negocio que el narcotráfico.
Lo afirmo con total certeza, el origen del problema, siempre ha estado en PEMEX y su indignante corrupción interna, que involucra tanto al sindicato como a muchos funcionarios del más alto nivel. La lucha de 2005, se atascó ahí. Doce años después, la situación es mucho más grave, compleja y enmarañada. Las pérdidas son multimillonarias en dólares. Y lo peor: cada día es mayor la cantidad de familias y pueblos enteros, involucrados con los cárteles dedicados a la delincuencia organizada.