Regreso de cumplir mis deberes partidistas, acudiendo a la Asamblea Municipal del PAN a elegir una nueva directiva municipal, así como candidatos para los consejos estatal y nacional.
El evento estuvo bien organizado, el flujo de militantes fue nutrido, las elecciones se desarrollaron sin que mediara debate alguno. Casi por unanimidad se votaron las propuestas, y la elección para nuevo comité municipal fue por cédula. Nada sorpresivo, todo conforme lo planeado, y las propuestas convenientemente consensadas con anterioridad.
La unidad del partido se hizo evidente, para corroborar la marcha solidaria de todos en pos de los objetivos comunes y de la brega de eternidad en busca del bien común. Todos contentos, sin voces disonantes.
Pero algo huele mal. ¿Saben qué? Ese no es el partido político de profundas raíces democráticas en el que hemos soñado. Lo que experimentamos es un instrumento electivo, propio de zombies. Lo que ha suplantado a la democracia es una mascarada para sancionar acuerdos cupulares, que responden a estrategias e intereses de un grupúsculo que se ha adueñado de la franquicia.
Sin debate interno, sin contraposición de ideas, sin competencia entre camaradas, el sistema democrático no funciona, y es substituido por una mascarada vergonzosa. La democracia exige la construcción interna de un escenario de competencia honesta, que evite trampas de los contendientes y sublime el ejercicio de los valores cívicos entre militantes. Aprender a competir sin hacer trampas, repartir tortas, acarrear ciudadanos, comprometer apoyos y votos con obsequios, es la escuela de ciudadanía que siempre ha planteado Acción Nacional.
Por eso los reclamos por instituciones electorales transparentes y efectivas, tienen origen en las propuestas de los legendarios «místicos del voto», como los llamaba el presidente Ruíz Cortines, a los obsesivos panistas que planteaban elecciones limpias y honradas.
Hoy, parece que la gran mayoría, se encuentra en una zona de confort, en que el juego consiste en afiliarse a la corriente mayoritaria en automático, o ser parte de los grupos controladores de votos incondicionales. Esta perversa situación, aniquila la verdadera competencia, indispensable para que surjan liderazgos auténticos y legitimados al interior del partido, propiciando en detrimento de ello, la aparición de perfiles sórdidos, manipuladores y proclives a la corrupción . Por eso se pierden las elecciones, no tengan dudas.Bajo estos métodos, la calidad del producto resulta deplorable.
Y la consecuencia obvia del pactismo al interior de la organización política, en defecto a la competencia democrática, es extender el método hacia el exterior, a través de los acuerdos inconfesables con otras fuerzas político-partidistas, para repartirse alegremente las posiciones electorales y desde ahí patrocinar intereses, asignar obras y recibir moches. Al cabo la democracia quedó emparedada en las propias oficinas del PAN.
Llamo a los compañeros del PAN, conscientes de la necesidad de cambio, del combate con seriedad a la corrupción, de implantar verdaderamente la práctica democrática para que la política funcione bien y a favor de los ciudadanos; a no permitir más acuerdos cupulares para formular «propuestas de unidad». La maquinaria partidista debe de ser forzada a desempeñarse con eficiencia en la confrontación fraterna, para fomentar la producción de ideas y la esgrima mental necesaria para sobrevivir en ambientes competitivos. No aceptemos más pactos entre grupos, que pulverizan la democracia interna, e impiden la construcción de ciudadanía, que son la base de una vida pública sana. Ya basta.
Guanajuato 27 de noviembre de 2006
Twitter: @carce55