LA MALDITA TRANSPARENCIA

LA MALDITA TRANSPARENCIA

Carlos Arce Macías

La política de transparencia nos está amargando la vida a los mexicanos. Sin ella, bajo la opacidad todo parecía estar bien. No nos compungían las malas noticias sobre la realidad nacional, y el proceder descarriado de nuestra preclara clase política. Estábamos fatal, pero no nos dábamos cuenta. Ahora, respaldados por datos e informes, nos percatamos de pronto, que no tenemos policías, ingenieros, maestros ni funcionarios profesionales. Vamos pésimo.

Miren, por obra y gracia de la transparencia, en unos cuantos años, hemos constatado que nuestra policía no sirve para protegernos de los criminales y prevenir los delitos. Nos dimos cuenta, gracias a los índices de impunidad y el registro delictivo preciso, que los agentes policiacos de nuestros pueblos y ciudades, estaban organizados para bolsear borrachos y lidiar con vecinos rijosos. Un día nos despertamos con la noticia de que la ciudad se la disputan varios cárteles, y nuestra policía es incompetente para enfrentar organizaciones criminales corruptoras, infiltradas en los gobiernos, y armadas hasta los dientes. Simplemente no tenemos policía.

Ahora, la ocurrencia de los políticos quiere vendernos la pócima mágica: el mando único. Verdadera disparatada, que promoverá la irresponsabilidad de las autoridades locales respecto a la seguridad pública, y pondrá en manos de los gobernadores, casi todos priístas a las “fuerzas del orden”. Se trata de una efectiva fórmula para liquidar la autonomía municipal, y controlar a aquél gobierno comunal que ose tratar de gobernar en contra de la línea del Ejecutivo estatal. Les podrán administrar el crimen local a contentillo. Es una tontería, contraria al auténtico municipalismo y la democracia; pero presentada como si todos los gobernadores hubieran demostrado eficacia en la materia. La situación de Guerrero, Michoacán, Tamaulipas y Veracruz develan la ineptitud.

También por culpa de la transparencia, se nos informa recurrentemente sobre las transas en la contratación de obras públicas. En México, resulta imposible planear una obra pública, formular un proyecto ejecutivo, presupuestarlo, ejecutarlo, entregarlo en tiempo, y pagar solo lo que se presupuestó. Los costos están manipulados, las licitaciones arregladas, las asignaciones comprometidas, la competencia entre constructoras simulada, y la decencia profesional de los ingenieros liquidada. Ahora, parte de la obra pública esta ligada a la delincuencia y a políticos corruptos que imponen moches. La ingeniería civil mexicana, está en decadencia y la mala calidad de sus obras, quedan a la vista de los ciudadanos de inmediato. Nadie ha iniciado una seria incursión para poner coto a la complicidad entre gobernantes y constructores deshonestos. Los ejemplos menudean por doquier.

Otro día transparente, nos amanecemos con la noticia de que la lideresa de los profesores ha sido encarcelada, y que en realidad ¡sorpréndanse! no tenemos verdaderos maestros. Las pruebas de competencia laboral nos presentan un obscuro panorama. La profesión de la enseñanza es indigna para muchos mexicanos. ¿Cuántos padres quisieran que sus hijos estudiaran para ser normalistas? Muchísimos de los actuales maestros carecen de capacidades para educar. No enseñan nada, son una vergüenza, son los primeros reprobados en los exámenes de conocimiento. Pero el problema no solo se limita a la educación pública, muchas escuelas particulares están convertidas en pingües negocios, que también estafan a los negligentes padres de familia, que no se organizan para presentar un frente común y exigir una educación de calidad. En algunos centros escolares, hasta los niños quedan expuestos a las perversiones de sus maestros, y el silencio y la discreción son la respuesta. En realidad los padres de familia hemos sido los verdaderos culpables de la situación por no reaccionar y permitir tanto abuso.

Finalmente otra perla que nos evidencia la transparencia: la carencia de información de muchísimas administraciones gubernamentales. Sabemos que estas, no documentan con precisión las funciones, facultades y atribuciones de sus burócratas, impidiendo la rendición de cuentas. Son gobiernos de chiste, con las arcas abiertas para utilizarlas en provecho de los impúdicos funcionarios. Los casos de los gobernadores Granier, Medina, Moreira y Duarte lo evidencian.

Así, la construcción de sistemas anticorrupción, se convertirá en castillos de naipes, que se desbaratan de un soplido. No hay administración, no hay instrucciones y órdenes documentadas y firmadas por los responsables, y por lo tanto, los tranzas seguirán estando a buen resguardo de la ley, mientras los mexicanos gastamos más dineros públicos en aparatos burocráticos ineficientes, que darán palos de ciego tratando de cazar ladrones, blindados de impunidad.

Pensamos que quizás, la transparencia ha resultado una acción gubernamental demasiado cruel, que nos muestra una realidad nacional devastadora: pésimos gobiernos, cada día más cínicos; pero ciudadanos estáticos, pasmados, que no estamos reaccionando adecuadamente, organizándonos y enfrentando los problemas. De seguir así, sin duda, seguiremos mereciendo los gobiernos que tenemos.

Twitter: @carce55

 

 

Anuncio publicitario

DIEGO Y LOS CERROS

  • IMG_3998
  • DIEGO Y LOS CERROS

Carlos Arce Macías

 

Diego María de la Concepción Juan Nepomuceno Estanislao de la Rivera y Barrientos Acosta y Rodríguez, es sin lugar a dudas una de las figuras señeras de las artes plásticas mexicanas. Es precisamente uno de esos personajes de los que se habla en presente, porque de varias formas, continúa estando vigente entre nosotros a través de su biografía, sus coloridas pinturas, sus majestuosos murales, base de la historia oficial mexicana, así como por las anécdotas y leyendas de su vida.

 

Diego Rivera, ya sin tantos nombres, es un guanajuatense de excepción, nacido en la capital del estado el 8 de diciembre de 1886. Fue hijo de un inspector escolar miembro del partido liberal, Don Diego Rivera Acosta, masón en grado 33 y combatiente contra el imperio de Maximiliano; recibió una educación tradicional por parte de su madre, Doña María Barrientos, pero acendradamente antirreligiosa por la vía paterna. El activismo político de Don Diego, su belicosidad frente a las injusticias cometidas en contra de los maltratados mineros y la edición de su periódico “El Demócrata”, provocaron la ira de la burguesía guanajuatense de fines del siglo XIX, el encono con el gobernador Joaquín Obregón, y la advertencia, de su amigo el hacendado Ignacio James, para que de inmediato abandonara Guanajuato, “ya que una turba, azuzada por los curas lo buscaba para ahorcarlo y castigar a su familia por irreverentes, masones y judaizantes” (Relato de Guadalupe Rivera Marín en su libro “Un Río, Dos Riveras”).

 

Si bien Diego, el pintor, debe de haber tenido fuertes resentimientos en contra de los reaccionarios guanajuatenses, que a punto estuvieron de linchar a su familia, creo que en su visión todavía infantil, se llevó consigo la imagen de una ciudad, sembrada de pequeñas casas cúbicas en las empinadas cuestas de los cerros. Más allá, desde Valenciana, a donde acompañaba a su padre para visitar a su amigo Don Antonio Alcocer, dueño de la famosa mina, contemplaba la lejana planicie del Bajío, y enfrente, los enhiestos cerros de La Bufa, Los Picachos y El Hormiguero. ¿Cuántas imágenes habrán quedado grabadas en la memoria del gran artista? ¿Hasta dónde el cubismo, que luego abrazó, se incubó en los contornos de la ciudad que lo vio nacer?

 

¿Y que pensaría el “enfant terrible” de la pintura mexicana, de ver heridos, mas de un siglo después sus cerros por un serpenteante tajo, que soterra cañadas y configura inusitadas explanadas para uso comercial? Se trata de una carretera denominada “Acceso Diego Rivera”, construida ex profeso para que algunos guanajuatenses, entren con sus autos a una ciudad sin estacionamientos, y los burócratas pueblen La Presa y sus tradicionales jardines de automóviles aparcados por doquier. ¿Cómo vería esta agresiva acción urbana el joven Diego y otros muchos pintores que han hecho de los espectaculares cerros que circundan la zona sur de la ciudad, su tema?

 

 

De los maestros guanajuatenses como Jesús Gallardo y Javier Hernández “Capelo”, inferiría el desazón que les produjo ver quebrar rocas para construir una inútil carretera. Del gran grabador, Francisco Patlán recibí su opinión, al visitarlo en su casa y mostrarnos como estaban por terminar la indignante obra, que cernía sobre el cielo guanajuatense las amenazas de un desarrollismo urbano irracional y doloso, sobre las faldas de los esplendorosos cerros. Patlán lloró.

 

No creo que el desterrado Diego Rivera, hubiera permitido que se impusiera su nombre a la vía, que tantos problemas le ha causado a la ciudad, dejando en evidencia un acto de corrupción, clarísimo, entre gobierno y empresa. Rivera, el luchador social, el comunista, ya estaría ondeando banderas rojas contra el voráz constructor Marcoccio. Nunca permitiría la construcción de un solo cimiento en las faldas de La Bufa, sobre todo, en aquellas que miran a la ciudad. El pintor Rivera, el muralista de Palacio Nacional, advertiría a la familia Rodríguez y a su influyente senador, que los terrenos heredados de su ancestro siempre tuvieron como finalidad la restauración arbórea de la zona, y a eso hay que dedicarlos. La congruencia los compromete.

 

A Diego Rivera, atento discípulo de José María Velasco, como a otros muchos pintores, le encantaría seguir pintando los monumentales cerros guanajuatenses, conservando la imagen bucólica del paisaje. El cubismo puede ser reinterpretado en los declives poblados de la ciudad, respetando siempre, las áreas aún inhabitadas. Los cerros del sur, deben de ser preservados y cuidados a su máxima extensión, más de 3000 hectáreas, impidiendo todo tipo de construcción sobre ellos.

 

El arte requiere de la naturaleza, expulsarla de nuestro entorno cercano, sacrificándola en el altar de la codicia humana, equivale a arrojarla fuera de Guanajuato, como lo hicimos con Diego en su momento. Simplemente: ¡no!

Twitter: @carce55