¿LITROS INCOMPLETOS HASTA 2018?
Carlos Arce Macías
Si usted acompañara a un inspector norteamericano a checar el despacho de gasolinas en una estación de servicio, vería lo siguiente: el inspector entra con su camioneta sin logos gubernamentales a la gasolinera, se baja, desenchufa la manguera de gasolina, activa la bomba y comienza a servir el combustible en un contenedor de aluminio tapado con una lona que lleva instalado en la parte trasera de su pick-up. Luego, cuando se registran cinco galones, deja de suministrar el carburante e inmediatamente paga en la propia bomba, con su tarjeta de crédito, obteniendo un recibo en el que se consignan los galones de gasolina comprados y su precio. Después el inspector, descubre el contenedor de aluminio, gira una perilla que permite poner el recipiente en posición vertical. Se trata de una jarra medidora, certificada, que al ponerla de pie, mide con exactitud, los galones que contiene. Si la nota de compra coincide con los galones servidos, el inspector abandona el lugar. Si esto no sucede… el gasolinero esta en un serio riesgo de perder su negocio e ir a la cárcel. Estafar al consumidor americano es una pésima idea que conlleva un fuerte castigo penal y administrativo, así como el escarnio público y la pérdida de confianza de la clientela. Así de fácil.
Por eso, en Estados Unidos los gasolineros le surten galones completos a sus clientes. Pero también porque hay competencia entre las empresas que distribuyen los hidrocarburos. Por ejemplo, si alguien constatara que Shell dispensa galones incompletos, y se corre la voz, y comienza la mala fama del negocio, los consumidores tienen opciones y redirigirían su compra de gasolina a otra compañía como Texaco, BP, o cualquier otra.
El poder de los consumidores en Estados Unidos, es altísimo, porque normalmente sus temas se transforman en votos. Difícilmente las poderosísimas empresas de energía podrían enfrentar las acciones colectivas en su contra, generadas por los grandes bufetes de abogados neoyorkinos. Los daños punibles que podría establecerles una sentencia en su contra, por una conducta fraudulenta, más allá del proceso penal, golpearía atrozmente a la empresa, al obligarla a resarcir cientos de millones de dólares a los consumidores.
En México, estamos a punto de cambiar la distribución de gasolinas, como parte de la reforma energética. Hoy, solo hay gasolineras de PEMEX, a través de una concesión disfrazada de franquicia. En el inicio, la distribución estuvo en manos de políticos, los cuales veían premiada su lealtad al régimen, con un negocio que garantizaba enormes ganancias en un mercado cautivo, en alguna carretera, ciudad o pueblo. Luego, a partir de los años noventa del siglo XX, vino la expansión, se pasó de 3500 a 10,500 gasolineras.
El negocio es bueno si se realiza con honestidad, como lo hace un reducido grupo de heroicos gasolineros; pero resulta una mina de oro si se afilian a una operación cuajada de irregularidades y fraude. El riesgo en México por hacer trampa es mínimo. Poca supervisión, arreglos inconfesables con el proveedor, alta tecnología para defraudar, y cero riesgos de perder la franquicia, garantizan un mercado de distribución de diesel y gasolinas en el que la mayoría defrauda a los consumidores a ciencia y paciencia de PEMEX.
Si usted cree que el petróleo es nuestro, esta en un error. Es de PEMEX. Y la entidad no solo no hace nada para combatir las malas prácticas, sino que las promociona, tolera y fomenta. Ojalá y que, con la apertura del mercado energético, se den condiciones de competencia y las cosas cambien. No es necesario esperar hasta 2018, como lo propone la reforma en ciernes, para poner fin a una agresión continua a los consumidores mexicanos. Arréglenlo ya. ¡Urge!
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